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miércoles, octubre 02, 2024

Acequias 94 en línea

 

















Ya está en línea el número 94 de Acequias, revista de la Ibero Torreón. En su editorial describe grosso modo su contenido, éste:

“Las pedagogías del mal son aprendizajes que se movilizan con gran eficacia a través del miedo, la desidia, la apatía, la indiferencia. La injusticia estructural se sostiene en la convicción de que jamás podrá ser derrotada”, señala Juan Luis Hernández, rector de la Ibero Torreón, en el primer capítulo de Geopolítica de la esperanza, obra que nos convida a reflexionar sobre el imperativo de no caer en el derrotismo que paraliza y hace el juego a un sistema en el que campean la iniquidad y la negación a todo sueño de justicia social. El primer capítulo de esta publicación es aquí reproducido íntegramente.

En “La regla que nos divide”, Zaide Patricia Seáñez nos recuerda que la menstruación es una más de las condiciones que han sido invisibilizadas y por ello hay que atender incluso con legislación para resolver los problemas que genera y no sean, como hasta hoy, una desventaja más para la mujer en todos los espacios de su vida. De Fernando Javier Araujo y Juan José Rojas traemos un fragmento de su ensayo “Horizontes epistemológicos para la formación de jóvenes investigadores en derechos humanos” publicado en Entrelazar realidades (Ibero Torreón, 2024), libro colectivo de maestros y alumnos de la carrera de Derecho. Le sigue “Un sobrevuelo al edificio de la gestión estratégica”, de Andrés Rosales Valdés, repaso a la importancia de la planeación en todo organismo que aspire de entrada a la supervivencia mediante la innovación y luego a la obtención de resultados.

El artículo “Las elecciones hicieron presentes a las personas desaparecidas”, del periodista Luis Alberto López, describe, ante la desaparición forzada, una modalidad de visibilización puesta en marcha en las pasadas elecciones federales. Sigue “La polémica sobre el cometa de 1680 y 1681”, donde Fernando Fabio Sánchez traza las coordenadas históricas de una polémica entre los jesuitas Eusebio Kino y Carlos de Sigüenza y Góngora.

Una reseña sobre la novelista francesa Annie Ernaux, premio Nobel 2022, es la colaboración de Laura Elena Parra en estas páginas. Después, Alfredo Loera traza “Un largo adiós que no se acaba”, evocación de Teresa Muñoz, escritora y promotora cultural cuyo deceso sigue siendo lamentado en el ámbito cultural lagunero; sobre ella también, la reseña “Días de ceniza o los comienzos de la ebullición”. Cierran este número una reseña cinematográfica de Rodolfo Bañuelos y un cuento de Lucila Gamboa.

miércoles, septiembre 20, 2023

Acequias, salida 91

 











Ya son 91 las salidas de Acequias, revista de acceso libre de la Ibero Torreón. Su editorial más reciente (otoño de 2023) describe así los contenidos. Dice:

Aunque en su modalidad estrictamente electoral la política se ha convertido es uno de los muchos teatros de la mercadotecnia, no deja de ser importante como medio para transformar la realidad. La política y su consecuencia, la construcción de gobiernos, sigue siendo pues fundamental para edificar circunstancias sociales que favorezcan la justicia y la equidad. Por esto, aunque los procesos electorales den hoy la impresión de celebrarse al margen del interés de la población, es imperativo que la ciudadanía se involucre en sus vaivenes al menos en el plano de lo informativo, esto para no dejarse llevar por la superficialidad de las noticias falsas o los memes. Estar hoy informados, no caer en la red de la indiferencia, es lo mínimo que debe hacerse para, como señala Víctor Hugo Morales, “trabajar de ciudadano”.

En el presente número de Acequias ofrecemos varias colaboraciones que de una manera no directa, pero sí visible, ayudan a pensar en el ser humano y su condición. Publicamos la lectio brevis de este periodo escolar, el de Otoño. La ofreció Gustavo Antonio González, SJ, nuevo responsable de la Dirección General del Medio Universitario en la Ibero Torreón. La lectio brevis, en este caso sobre el valor de la tolerancia, es la simbólica primera clase que se ha convertido ya en una costumbre dentro de nuestra institución.

Sigue una conferencia de Mario López Barrio, SJ, que reflexiona sobre la generalizada desdicha del ser humano en el tiempo que corre. Pese a que en teoría la humanidad tiene un sinnúmero de satisfactores y puertas al desahogo de sus apetitos, al final siempre parece moverse en un túnel oscurecido por la depresión y su consecuencia: la infelicidad.

Cuatro reseñas se suman al lote de colaboraciones. Dos con tema afín, las de Laura Elena Parra López y de Vicente Alfonso, una más de Renata Iberia Muñoz sobre un libro poético desgarrador y, la última, de Yolanda Natera sobre el más reciente título de la escritora lagunera Angélica López Gándara. También, un artículo de Miguel Báez Durán sobre Encuentros fortuitos, su nuevo libro, una coedición de la UANL con nuestra universidad.

Dos cuentos cierran este número, uno de Fernando Fabio Sánchez sobre le etapa de mayor violencia en La Laguna, y otro de Lorenzo Ignacio Madera sobre los azares de la vida amorosa.

sábado, julio 29, 2023

Cuentos de La Reportera Roja


 











Fernando Fabio Sánchez presentará hoy La Reportera Roja, su más reciente libro, en Francisco I. Madero, Coahuila. Comparto aquí parte de la reseña que leí en la presentación celebrada en Torreón el 12 de julio.

Gracias a que le llevo una década de edad he sido testigo afortunado de su crecimiento como escritor y académico, dos facetas que Fernando Fabio Sánchez ha compaginado con solvencia. Es un escritor todoterreno, dotado para la narrativa, la poesía y el ensayo, a lo que desde hace varios años ha sumado la labor de columnista en el diario Milenio Laguna.

Su foja de méritos exhibe logros pesados: es profesor de Estudios literarios y Cinematográficos en California Polytechnic State University, San Luis Obispo. Obtuvo un doctorado en Letras Latinoamericanas por la University of Colorado en Boulder. Se ha concentrado en el estudio de la modernidad y sus diferentes relaciones con la literatura, el nacionalismo, la violencia y la cultura visual en el México post-colonial. Ha publicado los libros de cuento Los arcanos de la sangreDe la escritura a la evidencia: siete historias (pseudo)policiales y los de poesía Posesión de naves y Creación de fondo; y artículos y libros de crítica literaria. En el 2010 publicó el ensayo Artful Assassins: Murder as a Art in Modern Mexico (Vanderbilt University Press) y coeditó, junto con Gerardo García Muñoz, La luz y la guerra: el cine de la Revolución Mexicana (Conaculta).

