domingo, enero 16, 2011

Torreón y Villa en Fernando Fabio



Dos libros publicó en 2010 Fernando Fabio Sánchez (Torreón, 1973): Artful Assassins: Murder as a Art in Modern Mexico (Vanderbilt University Press), en inglés, y en colaboración con Gerardo García Muñoz, La luz y la guerra: el cine de la Revolución Mexicana (Consejo Nacional para la Cultura y las Artes). Maestro de la Portland State University, Fernando Fabio prepara en este momento un estudio sobre la filmografía de Felipe Cazals y realiza una investigación sobre la cultura visual en el siglo XIX mexicano. Recién conversé con él y salieron a flote dos temas que lo obsesionan: La Laguna y Villa; me ofreció a propósito el artículo “Torreón, mon amour: Villa, La Laguna y la Revolución Mexicana”, que aquí reproduzco con su autorización (texto íntegro en el blog de Ruta Norte):
Muy pocas veces cuando menciono la ciudad donde nací, las personas de Estados Unidos, Europa o Latinoamérica con quienes converso, reconocen el nombre de Torreón. El problema se agrava cuando añado el nombre del estado. Y bueno, les es muy difícil pronunciar “Coahuila”. Por alguna razón, ver escrita esta palabra los confunde todavía más. Yo, en mi corazón nómada y melancólico, me resigno al anonimato geográfico. No obstante, hay momentos en que es necesario hablar y extenderme sobre lo que es Torreón, Coahuila. Sí, hablo con placer norteño de esa mítica ciudad del polvo, indiferente arcadia de clima insoportable; sueño accidental de roca y desierto; joya huérfana del porfirismo; codiciada estación a la mitad del camino entre Ciudad de México y Ciudad Juárez. Sí, durante la Revolución mexicana Torreón, Coahuila, fue el ombligo de la luna. En clases universitarias, presentaciones académicas y conversaciones con amigos en la ciudad de Portland, Oregon, y los Estados Unidos en general, indico donde está Torreón en el atlas de la historia, la literatura y la cinematografía.
El destino histórico de Torreón está ligado a la figura de Francisco (Pancho) Villa y su ejército de magníficos, la División del Norte. Torreón fue “amante ocasional” —y muy ferviente— del caudillo. Villa tomó varias veces esta plaza, sobresaliendo los encuentros en 1913 y 1914. En la batalla del 13, la división ganó el Niño, el cañón poderoso que se convertiría en la mascota del ejército; y en la seducción guerrera del 14 se alcanzó, junto con la toma de Zacatecas, la derrota del régimen de Victoriano Huerta. Cuando Villa estaba ya casi derrotado, Torreón volvió a ser suya en 1916; sin embargo, el amor glorioso no pudo renacer ya de las cenizas.
Las referencias a Torreón dentro de la literatura —ya sea de ficción o periodística— y del cine de argumento sobre Villa son frecuentes, sobre todo en relación con la toma de marzo y abril de 1914. Por ejemplo, los primeros capítulos de Vámonos con Pancho Villa (1931) de Rafael F. Muñoz tratan del encontronazo entre los villistas y los federales; estos últimos comandados por el general José Refugio Velasco. Asimismo, existe la serie de artículos escritos por el joven periodista estadounidense John Reed, nacido en Portland, Oregon, y agrupados en el libro Insurgent Mexico (1914), traducido al español como Reed. México Insurgente. La cuarta parte de esta obra narra el avance de la División del Norte hasta Gómez Palacio, liderada por el Centauro y su admirado militar de carrera, el general Felipe Ángeles. Estos pasajes han sido dramatizados en los filmes homónimos Vámonos con Pancho Villa (1935) de Fernando de Fuentes y Reed. México Insurgente (1970) de Paul Leduc, en los cuales se menciona a Torreón. Incluso, el filme de De Fuentes ubica en “Torreón” dos de las más importantes secuencias del cine de la Revolución mexicana: el parlamento entre los Leones de San Pablo y el general Velasco, con bigotes a la káiser, y la caída de Melitón Botello en “el círculo de la muerte”.
No obstante, es extraño que son escasas las apariciones de Torreón en el material original documental que ha sobrevivido en este otro amor de Pancho Villa, el cine. Como estudioso del cine de la Revolución y siendo oriundo de La Laguna, pienso que es un hecho decepcionante. Sin embargo, existe una posible explicación para tal ausencia, y esta tiene que ver con la misma forma en que ocurrió la toma de Torreón en 1914.
