Gana el Nobel o muere un escritor islandés y de inmediato
salen a opinar, no sin autoridad, comentaristas que muestran fotos con la obra
completa del susodicho y explicaciones tan articuladas que parecen párrafos de
tesis. No estoy siendo irónico, creo de verdad que hay lectores totales,
máquinas de conocerlo, comprarlo y deglutirlo todo, y lo que a mí me parece un
escritor recóndito, absolutamente desconocido, para algunos es autor de cajón,
figura habitual en los entrepaños de sus bibliotecas. En fin, voy a otro ritmo,
y nada sé sobre los inmortales del momento eslovacos o tunecinos.
Luego de esta intro abochornada por frontal en la
asunción de mi ignorancia, sigo con una reseña que comienza aquí en modo
anécdota (“en modo” es una locución adverbial reciente y puesta en circulación,
creo que como calco del inglés, por el argot de la telefonía móvil: “en modo
vuelo”): allá por junio ingresé a una librería de viejo y en el hurgamiento no
saltaba nada que esfumara mi desinterés. Estaba por claudicar y salir con las
manos despobladas, pero me detuve en un libro que ya había visto antes varias
veces en ese mismo sitio atestado de títulos imprevisibles. O sea, ese libro
había recibido mi recurrente desdén y quizá, porque allí seguía, el de muchos otros
potenciales compradores. El caso es que, dado el nulo fruto de aquella
incursión a la librería, me detuve en el volumen y leí su cuarta de forros. Bien.
Luego leí la semblanza del autor en la primera solapa, e igual, bien. Ya
observado con un poco de detenimiento, el libro parecía ofrecer algo bueno por
los pinchurrientos ochenta pesos que costaba. Y me lo llevé.
Al llegar a casa (era sábado) comencé a deslizar mi
atención en la primera página de Regreso
a Reims (Libros del Zorzal, Buenos Aires, 2015, 250 pp., traducción de
Georgina Fraser), de Didier Eribon (Reims, 1953). Lo que pasó después de acceder
a esos renglones es que ya no pude detenerme y para el domingo en la noche lo
había terminado. Y pensé: “Este será uno de los mejores libros que leeré en 2023”.
Es agosto, llevo varios leídos, claro, pero Regreso
a Reims sigue estando entre mis nominados para llevarse el galardón “El
mejor libro que leí en el año”, premio que por otro lado a nadie le importa,
salvo a mí.
¿Y qué es Regreso a
Reims? Han pasado más de dos meses desde que lo leí y conservo intacto lo
que me deparó, tanto que casi no necesito tener el libro a la vista para
reseñarlo. Es una memoria, la del sociólogo y filósofo Didier Eribon. Su
encanto, el poder persuasivo de esas páginas, radica, creo, en la sinceridad
con la que asume el tema de su libro que —como decía Montaigne— es el mismo
autor y la apretada maraña de dificultades que encaró para llegar a la
respetabilidad intelectual de la que ahora goza. Hijo de una familia pobre,
ignorante y algo disfuncional por lo violenta, Eribon debió romper a ciegas el
cascarón de su futuro académico y, junto a esto, lidiar con el descubrimiento,
otra adversidad, de su condición homosexual.
La recordación es tan minuciosa como severa: además de relatar
las circunstancias necesariamente difíciles para un chico y luego un joven con
aptitudes pero sin orientación ni recursos, Eribon analiza los pliegues de su
conducta, la manera en la que fue construyendo su visión de la realidad, lo que
incluye, conforme avanzaba a los tumbos su vida académica, la vergüenza de su
origen social en un medio, el académico francés, que no excluye el clasismo y
está diseñado para anular la movilidad ascendente. Como buen sociólogo, Eribon
coloca su individualidad en los contextos políticos y culturales que se fueron
dando en su país y su llegada a un plano en el cual la cátedra y los libros
testimonian que, pese a todo, alcanzó un pico alto de respetabilidad
intelectual.
En suma, Regreso a
Reims describe en primera persona, sin eufemismos, sin ambages, la accidentada
edificación de un destino. Para cuajar en lo que cuajó Eribon, fueron
determinantes la voluntad y ciertas carambolas favorables, no la estructura de un
sistema diseñado para escamotear oportunidades a quienes comienzan el partido de
sus vidas perdiendo cinco goles a cero.
Didier Eribon es autor de una biografía de Michel
Foucault (traducida a veinte idiomas) y ha publicado también varias obras como Identidades: reflexiones sobre la cuestión
gay, Una moral de lo minoritario y
Herejías: ensayos sobre la teoría de la
sexualidad. Es hoy considerado uno de los intelectuales franceses más
importantes; la Universidad de Yale le otorgó en 2008 el James Robert Brudner
Memorial Prize.
Su Regreso a Reims es un libro inteligente y entrañable al mismo tiempo.