Las guerras culturales de Octavio Paz (El Colegio de México, México, 2014, 191 pp.), ensayo de
Armando González Torres (México, D.F., 1964), resume las estaciones de Octavio
Paz como protagonista de la vida pública mexicana. Se trata, debo decirlo desde
ya, de una exploración documental tan minuciosa que no deja dudas acerca de la permanente
necesidad de Paz por participar, y en muchos casos detonar, el debate cultural
y político en nuestro país, una necesidad que acaso, si nos asomamos a su
biografía, le era congénita, herencia de su abuelo y de su padre.
El libro está segmentado en cuatro grandes apartados con
secuencia cronológica. Gracias a su introducción podemos acceder al resumen
apretado de sus partes: “En el primer capítulo, se pasa breve revista a la
formación de la figura pública de Paz y a la adquisición de su significativa
influencia cultural antes del 68. El segundo se centra en la relación de Paz con
el ánimo radical de los años sesenta y, particularmente, con el movimiento
estudiantil mexicano de 1968. El tercero aborda la trayectoria política de Paz
en los años setenta, periodo en el cual el poeta se transforma en un tribuno y
define su conflictiva relación con gran parte de la izquierda mexicana e
internacional. Finalmente, el cuarto capítulo se ocupa del itinerario polémico
que recorrió Paz en los años ochenta y noventa, y recoge las disputas en torno
a temas como el papel y el tamaño del Estado, la democracia en México, la
política exterior, la caída del socialismo y el controvertido gobierno de
Carlos Salinas”.
Esta inmejorable síntesis del libro, rasgo del ensayo
académico que muchas veces se maneja como si a los lectores no les importaran las
introducciones compendiosas, no observa al menos en la parte citada que Las guerras culturales de Octavio Paz no
nomás sigue la pista del escritor mexicano y su presencia en los foros a su
alcance, sino que reconstruye el clima de época que le tocó vivir, de modo que
González Torres nos adentra en las ideas, las corrientes y los hitos
sociopolíticos —Guerra Civil Española, Segunda Guerra Mundial, Matanza de Tlatelolco,
caída del Muro de Berlín…— que marcaron la atmósfera intelectual respirada por
Paz más o menos desde finales de los veinte hasta el ocaso del siglo XX.
Inscribir la participación del autor de Libertad
bajo palabra en entramados más amplios y complejos ayuda a tener una mayor
inteligencia de sus afanes, no incurrir en el yerro de suponer que sus filias y
sus fobias nacieron y vivieron encerradas en una cápsula.
Como quedó indicado por el propio González Torres, el
primer segmento del libro describe la construcción de su mirada crítica. Cuando
Paz da sus primeros pasos como autor, no tardará en evolucionar “de la crítica
literaria como afición a la crítica como profesión: pasa de ser un comentarista
marginal y a veces intransigente a convertirse en una especie de institución
beligerante”. Esta etapa cubre, más o menos, de 1930 a 1968, cuando el estado
de las ideologías en el mundo, la posición del intelectual y el 68 mexicano obligan
a un reposicionamiento de Paz, quien para entonces extremó su choque con la
izquierda.
En los setenta Paz ya es una figura pública con fama
mundial, y en México fundó Vuelta, la
revista que se convirtió en su búnker. Al final de la década se dio su encontronazo
más conocido: el que en Proceso tuvo contra Monsiváis sobre el papel de la izquierda
nacional. El capítulo final, ya en las épocas del Nobel, describe la
identificación de Paz con la llamada “sociedad abierta”, la cercanía con
Salinas y Televisa además de la pugna Vuelta-Nexos.
Más allá de cualquier simpatía o diferencia pasada o actual con el poeta, el libro de Armando González Torres es una magnífica oportunidad para recorrer la película del siglo XX con Octavio Paz como protagonista.