La Reportera Roja, el libro que nos ocupará, contiene ocho cuentos en los que son más que visibles las pericias literarias de Fernando. Narrador afilado, hunde su mirada en los socavones de la realidad en la que vemos deambular personajes agobiados por el miedo, la desdicha, la incertidumbre y la violencia. Impresiona en los relatos de este autor la firme prosa que sirve para escudriñar las grietas del alma humana, una tendencia permanente a ver más allá de los personajes, a encajar la vista en la circunstancia que los ha moldeado, en el contexto que los formó o los deformó. Fernando es un buzo de la maldad humana, un buscador de las esencias del poder.

Francisco Pineda, de Ciudad Lerdo, moreno, talentoso pero gris, excelente estudiante en el pasado, es el protagonista de “El otro corazón”. Trabaja de forense en Jiménez, Chihuahua. El relato habilita la descripción del bombeo del corazón con lenguaje forense. En su estructura, el cuento pespuntea de las indagaciones policiacas a los discursos técnicos sobre el corazón. El asunto central es ir a ver en tráiler reportado como misterioso, abandonado. Otra vez, la ciencia en su propósito de explicar la barbarie. Francisco trabaja en el forense como de rebote, por los caprichos del laberinto laboral. Sabe que el tráiler tiene seres humanos. El tema de la violencia está allí, aludido en toda su crudeza.

En “La Reportera Roja” un narrador testigo cuenta la historia de la Reportera Roja. Cecilia, quien antes de ser periodista trabajó como socorrista en la Cruz también Roja. Cecilia ha sido reportera de guardia luego de pasar por otras fuentes de información. La historia se ubica en la etapa de mayor violencia en La Laguna, es decir, por el año 2010. El narrador testigo es un poco extraño: cuenta la historia con una especie de cercanía afectiva, parece inmerso en el mundo de Cecilia, la Reportera Roja. El final nos deja ver por qué el narrador está o parece estar cerca de la protagonista.

“Lamborghini negro” es un cuento sobre el poder, sobre el poder excesivo, el poder que jamás mira hacia la ley porque él es per se La Ley. Con el fondo sonoro de la Novena de Beethoven, un rasgo que nos remite al absolutismo ilustrado en este caso contemporáneo, un auto se desplaza a velocidad extrema por la ciudad. Lo conduce un patricio con genealogía de larga data que, alebrestado por el insumo de cocaína, no repara en gestos de prepotencia para indicar con su actitud suicida quién es él. Lo persigue la policía en una jornada peliculesca, algo surrealista, narrada con una prosa exacta y vertiginosa al mismo tiempo. La resolución es previsible si nos atenemos al estatus del conductor y al tipo de vehículo en el que va trepado.

El procurador de justicia Fernando del Rey es el personaje más destacado de “El silencio”, quien junto con sus guardaespaldas es acorralado por presuntos narcos en las oficinas de la institución judicial, lugar en teoría invulnerable ante los ataques de la delincuencia. Nadie llegará a ayudarlos, es una emboscada cuya trama se pierde en los entresijos del poder. En este relato, Fernando Fabio Sánchez se ha detenido con minucia en la semblanza de los guaruras, casi como para significar que cada uno es un ser humano completo, con vida y con afectos, joven. Las cartas ya están echadas, sin embargo, y Fernando del Rey y su gente se verán ante un desafío sin vuelta, irremediable en su aparatoso clímax.

Una enfermera, un grupo de militares y un narco participan en “As de corazones”. En la historia, Bernardo, el narco, pone en marcha un plan para escapar del hospital antes de recibir la alta que lo condenará a ser víctima de los militares. Usa para huir a Daniela, la enfermera, quien al parecer muerde todos los anzuelos y obra con la buena fe que dicta su corazón, claro, enamorado. El final queda abierto hacia una cacería humana.

Rodrigo de la Paz, chofer de camión repartidor de lácteos, aparece en “El tiempo corre”, un cuento sobre los pueblos diezmados por la violencia. “Una historia de familia” trabaja sobre los relatos fundacionales de la riqueza, muchos de ellos basados en el saqueo que con el tiempo, con el paso de las generaciones, termina adecentado hasta que queda muy atrás la turbia acumulación original del capital. “Jefe de jefes”, cuento que cierra el libro, explora los vaivenes en las alturas del supersticioso poder narco.

La Reportera Roja, tercer libro de cuentos de Fernando Fabio Sánchez, tiene como fondo recurrente la violencia que ha aumentado en los años recientes, pero que en realidad nunca ha estado ausente de nuestro país. Los personajes son sujetos moldeados por circunstancias tan complejas como difíciles, y el autor ha sabido sobrevolar tales circunstancias con historias que a su vez contienen historias, mecanos narrativos en los que despliega una sensibilidad muy fina para percibir de dónde, en México, ha soplado el viento de la desgracia siempre dependiente del poder político y económico nada encubierto en sus atavismos y en la protervia de su accionar.

Comarca Lagunera, a 12 de julio de 2013

Texto leído en el Archivo Municipal de Torreón el 12 de junio de 2023 en la presentación de La Reportera Roja, (Universidad Veracruzana, 2023, Xalapa, 97 pp.), de Fernando Fabio Sánchez. Los comentarios fueron desahogados por Gerardo García Muñoz, el autor y yo.

miércoles, julio 12, 2023

Noche de reportera roja

 











Por nota de Lilia Ovalle publicada en Milenio Laguna ya sabemos que hoy a las 7:30 en el Archivo Municipal Eduardo Guerra será presentado el libro La Reportera Roja. Este conjunto de cuentos es obra de Fernando Fabio Sánchez (Torreón, 1973) y fue publicado este año por la Universidad Veracruzana. Los comentarios serán desahogados por Gerardo García Muñoz, el autor y yo.

Me da gusto participar en esta actividad no sólo porque el libro es excelente, sino por la amistad que desde hace más de 25 años me une a Fernando. Gracias a que le llevo una década de edad he sido testigo afortunado de su crecimiento como escritor y académico, dos facetas que Fer ha compaginado con solvencia. Es un escritor todoterreno, dotado para la narrativa, la poesía y el ensayo, a lo que desde hace varios años ha sumado la labor de columnista en Milenio Laguna.

Su foja de méritos exhibe logros pesados: es profesor de Estudios literarios y Cinematográficos en California Polytechnic State University, San Luis Obispo, California. Obtuvo un doctorado en Letras Latinoamericanas por la University of Colorado en Boulder. Se ha concentrado en el estudio de la modernidad y sus diferentes relaciones con la literatura, el nacionalismo, la violencia y la cultura visual en el México post-colonial. Ha publicado los libros de cuento Los arcanos de la sangre, De la escritura a la evidencia: siete historias (pseudo)policiales y los de poesía Posesión de naves y Creación de fondo; y artículos y libros de crítica literaria. En el 2010 publicó el ensayo Artful Assassins: Murder as a Art in Modern Mexico (Vanderbilt University Press) y coeditó, junto con Gerardo García Muñoz, La luz y la guerra: el cine de la Revolución Mexicana (Conaculta). Es también, como ya señalé, columnista.

