miércoles, septiembre 28, 2022

Diez notas sueltas sobre periodismo y literatura









Ayer ofrecí en la Biblioteca Arocena —dentro de su ciclo “Libros, buena compañía”— diez ideas sobre la relación periodismo-literatura. Las comparto aquí, aunque obviamente pueden parecer vagas pues no tienen el comentario oral que hice in situ:

Uno. La categoría “periodista”, percibida fuera y dentro del periodismo, no está en crisis. Todos sabemos o imaginamos más o menos qué es un periodista: alguien que investiga, interroga, viaja y escribe a toda velocidad sobre personajes y hechos actuales. Por imperativo del oficio, su estilo debe mostrarse, preferentemente, despojado de florituras, y ser claro, eficaz, rápido. Debe, pues, evitar sinuosidades, rodeos. Su prioridad es el dato, la declaración, el hecho noticioso y, en teoría, la “verdad” incluso en los textos de opinión que trabajan en y con la coyuntura informativa.

Dos. La categoría “periodista” entra en tensión cuando la asociamos a la de “escritor”: “escritor-periodista” o “periodista-escritor”. Cuando un escritor decide incurrir en el periodismo, la situación suele despertar el recelo del gremio, que siente invadido su espacio, sospecha una intrusión, la presencia de un profesional espurio. Al contrario, no es común que el escritor (tal vez acorazado en el prestigioso estatus de artista) vea con inquietud la presencia del periodista en la literatura; lo percibe (creo que lo percibe) como un advenedizo algo inofensivo, como alguien que intenta por fin escribir bien y para la perdurabilidad (Alejandro Páez Varela, Guillermo Chao, Sandra Russo, Jorge Lanata…).

Tres. Los casos híbridos pespuntean por igual, o casi por igual, del periodismo a la literatura y de la literatura al periodismo, y son menos frecuentes: Gabriel García Márquez, Rodolfo Walsh, Elena Poniatowska…, aunque es necesario aclarar que no como redactores de noticias, sino como cronistas, reporteros de investigación o entrevistadores.

Cuatro. De lo anterior se desprende una pregunta: ¿publicar periódicamente hace periodista al escritor? Sí y no. Sí por la frecuencia; no, la mayoría de las veces, por los contenidos, a menos que el escritor trabaje con la coyuntura y produzca textos no atemporales.

Cinco. La crónica es el género que más se presta para la mezcla periodismo-literatura, pues queda a medio camino entre ambos quehaceres. Es un “ornitorrinco”, como la llama Juan Villoro, y esto recuerda el caso del ensayo, el “centauro de los géneros”, como lo calificó Alfonso Reyes.

Seis. Quizá uno de los aportes más importantes del escritor-periodista es su relación con la lengua. Mientras el periodismo tiende a petrificarla por el vértigo de la escritura y la búsqueda de eficacia, la literatura aspira a rehidratarla y extraer de ella todos sus matices posibles, como es el caso de Javier Cercas en su libro Soldados de Salamina. Además, busca evitar, como también postula Cercas, la “dictadura del presente” que nos desliga del pasado y nos lleva al extravío de la memoria.

Siete. ¿Todos los géneros cuadran al escritor-periodista? No. Generalmente es periodismo sólo por la periodicidad, no por el contenido. En su libro La buena compañía, Bárbara Jacobs habla de la columna de Virginia Woolf y señala que son “ensayos”, textos de carácter crítico, no material estrictamente periodístico.

Ocho. La prueba de que el escritor-periodista no trabaja con la coyuntura, sino con la atemporalidad y cierta voluntad de estilo, es el libro. Los temas y el tono de las colaboraciones, o el tono y los temas, favorecen la atemporalidad que luego abre la posibilidad de verterlos en un recipiente: el libro.