La División del Norte se estacionó en Tlahualilo. Empezó sus ataques por el lado de Gómez Palacio. En ese momento, esta población y su ciudad hermana estaban defendidas por cerca de 10 mil federales. Una barricada de pelones se encontraba muy bien parada en el Cerro de la Pila. Desde allí, los villistas que asediaban eran blanco fácil. En total, los de la División del Norte eran 16 mil, entre soldados, soldaderas y añadidos aventureros. Para evitar la caída de todos ellos, Villa ordenó atacar de noche. Y todo se volvió un escenario de relámpagos rojos, literalmente.
La película de la HBO, And Staring Pancho Villa as Himself (2003), protagonizada por Antonio Banderas (quien actúa como Villa) narra con brevedad este ataque, quedándose como un débil reflejo de esta batalla luciferina. Lo que sí representa con detalle es el romance de Villa con el cinematógrafo. Durante la segunda mitad de 1913, el caudillo le ofreció a varias empresas de cine estadounidenses los derechos para filmar sus batallas. El 3 de enero de 1914 el revolucionario firmó un contrato de exclusividad con the Mutual Film Corporation. Por 25 mil dólares, Villa acordó luchar en contra del ejército federal sólo durante el día para que fuera posible que las cámaras registraran las acciones.
Las filmaciones empezaron durante la batalla de Ojinaga en enero de 1914, la cual, según algunos, se retrasó para dar tiempo a que llegaran los camarógrafos estadounidenses. Así iniciaría un proyecto documental que, semanas después, cambiaría al del género de ficción. La Mutual le propuso a Villa realizar una película sobre su propia vida. Se firmó otro contrato. La obra se llamaría The Life of General Villa (1914) y la dirigiría Christy Cabanne.
La cinta se realizó, y formada por fragmentos extraídos de “la vida real” y otros actuados, se proyectó el 9 de mayo de 1914 en el Lyric Theater de Nueva York y en Londres en el Pabellón de Shaftesbury, un mes después de la toma de Torreón. Lamentablemente, de esta cinta sólo se conservan fragmentos. El historiador Kevin Brownlow encontró trozos del documental en The Ragged Revolution (1988), documental sobre la Revolución producido por la Yorkshire TV. Hace poco me comentó Fernando del Moral, investigador del cine documental de la Revolución, que contaba con pietage de este mítico filme.
Pese a que la película del general se exhibió en el exterior con relativo éxito, es necesario mencionar que este romance entre Villa y Hollywood terminó de manera violenta. Se dice que en los primeros acosos a La Laguna, el Centauro sintió que, por primera vez en su carrera militar, podía perder la batalla. Tuvo que enfrentarse a la situación de agredir sin reserva a los federales o caer al abismo de la derrota. De esta manera decidió desatar aquel infierno en la oscuridad, deshaciendo contratos firmados e implícitos. Por las noches, atacó con dinamita las posiciones enemigas. Los federales ciegos en las tinieblas, disparaban a sombras móviles alrededor suyo, hasta que eran golpeados letalmente. Cuenta Rafael F. Muñoz que el Cerro de la Pila “parecía arder; semejaba un volcán ebrio que arrojara escupitajos de fuego”, y que los fortines, uno a uno, eran tomados por “asaltantes fatigados, sudorosos y manchados de lodo sangriento”.
Tras noches de ataque, los federales abandonaron Gómez Palacio. La carga de fuego continuó en Torreón. Desmoralizados y exhaustos, intuyendo la muerte como destino, huyeron a San Pedro de las Colonia. Allí recibieron otro regimiento de 6 mil soldados. Pero la derrota fue inevitable. La División del Norte, con cerca de 3 mil heridos, mil muertos y 10 mil soldados en activo, consumó la victoria.
Los espectadores quedaron horrorizados, incluyendo John Reed y los camarógrafos de la Mutual, quienes desertaron y regresaron a los Estados Unidos. El infierno había subido a la tierra, y aparte de la imposibilidad de filmar en aquella larga noche roja, no se debía reproducir a través del celuloide aquella indecible violencia. Inclusive Huerta asilenció a sus camarógrafos. En aquel mismo mayo del 14, casi al mismo tiempo que se presentaba la película de argumento de Villa en los Estados Unidos e Inglaterra, se proyectó en la Ciudad de México El aterrador 10 de abril de San Pedro de las Colonias, atribuida a Fritz Arno Wagner, quien filmó las batallas del lado federal. La función en el Salón Rojo fue censurada y el filme, se presume, fue destruido.