La Reportera Roja, el libro que nos ocupará, contiene ocho cuentos en los que son más que visibles las pericias de Fernando. Narrador afilado, hunde su mirada en los socavones de la realidad en la que vemos deambular personajes agobiados por la desdicha o por la incertidumbre. Impresiona en los relatos de este autor la firme prosa que sirve para escudriñar las grietas del alma humana.

Los esperamos hoy a las 7:30 en el Eduardo Guerra.

sábado, julio 30, 2022

Invitación a Rulfo por Saúl Rosales

 







Así sea de lejos y como mero oyente de sus avances, he sido testigo de la más reciente escritura de Saúl Rosales. Gracias a nuestra conversación sabatina me he enterado en tiempo real del trabajo que a diario despliega para organizar sus materiales en conjuntos de cuartillas que luego serán libros. Ecos de Comala y el llano, título que presentamos esta tarde, es el caso más reciente de lo que digo. Hace, creo, poco menos de tres meses, en mayo, Saúl me comentó que estaba por cerrar la hechura de algunos ensayos sobre Rulfo a los que deseaba añadir uno de sus cuentos (no de Rulfo, sino de Saúl). Poco después me lo envió y comenzamos la labor de edición que esta noche convida su resultado.

El autor me ha pedido la cuarta de forros, una forma de textualidad que puede ir o no firmada. Cuando sí, como en este caso, no es viable acatar los usos y costumbres del género, soltar así nomás hipérboles irresponsables sobre el valor descomunal, muchas veces sólo hipotético, del contenido. La mía, mi contratapa, es meramente descriptiva y observa que Ecos de Comala y el llano propone dos rutas de asedio a la obra de Juan Rulfo: la primera al fondo, donde el escritor lagunero subraya el primitivismo, la irracionalidad reflejada en el universo de los personajes rulfianos; la segunda a la forma, costado en el que destaca el recurso de los ecos o de las aliteraciones como generadores de eufonía en toda la extensión de El llano en llamas y de Pedro Páramo, además de la curiosidad que implica el uso de los adverbios allí y ahí. Asimismo, el autor ha incorporado “Autorretrato con Rulfo”, cuento que oscila entre la memoria y la ficción. Este periplo crítico y narrativo de Saúl Rosales alienta, en suma, lo que debe alentar toda cala a la obra de un grande como Rulfo: invitarnos a revisitarla, a reencontrar en ella los dones de la belleza y el asombro.

El libro contiene, pues, cinco ensayos titulados “Cómo llegué a Comala (o cómo llegué a leer Pedro Páramo)”, “Primitivismo del rencor vivo y otras pasiones”, “Ecos de Comala y el llano”, “Allí en El llano en llamas”, “Primitivismo pedroparamero” y el cuento “Autorretrato con Rulfo”. El viaje entonces nos lleva a ponderar algunos rasgos del alma contenida en la obra rulfiana y algunos otros referidos al cuerpo. En el primer caso, es fundamental lo expuesto por Saúl Rosales en su ensayo sobre lo que él denomina “primitivismo”. De hecho, creo que este es un lado de la moneda (de oro) que hace grande al narrador jalisciense: haber roto con la mirada de la literatura y del cine mexicanos, artes que por su ánimo benefactor, el ánimo de época alentado por la Revolución, tropezaban en la demagogia de pensar que en el medio rural de nuestro país y de cualquier otro, es decir, en la pobreza y la ignorancia, los seres humanos son incapaces de maldad y torceduras espirituales, casi como si fueran los buenos salvajes imaginados por Rousseau. Vemos que no. Vemos que sin caer en la denuncia explícita, sin incurrir en la oratoria bienintencionada, Rulfo deja ver en su obra pliegues de la realidad que evidencian la complejidad de sus personajes, su acción basada en el instinto (que deriva en la barbarie) y no en la razón que en teoría desemboca en realidades civilizatorias. Ahora bien, ese mundo, el de nuestro campo y sus habitantes, ha sido expresado de una manera poética y sólo sencilla en apariencia. La forma usada por Rulfo fue perfecta y está llena de malicias, como el uso de las aliteraciones o repeticiones (“ecos”) muy bien detectadas por Saúl, quien nos aproxima copiosos ejemplos.

Saúl Rosales nació en Torreón, en 1940. Es Miembro Correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua. Su libro de cuentos Autorretrato con Rulfo fue seleccionado para la colección “Literatura Mexicana Contemporánea ¿Ya Leíssste?” Se le concedió el reconocimiento de Creador Emérito de Coahuila en 1999; se le otorgó el de Ciudadano Distinguido de Torreón en 1990 y 2004; la medalla al Mérito Universitario “Miguel Ramos Arizpe”, de la UAdeC y la medalla “José Revueltas”, del Proyecto Cultural Revueltas, en 2019.

Reitero en suma que Ecos de Comala y el llano es una breve e inteligente invitación a recorrer por dos rutas la obra del escritor más extraño que dio México a la literatura del siglo XX. No dudo que en leyendo a Rosales muchos apetezcan ir de nuevo a las páginas de Rulfo, y este no es un mérito menor de la crítica literaria. De hecho, creo que es, entre muchos otros, el más importante.

Nota. Texto comentado, no leído, el 27 de julio de 2022 en el Teatro Garibay durante la presentación del libro Ecos de Comala y el llano, de Saúl Rosales, en la que participamos Fernando Fabio Sánchez y yo como presentadores. Estos párrafos no los leí in situ porque no los llevaba impresos y al final no me funcionó en la modalidad digital del celular. Leídos o improvisados, para el caso fue lo mismo.

miércoles, julio 27, 2022

Nuevo libro de Saúl Rosales

 











Ecos de Comala y el llano es el título del nuevo libro de Saúl Rosales. Será presentado este 27 de julio a las 7 pm en el Teatro Alfonso Garibay. Lo comentarán Fernando Fabio Sánchez, Jaime Muñoz Vargas y el autor.

Ecos de Comala y el llano propone dos rutas de asedio a la obra de Juan Rulfo: la primera al fondo, donde el escritor lagunero subraya el primitivismo, la irracionalidad reflejada en el universo de los personajes rulfianos; la segunda a la forma, costado en el que destaca el recurso de los ecos o de las aliteraciones como generadores de eufonía en toda la extensión de El llano en llamas y de Pedro Páramo, además de la curiosidad que implica el uso de los adverbios allí y ahí. Asimismo, el autor ha incorporado “Autorretrato con Rulfo”, cuento que oscila entre la memoria y la ficción. Este periplo crítico y narrativo de Saúl Rosales alienta, en suma, lo que debe alentar toda cala a la obra de un grande como Rulfo: invitarnos a revisitarla, a reencontrar en ella los dones de la belleza y el asombro. El libro contiene, pues, cinco ensayos titulados “Cómo llegué a Comala (o cómo llegué a leer Pedro Páramo)”, “Primitivismo del rencor vivo y otras pasiones”, “Ecos de Comala y el llano”, “Allí en El llano en llamas”, “Primitivismo pedroparamero” y el cuento “Autorretrato con Rulfo”.