Nueve. Unos más, otros quizá menos, muchos escritores que colaboran para la prensa en realidad trabajan para el libro. El compromiso de publicar y los plazos de publicación determinan la viabilidad de los libros que se construyen a cuentagotas, semana tras semana, mes tras mes. Desde hace una buena cantidad de años este tipo de libros abulta la bibliografía de los escritores, aunque sin ocupar el centro de su producción ni, mucho menos, atraer tanto la atención de la crítica especializada. Suelen ser libros de mercado, un poco apéndices bibliográficos de la fama ganada por el escritor. Algunos casos: Jorge Luis Borges, Alfonso Reyes, Octavio Paz, Umberto Eco, Mario Vargas Llosa, Elena Poniatowska, José Joaquín Blanco, Rafael Pérez Gay, José Emilio Pacheco, Vicente Alfonso…

Diez. Un ejemplo entre muchos: Inventario, libro de Juan José Arreola. Contiene textos publicados en la columna “De sol a sol”, de El Sol de México, del sábado 8 de febrero de 1975 al viernes 10 de diciembre de 1976; muy poco después, en 1977, fueron impresos en libro por Grijalbo y siguen legibles.

sábado, septiembre 24, 2022

Consejo de don Arthur




















Entre los libros menos famosos de Schopenhauer hay uno cuyo título no parece de Schopenhauer, sino de Gaby Vargas: El arte de bien vivir. Pero aguas: no nos vayamos con la finta de este título que hoy leemos prejuiciados como estamos por los libros de autoayuda. Es Schopenahuer, así que no se trata de alimento hipocalórico.

De mis recuerdos más duraderos sobre sus páginas (mi edición es Argentina, de 1957, y la leí allá por el ochenta y tantos) está una idea que jamás aprendí bien, la que aquí cito:

“Los únicos males futuros que deben, con razón, alarmarnos, son aquellos cuya llegada y cuyo momento son seguros. Pero hay muy pocos que se encuentran en este caso, porque los males son: o simplemente posibles o a lo sumo verosímiles, o bien son ciertos, pero es dudosa la época de su llegada. Si uno se preocupa de las dos especies de desgracia, no se tiene ya un solo momento de reposo. Por consiguiente, a fin de no perder la tranquilidad de nuestra vida por males cuya existencia o cuya época son indecisos, debemos habituarnos a considerar los unos como si nunca debiesen suceder, y los otros, como si no debiesen ocurrir con seguridad inmediatamente”.

¿Qué hago entonces? Confieso que, aunque lo niegue y me lo niegue, siempre estoy pensando en la muerte. No tanto con miedo, sino con inquietud de pasajero que espera la llegada de ese tren sin tener listo el equipaje. En otras palabras, no temo a la muerte, sólo temo que me agarre a medio cocer, sin consumar todas las tareas que tengo archivadas en la cabeza con el fosforescente post-it de “pendientes”. Ahora bien, ¿cuándo terminan los pendientes de una vida literaria? Sé, porque lo he visto, que entre los escritores, y supongo que entre los artistas en general, suele incrementarse el número de obras en potencia, de trabajo para el futuro a medida que se transita el tramo del envejecimiento. Es decir, que lejos de amainar, la cantidad de chamba posible crece con el tiempo, de ahí que jamás alcance la vida para desahogar todo lo pendiente. Esta es la razón por la que, tras la partida de un escritor, sus archivos suelan quedar tristemente repletos de notas, borradores, proyectos y demás obras inacabadas o incluso en mero estatus de embrión.

Fuera del apremio ante mi finitud, fuera de esa terca incertidumbre, poco me acongoja a grados de nocaut. En resumen, la muerte está bien asumida por este corazón lagunero; lo que apachurra el ánimo es seguir acumulando tareas y proyectos que luego, cuando de plano sean irrealizables, impregnen de desdicha el último suspiro. 


miércoles, septiembre 21, 2022

Habitar en el fragmento

 








Desde hace varios años, los observadores de la realidad al modo más o menos general de los filósofos han notado que la sociedad de nuestro tiempo habita en el fragmento y es incapaz de una atención sostenida y, sobre todo, profunda. Todo lo que nos rodea tiene algo de flashazo, de estímulo que aparece, se sostiene en nuestro interés un lapso brevísimo y de inmediato es reemplazado por otro de similar fugacidad. Esa es la razón de ser de la llamada “creación de contenidos” para los medios y las redes sociales, una necesidad casi patológica (o sin casi) que ahora compartimos millones de personas, prácticamente todos los que cargamos con el fetiche del celular.

