sábado, abril 27, 2024

El herrero de Eslava Galán












He tramitado con placer una novela más de Juan Eslava Galán (Arjona, España, 1948). Se trata de El mercenario de Granada (Planeta, Madrid, 2019, 336 pp.), historia ambientada en la Andalucía de la Reconquista, más precisamente en las postrimerías de la lucha entre moros y cristianos que terminó, bien lo sabemos, el mismo año del Descubrimiento, 1492, con la caída de Granada a manos de los ejércitos comandados por Fernando e Isabel.

El protagonista de este relato es un herrero búlgaro de nombre Orbán, heredero de una tradición familiar vinculada al procesamiento del metal para fabricar, sobre todo, cañones. Como se sabe, con la aparición de dichas armas se abrió la posibilidad de derribar enemigos y, principalmente, fortalezas, muros, castillos, o al menos abrir boquetes en sus paredes para permitir el asalto (el a-salto) y el combate cuerpo a cuerpo, ya sin el obstáculo de la piedra y la argamasa. El dominio del metal y, con esto, la hechura de diferentes tipos de cañones cada vez de calibre más subido, fue desde aquel momento una profesión estratégica para conservar reinados y, si era posible, para acrecentarlos.

Orbán sirve a la corona de Turquía, pero es cedido a préstamo, como mercenario, para ayudar a la cañonería del islam dominador desde hace siglos en Al Andalus, aunque en aquel momento ya acosado de cerca por los Reyes Católicos, cognomento de Isabel y Fernando.

Orbán es un tipo macizo, bajo de estatura, viudo y melancólico, serio como una roca y más que medianamente aficionado al consumo de alcohol. Recibe la encomienda con amargor, pero la acata porque las órdenes del rey turco no pueden tener reparo. Viaja así al sur de la península, y de inmediato sirve como experto en lo suyo: el manejo del hierro y de la pólvora. Los musulmanes están cercados por los católicos que desean recuperar sus territorios, y Orbán da esperanzas a los fanáticos de Mahoma para resistir las andanadas castellanas y aragonesas en Málaga, Baza y otros puntos vecinos.

A medio camino de la novela hay un vuelco espectacular: una esclava cristiana de los infieles, Isabel, llena los ojos de Orbán, quien ve en ella una calca de su esposa desaparecida. La consigue como pareja y entrambos se dan varios ayuntamientos plenos de goce. Mientras fragua cañones e instruye a sus contratantes en el arte de la defensa con tales armas, la vida va pasando y los amores de Orbán con Isabel también fraguan en una pareja irrompible. Esto se ve alterado, empero, por un hecho ruin y fortuito: cierto árabe lujurioso abusa de Isabel, ella lo mata y, para evitar su muerte —el castigo que merecía según las leyes arabescas—, Orbán decide huir y pasar al bando de los cristianos. Guardo el final, obvio, pero no sin garantizar que junto a el amor del búlgaro y la castellana se desarrolla el avance del catolicismo hacia la última posesión del islam sobre la península: Granada.

Eslava Galán ha escrito esta novela en un estilo que no imita el español con la magistralidad que le vimos, por ejemplo, en En busca del unicornio, El comedido hidalgo o Últimas pasiones del caballero Almafiera, sino que trabaja en un registro más cercano a nuestra época aunque tinto siempre de notas arcaizantes tomadas del léxico español abundantemente salpimentado, en aquella hora, de arabismos.

Reitero que he leído con placer El mercenario de Granada. Sé que la historia del herrero Orbán y de la dulce y sensual Isabel serán un bocado delicioso para quienes disfrutan de la novela con ingredientes históricos y amorosos. No se puede pedir más saber y buen entretenimiento a un relato.