Saúl Rosales Carrillo, el autor, nació en Torreón, Coahuila, en 1940. Es Miembro Correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua. Su libro de cuentos Autorretrato con Rulfo fue seleccionado para la colección “Literatura Mexicana Contemporánea ¿Ya Leíssste?” Se le concedió el reconocimiento de Creador Emérito de Coahuila en 1999; se le otorgó el de Ciudadano Distinguido de Torreón en 1990 y 2004; la medalla al Mérito Universitario “Miguel Ramos Arizpe”, de la Universidad Autónoma de Coahuila y la medalla “José Revueltas”, del Proyecto Cultural Revueltas, en 2019.

Por su parte, Fernando Fabio Sánchez (Torreón, Coahuila, 1973), uno de los presentadores, ha publicado el libro de cuentos Los arcanos de la sangre (1997), el de poesía Posesión de naves (1999), y dos libros de ensayo: Muerte, sucesión y sueño (2000) y Clásicos en el destierro (2000). Además, en colaboración con Gerardo García Muñoz, La luz y la guerra (Conaculta, 2010). Sus textos ensayísticos han formado parte de revistas y libros en México, Estados Unidos e Inglaterra. En 1998 ganó el premio nacional de ensayo Abigael Bohórquez. Es doctor en letras latinoamericanas por the University of Colorado at Boulder. Actualmente es profesor en California, Estados Unidos, y columnista en Milenio Diario.

Acompañaré a Saúl y a Fernando para comentar el proceso editorial, del cual me encargué, y el contenido de esta aproximación a Rulfo.

Entrada libre.

miércoles, enero 05, 2022

Cuentos y recuentos








Compré Estructuras del cuento hispanoamericano (Universidad Veracruzana, Xalapa, 1989), de David Lagmanovich (1927-2010), en la librería Astra-Leph, de Torreón, allá por 1998. En aquel momento no podía saber que ese hecho relativamente simple en mi manera de vivir iba a tener consecuencias tan venturosas. No recuerdo si ya conté la anécdota que grosso modo aquí comparto: en 1999 vino de visita, a La Laguna, Fernando Fabio Sánchez, quien estudiaba en aquellos años su maestría en la Universidad de Boulder, Colorado. Como era y sigue siendo habitual, nos vimos para cenar y compartir novedades, y en la charla salió que le había dado clase un profesor argentino que parecía saberlo todo, incluso que existía Torreón. Esto no era una frivolidad, pues a lo largo de su vida académica en EU Fernando notó que nadie ubicaba a nuestra ciudad en el mapa. El apellido del maestro era Lagmanovich. Quedé asombrado, y le dije que recién había leído un libro suyo publicado en México.

Lo que siguió fue otra serie de carambolas. De la Veracruzana nunca enviaron a David ni un ejemplar, de modo que, cuando Fernando le narró la coincidencia, David y yo nos pusimos en contacto con el fin de viabilizar la consecución de algunos ejemplares, lo que al final sí ocurrió. Luego de esto, la amistad epistolar fue muy intensa en la década siguiente, y concluyó con la muerte de David. En medio del trato postal, además, tuvimos tres encuentros en persona, uno en Tucumán, donde vivía, y dos en Buenos Aires.

Estructuras… es pues un libro que estimo sobremanera por lo que desencadenó. Lo sería igualmente, sin embargo, por el valor de su contenido; en él, David analizó varios cuentos de escritores hispanoamericanos. No son ensayos arduos, sino acosos sencillos al mecanismo de los cuentos “El solitario”, de Quiroga; “Ocelotl 33”, de Asturias; “Los dos reyes y los dos laberintos”, de Borges; “Un sueño realizado”, de Onetti; “Es que somos muy pobres”, de Rulfo, “La siesta del martes”, de García Márquez, entre otros.

El recuerdo de aquellas aproximaciones a cuentos relevantes me acompaña desde entonces y quisiera ver si este año cuajo un proyecto largamente postergado: recomendar, con un poco de crítica personal, relatos que me han agradado. Aquí los iré compartiendo.

miércoles, junio 30, 2021

Presentación a (y de) Tulitas

 











Hoy en la noche, en la Casa del Cerro, será presentada la tercera edición de Tulitas de Torreón traducida por Fernando Fabio Sánchez (Torreón, 1973). Gerardo García y yo acompañaremos al traductor, quien es también escritor, maestro y columnista de prensa. Participé dentro de este libro como editor y como escritor en un par de páginas. Un fragmento de lo que contiene está aquí: 

Entre los documentos privados, íntimos, que mejor testimonian el nacimiento de Torreón como ciudad destaca, sin duda, Tulitas of Torreon. Reminiscences of Life in Mexico, publicado en 1969 en El Paso, Texas. Tal vez no fue Fernando Fabio Sánchez el primer torreonense que tuvo en sus manos ese libro, pero sí, esto es seguro, el primero que se impuso la tarea de divulgarlo, lo que empezó por el desinteresado acto de trasladarlo a nuestra lengua. El traductor describe en su prólogo la circunstancia que lo puso frente al libro y lo que vino luego: el lento trasiego de un idioma a otro.

Lo que no cuenta es que pocos años después, en 2000, con escasos recursos y ya lejos de La Laguna, emprendió la edición y la impresión de estas reminiscencias para que nosotros tuviéramos la oportunidad de acceder al relato que alguna vez le hiciera Tulitas Jamieson a Evelyn Payne.

Lamentablemente, aquel fruto editorial no gozó de la circulación adecuada, y el libro deambuló poco en la región del Nazas. Llegó, sí, a varios lectores que atestiguamos con asombrada delectación el largo camino que debió recorrer la Casa del Cerro para contarnos sus historias inaugurales, las que tejió allí Tulitas Jamieson (hija de Federico Wulff) con sus padres y sus hermanos.

Casi quince años después de aquella primera edición en español preparada por Fernando Fabio Sánchez tuvimos a la mano la segunda en 2013, y hoy la tercera en 2019. La primera, bellamente editada pese a su austero acabado, fue revisada en la segunda edición por el autor y a ella le fue añadido un anexo fotográfico fundamental para complementar las excelencias del relato. Asimismo, la portada pasó de ser meramente tipográfica a icónica, y en ella luce una composición donde destaca la casona que hoy es uno de los emblemas torreonenses. Salvo en la portada y otros detalles menores, tercera edición respeta la publicación anterior.