La lucha contra el fragmento está casi perdida de antemano principalmente para quienes ya nacieron sobreestimulados por la innumerabilidad de contenidos. Me refiero, obvio, a “contenidos” sin contenido o de contenido fofo como los millones que atestan las redes sociales. Y esto lo digo como conejillo de Indias, autorreferencialmente. Me precio de leer con disciplina y siento orgullo de mi adicción al libro, pero con todo y esto me he sorprendido husmeando retahílas de tiktoks que me hipnotizan con chistoretes, datos raros, escenas involuntariamente chuscas, jugadas deportivas destacadas o mujeres bailando con sensualidad a ritmos de toda índole. El maldito algoritmo sabe cuál es la pedacería de “contenidos” capaz de retener la atención hasta del usuario más rejego.

Tapados hasta la mollera por el dominio del fragmento, ¿qué posibilidades quedan para los esfuerzos sostenidos de concentración? En esta pregunta retórica se juega el destino de la crítica verdaderamente atendible. Quiero decir que, acostumbrados como estamos a ver sólo cachitos de realidad, y además frívolos, es casi imposible articular o atender un discurso crítico sobre nada. Mi visión es, obvio, pesimista: alrededor sólo cunde ruido, desleídas opiniones de opiniones de opiniones, y además mal articuladas, basadas científicamente en un contenido de Tiktok o en un post de Facebook, el que llegó ayer o hace un minuto.

Por eso los pensadores de lo social están alarmados. Ya nadie lee o escucha en serio, sin distraerse, por culpa de la última ráfaga de fragmentos que reclaman atención en el celular.


sábado, septiembre 17, 2022

Machote del futbol

 

