miércoles, agosto 06, 2025

Detector de miércoles

 











Con el eufemismo “miércoles” evité escribir la palabra “mierda” en la cabeza de este apunte. Por supuesto que se trata de una delicadeza excesiva, pues en estos tiempos ya no es imperativo cuidar detalles atañederos al buen gusto de la expresión, como lo demuestra el uso ahora más que naturalizado de la palabra vga en hablantes de todas las condiciones socioeconómicas. El título debió ser, entonces, “Detector de mierda”, aparato que Ernest Hemingway recomendaba usar a todos los escritores deseosos de guisar buena literatura.

Lo dijo así, con dos énfasis en el curioso artefacto: “El regalo más esencial para un escritor es un buen detector de mierda: un sólido detector de mierda bien construido y a prueba de golpes. Este es el radar de un escritor y todos los buenos escritores lo tienen”.

En parecida sintonía, Vargas Llosa expuso años después, al explicar cómo escribió La casa verde, lo siguiente: “De un lado, toda esa barbarie me enfurecía: hacía patente el atraso, la injusticia y la incultura de mi país. De otro, me fascinaba: qué formidable material para contar. Por ese tiempo empecé a descubrir esta áspera verdad: la materia prima de la literatura no es la felicidad sino la infelicidad humana, y los escritores, como los buitres, se alimentan preferentemente de carroña”.

Escritor de otra índole, volcado más bien al ensayo académico y divulgador de la escritura como práctica, el catalán Daniel Cassany observó que “El escritor acaba siendo un trapero que recoge desechos, un ecualizador que mezcla y purifica ruidos de la calle. Pero ¡atención! ¡Qué difícil es encontrar desechos! ¡Buenos desechos!”.

Creo que, mutatis mutandis, a lo que se refieren las tres citas es a la pertinencia, casi a la obligación, de encontrar fallas en la realidad para después trasmutarlas en arte, en este caso literario, particularmente narrativo. Lo que no debemos confundir es el propósito: preparar un coctel indiferenciado de ética y estética, asomarse a las lacras humanas para dar lecciones y creer que basta con su sola exposición literaria para corregirlas y de paso regañar a quienes las provocan. La obligación del artista es mostrar la condición humana en toda su dimensión, y como el rasgo principal de tal condición es, lamentablemente, la inhumanidad, el egoísmo, la bestialidad en suma, nada mejor que un buen detector de mierda para hacer literatura.