¿Por qué esta nueva salida de Tulitas de Torreón. Reminiscencias de una vida en México? Creo que la mejor respuesta es también la más simple: porque es un libro entrañable, querible, sobre el pasado de nuestra ciudad visto desde el recuerdo y desde, como se dice ahora, la otredad. Unas cuatro o cinco décadas después de que Tulitas nació en Torreón y vivió en la Casa del Cerro, cuenta a Evelyn Payne, su hija, la andanza de la familia Wulff en nuestras tierras. Tulitas narra, Evelyn escribe, y gracias a ese volcamiento de la memoria nosotros asistimos no sólo al relato familiar, sino a la recreación de aquel pasado en el que Torreón era una ciudad recién nacida. El tono de la narración es, creo, una de sus virtudes más poderosas, pues de manera sencilla, sincera, coloquial, Tulitas articula su evocación sin presentir siquiera que alguna vez la estaremos leyendo en español.

Esto, ingresar al recuerdo de Tulitas en nuestra lengua, se lo debemos a Fernando Fabio Sánchez, quien luego de concluir sus estudios de comunicación en La Laguna emigró a los Estados Unidos, esto a mediados de los noventa. Allá estudió su maestría y su doctorado en letras, ambos en la prestigiada Universidad de Boulder, Colorado. Luego ha trabajado como maestro e investigador en dos universidades del oeste norteamericano (en Oregon y en California). A la par, sus libros han visto poco a poco la luz; ha publicado cuentos, poesía y ensayo. Destaca en su notable bibliografía el estudio monstruo titulado La luz y la guerra. El cine de la revolución mexicana, compuesto junto al también lagunero Gerardo García Muñoz; este libro es ya, desde su salida, un estudio canónico sobre el tema, y da cuenta por sí solo de la solvencia intelectual adquirida por dos estudiosos torreonenses. Un personaje protagónico de Tulitas de Torreón es, por supuesto, la Casa del Cerro que desde hace un siglo se erige como una de las presencias más visibles, por su señera ubicación, en el extremo poniente de la ciudad. Hoy, la Casa del Cerro es, como sabemos, un museo, y es dable pensar que el diálogo de Tulitas con Evelyn constituye también una especie de biografía sobre este recinto, uno de los patrimonios arquitectónicos más queridos por los laguneros. Avancemos ya, pues, sobre las páginas de este recuerdo. Que Tulitas de Torreón sea leído y comentado como lo merecían y como lo merecen, como lo merecerán siempre, nuestra querida Casa del Cerro y sus primeros inquilinos.

miércoles, julio 08, 2020

Acequias 81




















Como cada cuatro meses, ha sido puesta en circulación Acequias, revista de la Ibero Torreón. Contiene material variado en términos genéricos y temáticos. Acceder a su contenido es fácil: sólo hay que ingresar a la web matriz de la Ibero Torreón y allí se encuentra, gratuita, la liga para la revista.
Nunca en la historia de la humanidad había ocurrido lo que todavía no termina: una parálisis global causada por un agente infeccioso microscópico. Los gobiernos del mundo, incluso los más desarrollados, tuvieron que improvisar, y quedó en evidencia que en ningún caso los sistemas de salud habían pensado en una emergencia de tamañas proporciones. Dada la pandemia, el futuro del planeta se vislumbra atravesado por una pregunta sencilla y desafiante: ¿vamos a seguir igual? Hay, con matices, una coincidencia de opiniones: algo se ha hecho muy mal, se han depredado los recursos del planeta y se ha creado una forma de vida individualista, excluyente y dilapidadora. Si algo bueno ha dejado la crisis sanitaria es, quizá, una lección involuntaria: no sabemos cómo será el futuro, pero sí que, así sea por mera supervivencia, deben ser modificadas estructuras de comportamiento que vayan más allá del consumo y piensen con responsabilidad individual y colectiva.
Esta aparición 81 de Acequias ofrece “La epidemia de la soledad”, ensayo de Laura Elena Parra López sobre un hecho que se ciñe a la dinámica social contemporánea: el aislamiento (otra epidemia) al que son aherrojados quienes ya no pueden “producir”. Luego, en “Vistazos a la pandemia”, un recorrido por opiniones de ocho de intelectuales sobre el abordaje que sus gobiernos (de España y América Latina) han dado a la crisis sanitaria.
“Rabia alborozada, crónica de una marcha feminista”, de Lucila Navarrete Turrent, reconstruye la marcha del 8M en La Laguna, acontecimiento que sin duda merecía un trabajo escrito que dejara un testimonio sobre la lucha feminista en nuestra comunidad. De María Guadalupe Puente Muruato, “Aporofobia, violencia pasiva” describe los aportes de Adela Cortina sobre el rechazo al pobre.
A este número se suman “Crónica de una laguna”, de Fernando Fabio Sánchez, quien recorre con mirada poética/histórica la realidad de nuestra región. “El expediente Denegri” es una minuciosa reseña de Vicente Alfonso sobre la más reciente novela de Enrique Serna. Alejandro Badillo colabora con “Pequeñas migraciones”, una reflexión sobre el cambio de aires físico y literario.
Cierran esta edición “Schopenhauer: música, fronteras y razón”, de Salvador Sánchez Pérez, ensayo sobre el valor de la música en la obra del filósofo alemán, el cuento “La chanchería”, del escritor argentino Javier Ramponelli y “Cinco instantes”, primera publicación del joven Alberto Garza.

sábado, diciembre 29, 2018

Crónica de una noche redonda












He dicho en varios lugares —tantos cómo he podido— que la literatura lagunera goza de excelentes cultores pese a sus pocas circunstancias favorables, es decir, pese a que no tiene editoriales, escuelas de letras, suplementos literarios en los periódicos e incluso lo básico: suficientes librerías. Por eso celebro, insisto, que nuestra estepa haya sido y siga siendo tierra fértil de escritores que aquí y allá han producido una obra diversa y por suerte, ya, asaz reconocida.
Esto que afirmo lo comprobé el pasado 26 de diciembre. Como quizá algunos saben, mis amigos Fernando Fabio Sánchez y Gerardo García Muñoz, ambos laguneros, trabajan en universidades de EUA y vienen cada que pueden a su tierra. Siempre nos vemos para conversar, pero ahora planeamos presentar un libro en fecha anómala sólo para ver si funcionaba, casi como un experimento. Decidimos presentar el libro Latinoir (Nitro-Press/UANL, 2018) en un bar, dado que los centros culturales vacacionan, y hacer ruido en las redes sociales. La sorpresa que nos llevamos en lo relativo a la asistencia fue mayúscula: además de amables lectores conocidos y desconocidos, se apersonaron amigos escritores y académicos que son testimonio vivo de lo que afirmé hace algunos renglones. Entre los escritores asistentes, sumados los de quienes presentamos, fácilmente había una producción de cerca de cien libros de ensayo, poesía, cuento, novela, periodismo, teatro y varia invención.   Asimismo, aproximadamente treinta premios nacionales e internacionales de literatura, varios doctorados y maestrías en letras y un académico de la lengua. Se trató entonces de un público apabullante y enorgullecedor.
Estuvieron allí Saúl Rosales, Gilberto Prado Galán, Frino, Vicente Alfonso, Édgar Valencia, Nazul Aramayo, Lucila Navarrete Turrent, Talía Romero, Chantal Aguilar y no lagunera, pero igualmente escritora y académica, Iliana Olmedo, esposa de Vicente; modestia al margen, estaba también mi hija mayor, cuasi egresada de letras inglesas por la UNAM.
Lo que Fernando Fabio Sánchez, Gerardo García y yo emprendimos como un divertimento se convirtió pues en una reunión espontánea de laguneros que aquí y allá, cómo ya dije, han encontrado sus destinos en la vida literaria y seguramente tienen todavía muchísimos libros y premios en sus respectivos carcajes. Bienvenidos sean.