 Como un servicio gratuito al gremio periodístico futbolero, ofrecemos aquí un machote de respuestas del jugador de futbol profesional ante los diversos resultados y circunstancias de cada match. Con esto deseamos hacer más fácil la obtención de opiniones después de los partidos. Aplicando entonces los cambios pertinentes (mutatis mutandis, diríase con elegancia), estas respuestas sirven para toda ocasión. Un nota nada impertinente: conviene leer lo que viene con leve acento argentino o uruguasho. 
 1. Respuesta ante un triunfo por marcador estrecho: "Bueno, el partido pudo decidirse para cualquier lado. Los dos equipos jugaron bien, todos metimos la pierna, pero gracias a dios las cosas se nos dieron y logramos el triunfo. Esto se decide con goles y nosotros lo hicimos. Así es el futbol. Y bueno, tampoco podemos estar muy contentos, hay que seguir trabajando. El equipo jugó bien pero todavía nos falta mucho, hay buen ambiente en el grupo y ahora debemos pensar en el siguiente rival. No hemos ganado nada y como te digo, hay que seguir trabajando".
2. Respuesta ante una derrota por marcador estrecho: "Bueno, el partido pudo decidirse para cualquier lado. Los dos equipos jugaron bien, todos metimos la pierna, pero lamentablemente las cosas no se nos dieron y nos vamos con una derrota. Este juego se decide con goles y nosotros no lo hicimos. Así es el futbol. Y bueno, no estamos contentos. El equipo jugó bien pero todavía nos falta mucho, hay buen ambiente en el grupo y ahora hay que pensar en el siguiente rival. No hemos perdido nada y bueno, hay que seguir trabajando".
3. Respuesta ante un triunfo holgado: "Bueno, el equipo jugó bien, propuso el partido, se nos dieron las cosas, el futbol es así, a veces se pierde, a veces se gana, y hoy nos tocó ganar con un marcador amplio. Pareció fácil, pero ellos juegan bien, aunque se desconcentraron después del segundo gol y eso nos abrió el camino para que cayeran los demás tantos. Sin embargo, no hay que cantar victoria, no hemos ganado nada, hay que seguir trabajando. Este resultado nos da confianza. Viene un compromiso difícil y debemos encararlo con seriedad".
4. Respuesta ante una derrota aplastante: "Bueno, el equipo jugó mal, quiso proponer el partido, pero no se nos dieron las cosas, el futbol es así, a veces se pierde, a veces se gana, y hoy nos tocó perder con un marcador amplio. Ellos juegan bien, nosotros nos desconcentramos después del segundo gol y eso abrió el camino para que cayeran los demás tantos. Sin embargo, no hay que lamentarse, no hemos perdido nada, hay que seguir trabajando. Este resultado nos compromete. Viene un compromiso difícil y debemos encararlo con seriedad". 
5. Respuesta ante un empate: "Bueno, no hubo nada para nadie, los dos equipos jugaron bien, lucharon, y al final se van con un punto que, bueno, no es para echar las campanas al vuelo, pero sirve para seguir allí, buscando una buena posición en la tabla. Viene un compromiso difícil, no hay rival pequeño, tenemos que seguir trabajando. El futbol es así, a veces se gana, a veces se pierde, a veces se empata. Hoy nos tocó empatar y bueno, creo que fue un partido muy cerrado".
6. Respuesta ante una victoria con polémicos errores arbitrales: "Bueno, los árbitros también son humanos y se equivocan. Nosotros no tenemos la culpa, propusimos el partido y bueno, el futbol es así, a veces se pierde, a veces se gana, y hoy gracias a dios nos vamos con un triunfo. Sin embargo, hay que seguir trabajando, tenemos que pensar en nuestro próximo compromiso pues todavía no hemos ganado nada".
7. Respuesta ante una derrota con polémicos errores arbitrales: "Bueno, los errores del árbitro nos hicieron mucho daño. Propusimos el partido y ni modo, el futbol es así, a veces se pierde, a veces se gana, y hoy por desgracia nos vamos con una derrota en la que mucho tuvo que ver el pésimo arbitraje. Sin embargo, hay que seguir trabajando, tenemos que pensar en nuestro próximo compromiso pues todavía quedan muchos puntos por disputar. Hay que darle vuelta a la página, mentalizarnos para dejar en el pasado la derrota de hoy".

miércoles, septiembre 07, 2022

Un doodle y veinte cuentos

 







Hace una semana me enteré en Google que Google había homenajeado con un doodle a Julio Ramón Ribeyro (disculpen el trabalenguas). Esa cosa, el doodle, es, según Google, esto: “Los doodles son los divertidos, sorprendentes e incluso a veces espontáneos cambios que se realizan en el logotipo de Google para conmemorar festividades, aniversarios y las vidas de célebres artistas, pioneros y científicos”. El de Ribeyro fue una sorpresa porque siento que el peruano sigue siendo un escritor algo desdeñado pese a que se trata de uno de los mejores cuentistas latinoamericanos del siglo XX y de siempre. Al ver su nombre en el homenaje recordé que hace como diez años lo metí en una lista de cuentos y cuentistas para mí admirables, que hoy comparto.

Toda selección es, obvio, discriminatoria. Ofrezco pues esta lista de veinte cuentos sólo para no terminar recomendando cincuenta o más. De cada autor me gustaría citar varios, pero opté por escoger uno de cada uno para tratar de que cupiera exactamente la veintena.

