sábado, abril 08, 2023

Dos soledades del boom












Muerto uno, vivo todavía el otro, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa siguen vendiendo libros casi como en sus mejores tiempos. Tienen pues al menos seis décadas como caciques en la mesa de novedades, cada uno con sus títulos o, como sucede en Dos soledades. Un diálogo sobre la novela en América Latina (Alfaguara, 2021, México, 151 pp.), a cuatro manos, con la firma de ambos en la desconcertante tapa. Y sí, es desconcertante porque desde mediados de los setenta ya no se les vio juntos, luego del legendario puñetazo que el peruano propinó al colombiano. Nunca se supo bien a bien el motivo de aquella desavenencia, misterio que, según sé, explora Los genios, novela del simpático Jaime Bayly recién expuesta al morbo literario.

Prologada por Luis Javier Vásquez, Dos soledades contiene un par de largas conversaciones entabladas entre García Márquez y Vargas Llosa. Se dieron en Lima, Perú, los días 5 y 7 de septiembre de 1967 en el auditorio de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de Ingeniería. Un año después apareció la primera edición de los diálogos cuyo principal animador fue el ensayista José Miguel Oviedo, y desde entonces casi nada se sabía sobre las dos charlas limeñas. Alfaguara, al rehidratarlas, permite que escuchemos con los ojos una charla peculiar por su contexto inmediato: unos meses antes de que dialogaran en Perú, García Márquez había publicado Cien años de soledad con el éxito que ya sabemos, y Vargas Llosa había recibido el premio Rómulo Gallegos por La casa verde. Aunque ya tenían un intenso contacto epistolar, fue en Venezuela donde se conocieron y los acercó aún más la admiración mutua.

Dos soledades suma varios textos apendiculares de otros escritores y periodistas. Hacen notar lo que el lector hallará por su propio pie: que los dos diálogos se desarrollaron más bien en formato de entrevista: frente al público que abarrotó el auditorio, Vargas Llosa hizo las preguntas y García Márquez respondió. Esto, me parece, es entendible en función de dos circunstancias: la primera, que el peruano era de algún modo el anfitrión, y, la segunda, que García Márquez ciertamente ya era conocido por la volcánica fama de su cuarta novela, pero poco se sabía realmente sobre él, sobre su vida y su personalidad, de ahí que su amigo escarbara con preguntas que le dieron al encuentro una tesitura de exploración biográfica.

Luis Javier Vásquez advierte en las páginas preliminares un dato muy relevante: que allí todavía no se habla de “realismo mágico” y que apenas, muy tímidamente, asoma su oreja la palabra “boom”. Esto da una idea del momento en el que dialogan los dos escritores, el momento bisagra (1967) marcado por la aparición de Cien años de soledad y el tsunami de popularidad que conllevó para la narrativa latinoamericana.

Las conversaciones reflejan varias de las inquietudes que comenzaban a ventilarse entre los lectores y los escritores de la época. La técnica, los temas, la recepción, el ingrediente sociopolítico, el (por llamarlo de algún modo) latinoamericanismo, el lenguaje, los colegas, la vida organizada o no en torno de la literatura, los viajes, la biografía, las influencias, la imaginación y el realismo, entre otros tópicos.

Se habla mucho, a veces con excesiva necedad, en contra de GGM y MVL, pero lo que hicieron está lejos de haber sido superado. Por todo, es pertinente la reedición de Dos soledades, pues gracias a ella somos testigos retroactivos de una coyuntura que sigue siendo, hasta la fecha, central para las letras de nuestro continente.