miércoles, diciembre 26, 2018

Latinoir en La Laguna
















Gerardo García y Fernando Fabio Sánchez vuelven a su tierra, La Laguna, cada que pueden. El primero es profesor universitario en Texas y el segundo es lo mismo, pero en California. Dado este eterno retorno vacacional, hemos decidido organizar a cada vuelta alguna actividad literaria. Comenzaremos hoy, con la presentación de un libro de cuentos policiales. Hemos convocado al público al restaurante El Danubio (Escobedo 284 ote., Torreón), sección del bar, a las 7 de la tarde. Como adelanto, va aquí un fragmento el prólogo escrito por Gerardo:
LatiNoir: Muerte con pasaporte (NitroPress-UANL, 2017) ofrece al público lector una colección de cuentos policiales escritos por autores de cinco países latinoamericanos: Argentina, Colombia, Cuba, Brasil y México. Los textos incluidos en este volumen dibujan un mapa de la reciente producción de una vertiente literaria inventada por Edgar Allan Poe, y que se ha convertido en un fenómeno global en sus derivaciones novelísticas, cinematográficas y televisivas. A partir de la aparición en 1841 del primer cuento policial, “The Murders in the Rue Morgue”, innumerables plumas han aportado modelos para narrar las andanzas de incontables detectives. Desde el relato enigma inglés simbolizado en Sherlock Holmes y Hercule Poirot que resuelven crímenes a través de un alarde de razonamientos matemáticos, hasta la ficción del hard-boiled estadunidense con sus  detectives arquetípicos, Philip Marlowe y Sam Spade, los cuales se tienen que enfrentar al mundo violento provocado por la gran depresión de 1929, la narrativa policial anglosajona ha ejercido una enorme influencia en los escritores de habla hispana y portuguesa de nuestro continente. Tal influjo se plasma en antologías publicadas en un periodo de medio siglo, y asimismo, en ellas se manifiesta la evolución en la práctica de un género en el cual se inserta LatiNoir: Muerte con pasaporte.
En 1964 el académico estadunidense Donald Yates publicó El cuento policial latinoamericano, una antología que incorpora textos apoyados en la fórmula del relato clásico inglés, como “El embrollo del reloj” de la mexicana María Elvira Bermúdez, y “El caso de Ada Terry” del argentino Leonardo Castellani, o su parodia: “Las doce figuras del mundo” de H. Bustos Domecq (seudónimo tras que se oculta la bicéfala autoría de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares)…

sábado, diciembre 02, 2017

Listo Grava suelta












Grava suelta es un libro que no me disgusta aunque sea mío. Haber imaginado, escrito y ahora publicado cien relatos me demandó un esfuerzo extraño, intermitente y concentrado a un tiempo, diverso y compacto a la vez. Gracias a Antonio Ramos Revillas, responsable editorial de la Universidad Autónoma de Nuevo León, ayer lo presentamos en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Me dio gusto que entre la concurrencia hubiera varios laguneros, como ocho, que arroparon mis palabras de presentación.
Cada vez que nace un libro propio, hay dos caminos: desentenderse, dejarlo andar, o apoyar su andanza por el mundo. Yo suelo elegir un camino intermedio: apenas sale el libro, trato de ofrecerlo al potencial lector, hacer una, dos, tres presentaciones, para luego dejarlo solo y a merced del tiempo. Confío en que Grava suelta hallará lectores. Mi amigo Fabián Vique, argentino, escribió el texto de la contratapa. Creo que lo describe bien con estas palabras:
“¿Cómo no empatizar con los libros, esos artefactos melancólicos empeñados en darle un orden al universo? Empiezan y terminan, se encauzan en géneros, se agremian en bibliotecas, carpetas, directorios. La obra de Borges o Kafka trajo al primer plano el asunto y desde entonces tenemos la llave pero nos falta la puerta. Todo bestiario, todo diccionario, toda colección participa de alguna manera de ese afán.
Detrás de los catálogos acecha la desesperación. Grava suelta, a pesar del título o precisamente por ello, se postula como uno de esos dispositivos donde lo innúmero se enumera. ¿Cómo definir entonces las piezas que lo integran? ¿Microrrelatos cortados a cuchillo? ¿Aguafuertes de la era del desconcierto? ¿Inventario de perdedores? ¿Pinturas rupestres en calles olvidadas? ¿El mundo desde sus esquirlas? No hablaré en particular de ninguno de los textos del libro, pues cada pieza podría ser el sol alrededor del cual gira todo lo demás. Es un libro para abordar en cualquier página y volverla centro. El truco radica en que el individuo, el animal o el objeto aludido en cada texto es siempre un arquetipo, a lo que podemos sumar el detalle, el giro, el adjetivo, el hallazgo en apariencia lateral. He ahí una parte de la magia de este invento. Lo demás está en tus manos, lector.
Pero quizás todo lo dicho aquí sea innecesario. Acaso baste con afirmar que el arte de Jaime Muñoz Vargas está en cada pieza de Grava suelta, el preciso y visceral artilugio que ha pergeñado”.