“La carta robada”, Edgar Allan Poe

 “El Sur”, Jorge Luis Borges

“¡Diles que no me maten!”, Juan Rulfo

“Yzur”, Leopoldo Lugones

“Deshoras”, Julio Cortázar

“Los gallinazos sin plumas”, Julio Ramón Ribeyro

“Escenas en la vida de un monstruo doble”, Vladimir Nabocov

“Enoch Soames”, Max Beerbohm

“El cuervero”, Juan José Arreola

“Tu rastro de sangre en la nieve”, Gabriel García Márquez

“La clave literaria”, María Elvira Bermúdez

“La aventura de las pruebas de imprenta”, Rodolfo Walsh

“La fiesta brava”, José Emilio Pacheco

“El candelabro de plata”, Abelardo Castillo

“La loca y el relato del crimen”, Ricardo Piglia

“La muerte tiene permiso”, Edmundo Valadés

“El crimen de San Alberto”, Fernando Sorrentino

“La muerte”, Mario Benedetti

“El caso de los crímenes sin firma”, Adolfo Pérez Zelaschi

“19 de diciembre de 1971”, Roberto Fontanarrosa

sábado, septiembre 03, 2022

Adiós a Héctor Becerra

 








En noviembre de 1987, hace 35 años, la Universidad Autónoma de Coahuila Unidad Torreón premió a los ganadores de los concursos de literatura Magdalena Mondragón (cuento y ensayo) y de caricatura política Eduardo del Río, “Rius”. La ceremonia se celebró en el edificio del Departamento de Difusión Cultural de la UAdeC, ubicado, en aquel entonces, sobre la calle 12, entre Juárez y Morelos, Torreón. Entre otras personalidades, asistieron Ignacio Trejo Fuentes, jurado de ensayo que eligió como ganador un trabajo de Gilberto Prado Galán, y Salvador Castañeda, escritor lagunero radicado en el Distrito Federal, quien evaluó a los participantes en cuento.

Estuve en la ceremonia como reportero de El Juglar, órgano informativo del departamento cultural de la Universidad pública de nuestra entidad. Me tocó, por ello, escribir la nota principal, y en aquella época todavía sumaba mi segundo nombre, “Eduardo”, en la firma. Uno de los ganadores en caricatura fue Héctor Becerra Delgado, y fue allí, en aquella ceremonia, donde lo conocí. Luego nos encontraríamos muchas veces en la Ibero Torreón (de donde egresó y fue maestro), en actividades culturales diversas o en la radiodifusora en la que tantos años trabajó y donde se convirtió en un referente lagunero del comentario sobre rock y cine.

Recién, como sabemos, la radiofonía y la cultura laguneras han perdido a Héctor Becerra. La noticia de su partida fue un sacudón entre nosotros, una de esas malas nuevas que no podemos creer a la primera. Tenía 55 años, y por su actitud y hasta por su modo de vestir siempre nos daba, creo que a todos, una impresión de frescura juvenil poco o nada próxima a la idea de la muerte. Por esto no fueron pocas las expresiones de sorpresa que cundieron sobre todo por las redes sociales, ámbito en el que Héctor también se manejaba con soltura. Amigas y amigos, incluso personas que lo conocían sólo como voz detrás de un micrófono, expresaron de inmediato y por varios días el sentimiento que los/nos embargaba. Ante tantas y tan variadas manifestaciones de cariño y respeto era imposible no afianzar una certeza: Héctor había labrado bien la tierra de la amistad, se había dado a querer por todos los que alguna vez tuvimos la oportunidad de tratarlo en cualquier parte.

La última vez que pude conversar con él se dio hace poco más de un año. Invitados ambos por nuestra común amiga Lucila Navarrete a un breve campamento en La Flor de Jimulco, el contingente viajó en dos autos. No recuerdo por qué, en el regreso yo venía con mayor disponibilidad de espacio en mi vehículo y le dije a Héctor que me acompañara. Conversamos durante ese retorno a Torreón y confirmé lo que ya intuía: que a diferencia de otras personas ante las que mi realidad suele no importar y en situaciones de ese tipo (un viaje) me obligan a preguntar irremediablemente sobre sus vidas para no caer en incómodos baches de silencio, Héctor no dejó de mostrar genuino interés por mis actividades, por mis hijas, por mis amigos de literatura. Era un entrevistador nato, amable, respetuoso.

Hoy ya no está entre nosotros, pero es seguro que su recuerdo nos acompañará a todos los que alguna vez, poco o mucho, lo tratamos. Descanse en paz Héctor Becerra Delgado, y gracias por su inteligencia y su cordialidad.