miércoles, marzo 23, 2022

Desafío de "El desafío"











 

“El desafío”, cuento de Mario Vargas Llosa publicado en Los jefes (1959), primer libro del escritor peruano, es una evidencia más de la belleza/destreza que supone la confección de un cuento con apetencias de perfección. Fue publicado cuando el autor tenía apenas 23 años, pero ya acusaba una hechura redonda, casi abusiva para la edad del autor que luego, en la década de los sesenta, se revelaría como uno de los mejores narradores latinoamericanos con La ciudad y los perros y al menos dos novelas más: La casa verde y Conversación en La Catedral.

El dato oculto de “El desafío” parece lo más valioso del relato, pero si este fuera su único atributo no creo que pudiera admitir la etiqueta de perfecto. Para que un cuento lo sea es necesario que aglutine otros valores, todos los que habitualmente añaden mérito a una narración. En este caso, el dibujo de los personajes fue logrado con maestría, tanto que en todos los casos podemos imaginar sus rasgos físicos y psicológicos como si los observáramos en un film. El personaje más sorprendente es Leonidas, claro, pues en él fue necesario imprimir una atención especial, harto sutil. El ambiente también fue pintado de forma excepcional, y sirve como escenario ideal para el pleito a muerte entre Justo y El Cojo.

Hay otro mérito, este de carácter cultural. A su corta edad, Vargas Llosa pudo reconstruir en un cuento los códigos del machismo en los que se movía la juventud de su espacio y de su tiempo. Dos muchachos, Justo y el Cojo, son enemigos radicales y deciden resolver su mutuo odio mediante un desafío de cuchilleros al que ninguno habrá de recular. A ambos retadores los acompañan, como séconds de boxeo, sus respectivos amigos, quienes les aconsejan a pelear así o asá para evitar las embestidas del rival y acertar las acometidas propias. “Sin haber dado un grito, firme en su posición, el Cojo continuaba su danza, mientras que Justo ya no se limitaba a avanzar en redondo; a la vez, se acercaba y se alejaba del Cojo agitando la manta, abría y cerraba la guardia, ofrecía su cuerpo y lo negaba, esquivo, ágil tentando y rehuyendo a su contendor como una mujer en celo…”. El relato del pleito se dinamiza por su gran abundancia de verbos, pero lo mejor es su final, una revelación para el lector sobre el machismo que de orilla a orilla atraviesa este relato.

Aquí pueden leer el cuento: "El desafío".