Foto: Fernando Fabio Sánchez, JMV, Gerardo García y Antonio Ramos Revillas. FIL Guadalajara, 1 de diciembre de 2017.

viernes, abril 10, 2015

Estos diez perfiles revueltianos




















Este libro es un breve repaso a la fecunda vida de José Revueltas en el año de su centenario. Entre otros valores, tiene la peculiaridad de haber sido configurado por escritores nacidos, radicados o espiritualmente cercanos al ámbito de Durango, estado en el que nació el autor de El apando. No
se trata, sin embargo, de una obra para especialistas, sino de un asedio múltiple y amable, con tono divulgativo, a uno de los intelectuales mexicanos más polémicos, interesantes y poliédricos del siglo XX.
Menos leído de lo que merece, Revueltas también ha padecido cierta indiferencia de la crítica. Es verdad que hay acercamientos ya canónicos a su trabajo —como los de Evodio Escalante y Edith Negrín, por mencionar sólo dos entre los más visibles—, pero no deja de parecer poco Estos diez perfiles revueltianos si pensamos en la impresionante cantidad de páginas que dejó el oriundo de Santiago Papasquiaro, páginas en las que reflexionó con hondura sobre nuestra realidad y donde
acaso tocó los registros narrativos más dolientes de la literatura mexicana.
Es difícil saber la razón exacta del relegamiento padecido por Revueltas. Quizá no hay una sola, sino varias apiñadas, confusas y todas gravitando en su contra desde que era casi adolescente hasta la fecha. Entre ellas podemos contar la actitud combativa, frontal, que manifestó siempre contra el poder y sus acólitos, lo que con el paso del tiempo generó resquemores de difícil evaporación, odios que nunca se han disuelto. También ha pesado en esto, quizá, el grado de dificultad que presenta la mayor parte de sus escritos; artista interesado en el examen profundo de nuestra circunstancia, jamás dejó de recurrir —entre otras disciplinas— a la filosofía para ahondar en la realidad del hombre y explicarla, sin cortapisas, mediante el ensayo, la novela, el cuento, la crónica, el guión, el teatro, la memoria, el manifiesto, incluso la poesía.
Al margen pues de la avenida por donde caminó y sigue caminando la mayoría, Revueltas articuló una obra poderosa, plena de significados, de evocaciones, de dudas y certezas, de tropiezos, de logros, de incomprensiones, de escándalos y permanentes desafíos. El silencio no fue lo suyo, y su voz escrita atronó con toda la fuerza de su tinta en cientos, en miles de papeles.
Diez escritores se han sumado a este sincero homenaje. Gabriel Castillo nos confiesa el azoro que le han producido lecturas recientes a Revueltas, y establece un correlato entre el duranguense y Albert Camus. La maestra María Rosa Fiscal hace énfasis en la capacidad poética que tenía Revueltas para dibujar el espacio, para crear climas narrativos envolventes, cerrados y opresivos incluso allí donde los hombres se ubican al aire libre. Gerardo García Muñoz, por su parte, hace un recuento de la obra revueltiana con pespunteos hacia su asombrado y permanente recuerdo personal, siempre agradecido con el narrador norteño. Bertha Rivera explora facetas de la vida de Revueltas, como su humor y su entereza ante la contracorriente sobre la que navegó toda su vida. Literatura y militancia son los flancos asediados por Vicente Alfonso, flancos que se confundieron durante toda la trayectoria vital de quien escribió Los muros de agua, novela, precisamente, que es primer ejemplo de esas dos preocupaciones. Angélica López Gándara explora el paradójico encuentro de Revueltas con la figura de Dios, un debate íntimo que se manifestó, sobre todo, en su quehacer narrativo.
El modo revueltiano de asumir el realismo es indagado por Fernando Fabio Sánchez, quien para ello trae a la mesa el famoso prólogo sobre la visita de Revueltas al lazareto de Guadalajara. José Everardo Ramírez hace un apretado recorrido por la obra de Revueltas y nos recuerda la importancia que su densidad crítica tiene, o tendría, en “la era del vacío” que atravesamos. Jesús Alvarado recuerda el valor de los cuentos revueltianos y plantea que pueden ser modelos de ficción crítica contra la realidad enajenante. Cierra el libro un poema de Julio César Félix cuyo énfasis recae en dos ideas claves en la vida y la obra del homenajeado: el olvido y su contraparte, la memoria.
Al opinar sobre Revueltas, Carlos Monsiváis ha logrado condensar en un párrafo el sino que persiguió ayer y sigue persiguiendo hoy al escritor de Durango:

¿Por qué tarda tanto y por qué se entrega con tanta mezquindad el reconocimiento literario a Revueltas, a su brillantez poética, a la complejidad de sus personajes y situaciones, a su ir a fondo en el examen de la descomposición que es el rostro no tan secreto de una parte de la sociedad? Muy probablemente esto se deba a su radicalismo que atemoriza, a su rechazo desdeñoso de la sociedad cultural y a la dificultad de gran número de posibles lectores de captar los diversos niveles de estas novelas. Revueltas no concede, y de allí el alejamiento sin concesiones que se le reserva a su obra.

Estas páginas son, o al menos tratan de ser, un impulso en sentido contrario al señalado por Monsiváis: buscan abrir puertas al lector no iniciado, invitarlo a convivir con la
poderosa literatura y el agudo pensamiento de José Revueltas, el rebelde inextinguible.

Comarca Lagunera, noviembre y 2014}

Texto de presentación del libro Perfiles sobre José Revueltas, colectivo, Instituto de Cultura del Estado de Durango, Conaculta, Centro Cultural José Santos Valdés, Universidad Iberoamericana Torreón, 2014, Durango, 98 pp. Fue presentado el 25 de marzo de 2015 en el Teatro Centauro de Ciudad Lerdo, Durango.

