Conversaba
recién sobre mi percepción de las bebidas que he visto cerca e incluso
consumido como habitante en este recoveco del mundo. Han sido pocas, pero ya
tengo edad suficiente para comentar/comparar algunas peculiaridades que
forzosamente se han modificado con lentitud, a veces sin notarse (tanto es así
que los jóvenes creen, por ejemplo, que siempre se han tomado micheladas o
infusión de matcha, bebida que acá llegó apenas ayer).
Recuerdo
que en las reuniones festivas de mi niñez, hablo de la década de los setenta,
los señores bebían cerveza y cuando se ponían elegantes le entraban al brandy
rebajado con Coca o agua mineral. Los rangos de calidad en ese bebedizo pasaban
del Don Pedro al Presidente hasta llegar al más modesto: Viejo Vergel. Recuerdo
que quienes aportaban una “ramona” de aquel espantoso líquido se convertían en
los ases de la fiesta.
La
cerveza siguió su camino mientras el brandy cedió su lugar al whisky y un poco
al ron y al tequila, bebida esta última que en mi infancia y juventud
asociábamos con la pobreza. Tomarse un San Matías (le decíamos San Matón) era
corriente, naco. A finales del siglo pasado el tequila fue subiendo de rango, y
por estos rumbos tuvo y tiene ya apretada competencia de aguardientes como el
mezcal y el sotol.
Los
vinos no tienen mucho tiempo en convivencia con nosotros. Hace treinta años
apenas eran consumidos, pero poco a poco han ganado terreno sobre todo por su asociación con el estatus y el buen
gusto gastronómicos, de modo que se les ingiere en muchos casos sólo para
afectar refinamiento. Nada como opinar sobre vinos con cara de conocedor para
dar (o al menos para tratar de dar) el gatazo como persona de “alto pedorraje”, como
decía Renato Leduc.
Por
otro lado, el café predominante de mi niñez era el instantáneo. Con la llegada
de las cafeteras caseras de jarrita de vidrio y filtro de papel apareció,
aunque en menor grado, el insumo de café molido, de grano, y salvo los
restaurantes, no se ingería fuera de casa. Hoy, junto con un montón de
infusiones exóticas, es uno de los negocios de bebidas más exitosos, y ya no se
le prepara de manera simple (como “americano”), sino en combinaciones que lo
encarecen a grados escandalosos, lo que el consumidor acepta sin hacer gestos
porque esto también, desde el vaso rotulado, da la impresión de mayor estatus.
Por último en este breve apunte, la cerveza, hoy mezclada y deformada con ingredientes que incluyen salsas, verduras, mariscos, ¡dulces! y líquidos como el Clamato que los puristas de la cheve, no sin razón, aborrecen.