domingo, enero 16, 2011

Torreón y Villa en Fernando Fabio



Dos libros publicó en 2010 Fernando Fabio Sánchez (Torreón, 1973): Artful Assassins: Murder as a Art in Modern Mexico (Vanderbilt University Press), en inglés, y en colaboración con Gerardo García Muñoz, La luz y la guerra: el cine de la Revolución Mexicana (Consejo Nacional para la Cultura y las Artes). Maestro de la Portland State University, Fernando Fabio prepara en este momento un estudio sobre la filmografía de Felipe Cazals y realiza una investigación sobre la cultura visual en el siglo XIX mexicano. Recién conversé con él y salieron a flote dos temas que lo obsesionan: La Laguna y Villa; me ofreció a propósito el artículo “Torreón, mon amour: Villa, La Laguna y la Revolución Mexicana”, que aquí reproduzco con su autorización (texto íntegro en el blog de Ruta Norte):
Muy pocas veces cuando menciono la ciudad donde nací, las personas de Estados Unidos, Europa o Latinoamérica con quienes converso, reconocen el nombre de Torreón. El problema se agrava cuando añado el nombre del estado. Y bueno, les es muy difícil pronunciar “Coahuila”. Por alguna razón, ver escrita esta palabra los confunde todavía más. Yo, en mi corazón nómada y melancólico, me resigno al anonimato geográfico. No obstante, hay momentos en que es necesario hablar y extenderme sobre lo que es Torreón, Coahuila. Sí, hablo con placer norteño de esa mítica ciudad del polvo, indiferente arcadia de clima insoportable; sueño accidental de roca y desierto; joya huérfana del porfirismo; codiciada estación a la mitad del camino entre Ciudad de México y Ciudad Juárez. Sí, durante la Revolución mexicana Torreón, Coahuila, fue el ombligo de la luna. En clases universitarias, presentaciones académicas y conversaciones con amigos en la ciudad de Portland, Oregon, y los Estados Unidos en general, indico donde está Torreón en el atlas de la historia, la literatura y la cinematografía.
El destino histórico de Torreón está ligado a la figura de Francisco (Pancho) Villa y su ejército de magníficos, la División del Norte. Torreón fue “amante ocasional” —y muy ferviente— del caudillo. Villa tomó varias veces esta plaza, sobresaliendo los encuentros en 1913 y 1914. En la batalla del 13, la división ganó el Niño, el cañón poderoso que se convertiría en la mascota del ejército; y en la seducción guerrera del 14 se alcanzó, junto con la toma de Zacatecas, la derrota del régimen de Victoriano Huerta. Cuando Villa estaba ya casi derrotado, Torreón volvió a ser suya en 1916; sin embargo, el amor glorioso no pudo renacer ya de las cenizas.
Las referencias a Torreón dentro de la literatura —ya sea de ficción o periodística— y del cine de argumento sobre Villa son frecuentes, sobre todo en relación con la toma de marzo y abril de 1914. Por ejemplo, los primeros capítulos de Vámonos con Pancho Villa (1931) de Rafael F. Muñoz tratan del encontronazo entre los villistas y los federales; estos últimos comandados por el general José Refugio Velasco. Asimismo, existe la serie de artículos escritos por el joven periodista estadounidense John Reed, nacido en Portland, Oregon, y agrupados en el libro Insurgent Mexico (1914), traducido al español como Reed. México Insurgente. La cuarta parte de esta obra narra el avance de la División del Norte hasta Gómez Palacio, liderada por el Centauro y su admirado militar de carrera, el general Felipe Ángeles. Estos pasajes han sido dramatizados en los filmes homónimos Vámonos con Pancho Villa (1935) de Fernando de Fuentes y Reed. México Insurgente (1970) de Paul Leduc, en los cuales se menciona a Torreón. Incluso, el filme de De Fuentes ubica en “Torreón” dos de las más importantes secuencias del cine de la Revolución mexicana: el parlamento entre los Leones de San Pablo y el general Velasco, con bigotes a la káiser, y la caída de Melitón Botello en “el círculo de la muerte”.
No obstante, es extraño que son escasas las apariciones de Torreón en el material original documental que ha sobrevivido en este otro amor de Pancho Villa, el cine. Como estudioso del cine de la Revolución y siendo oriundo de La Laguna, pienso que es un hecho decepcionante. Sin embargo, existe una posible explicación para tal ausencia, y esta tiene que ver con la misma forma en que ocurrió la toma de Torreón en 1914.
La División del Norte se estacionó en Tlahualilo. Empezó sus ataques por el lado de Gómez Palacio. En ese momento, esta población y su ciudad hermana estaban defendidas por cerca de 10 mil federales. Una barricada de pelones se encontraba muy bien parada en el Cerro de la Pila. Desde allí, los villistas que asediaban eran blanco fácil. En total, los de la División del Norte eran 16 mil, entre soldados, soldaderas y añadidos aventureros. Para evitar la caída de todos ellos, Villa ordenó atacar de noche. Y todo se volvió un escenario de relámpagos rojos, literalmente.
La película de la HBO, And Staring Pancho Villa as Himself (2003), protagonizada por Antonio Banderas (quien actúa como Villa) narra con brevedad este ataque, quedándose como un débil reflejo de esta batalla luciferina. Lo que sí representa con detalle es el romance de Villa con el cinematógrafo. Durante la segunda mitad de 1913, el caudillo le ofreció a varias empresas de cine estadounidenses los derechos para filmar sus batallas. El 3 de enero de 1914 el revolucionario firmó un contrato de exclusividad con the Mutual Film Corporation. Por 25 mil dólares, Villa acordó luchar en contra del ejército federal sólo durante el día para que fuera posible que las cámaras registraran las acciones.
Las filmaciones empezaron durante la batalla de Ojinaga en enero de 1914, la cual, según algunos, se retrasó para dar tiempo a que llegaran los camarógrafos estadounidenses. Así iniciaría un proyecto documental que, semanas después, cambiaría al del género de ficción. La Mutual le propuso a Villa realizar una película sobre su propia vida. Se firmó otro contrato. La obra se llamaría The Life of General Villa (1914) y la dirigiría Christy Cabanne.
La cinta se realizó, y formada por fragmentos extraídos de “la vida real” y otros actuados, se proyectó el 9 de mayo de 1914 en el Lyric Theater de Nueva York y en Londres en el Pabellón de Shaftesbury, un mes después de la toma de Torreón. Lamentablemente, de esta cinta sólo se conservan fragmentos. El historiador Kevin Brownlow encontró trozos del documental en The Ragged Revolution (1988), documental sobre la Revolución producido por la Yorkshire TV. Hace poco me comentó Fernando del Moral, investigador del cine documental de la Revolución, que contaba con pietage de este mítico filme.
Pese a que la película del general se exhibió en el exterior con relativo éxito, es necesario mencionar que este romance entre Villa y Hollywood terminó de manera violenta. Se dice que en los primeros acosos a La Laguna, el Centauro sintió que, por primera vez en su carrera militar, podía perder la batalla. Tuvo que enfrentarse a la situación de agredir sin reserva a los federales o caer al abismo de la derrota. De esta manera decidió desatar aquel infierno en la oscuridad, deshaciendo contratos firmados e implícitos. Por las noches, atacó con dinamita las posiciones enemigas. Los federales ciegos en las tinieblas, disparaban a sombras móviles alrededor suyo, hasta que eran golpeados letalmente. Cuenta Rafael F. Muñoz que el Cerro de la Pila “parecía arder; semejaba un volcán ebrio que arrojara escupitajos de fuego”, y que los fortines, uno a uno, eran tomados por “asaltantes fatigados, sudorosos y manchados de lodo sangriento”.
Tras noches de ataque, los federales abandonaron Gómez Palacio. La carga de fuego continuó en Torreón. Desmoralizados y exhaustos, intuyendo la muerte como destino, huyeron a San Pedro de las Colonia. Allí recibieron otro regimiento de 6 mil soldados. Pero la derrota fue inevitable. La División del Norte, con cerca de 3 mil heridos, mil muertos y 10 mil soldados en activo, consumó la victoria.
Los espectadores quedaron horrorizados, incluyendo John Reed y los camarógrafos de la Mutual, quienes desertaron y regresaron a los Estados Unidos. El infierno había subido a la tierra, y aparte de la imposibilidad de filmar en aquella larga noche roja, no se debía reproducir a través del celuloide aquella indecible violencia. Inclusive Huerta asilenció a sus camarógrafos. En aquel mismo mayo del 14, casi al mismo tiempo que se presentaba la película de argumento de Villa en los Estados Unidos e Inglaterra, se proyectó en la Ciudad de México El aterrador 10 de abril de San Pedro de las Colonias, atribuida a Fritz Arno Wagner, quien filmó las batallas del lado federal. La función en el Salón Rojo fue censurada y el filme, se presume, fue destruido.