Ayer
ofrecí en la Biblioteca Arocena —dentro de su ciclo “Libros, buena compañía”— diez
ideas sobre la relación periodismo-literatura. Las comparto aquí, aunque obviamente pueden parecer vagas pues no tienen el comentario oral que hice in situ:
Uno.
La categoría “periodista”, percibida fuera y dentro del periodismo, no está en
crisis. Todos sabemos o imaginamos más o menos qué es un periodista: alguien
que investiga, interroga, viaja y escribe a toda velocidad sobre personajes y
hechos actuales. Por imperativo del oficio, su estilo debe mostrarse, preferentemente,
despojado de florituras, y ser claro, eficaz, rápido. Debe, pues, evitar
sinuosidades, rodeos. Su prioridad es el dato, la declaración, el hecho
noticioso y, en teoría, la “verdad” incluso en los textos de opinión que
trabajan en y con la coyuntura informativa.
Dos.
La categoría “periodista” entra en tensión cuando la asociamos a la de “escritor”:
“escritor-periodista” o “periodista-escritor”. Cuando un escritor decide
incurrir en el periodismo, la situación suele despertar el recelo del gremio,
que siente invadido su espacio, sospecha una intrusión, la presencia de un profesional
espurio. Al contrario, no es común que el escritor (tal vez acorazado en el prestigioso
estatus de artista) vea con inquietud la presencia del periodista en la
literatura; lo percibe (creo que lo percibe) como un advenedizo algo
inofensivo, como alguien que intenta por fin escribir bien y para la
perdurabilidad (Alejandro Páez Varela, Guillermo Chao, Sandra Russo, Jorge
Lanata…).
Tres.
Los casos híbridos pespuntean por igual, o casi por igual, del periodismo a la
literatura y de la literatura al periodismo, y son menos frecuentes: Gabriel
García Márquez, Rodolfo Walsh, Elena Poniatowska…, aunque es necesario aclarar
que no como redactores de noticias, sino como cronistas, reporteros de
investigación o entrevistadores.
Cuatro.
De lo anterior se desprende una pregunta: ¿publicar periódicamente hace
periodista al escritor? Sí y no. Sí por la frecuencia; no, la mayoría de las
veces, por los contenidos, a menos que el escritor trabaje con la coyuntura y
produzca textos no atemporales.
Cinco.
La crónica es el género que más se presta para la mezcla periodismo-literatura,
pues queda a medio camino entre ambos quehaceres. Es un “ornitorrinco”, como la
llama Juan Villoro, y esto recuerda el caso del ensayo, el “centauro de los
géneros”, como lo calificó Alfonso Reyes.
Seis.
Quizá uno de los aportes más importantes del escritor-periodista es su relación
con la lengua. Mientras el periodismo tiende a petrificarla por el vértigo de
la escritura y la búsqueda de eficacia, la literatura aspira a rehidratarla y
extraer de ella todos sus matices posibles, como es el caso de Javier Cercas en
su libro Soldados de Salamina. Además,
busca evitar, como también postula Cercas, la “dictadura del presente” que nos
desliga del pasado y nos lleva al extravío de la memoria.
Siete.
¿Todos los géneros cuadran al escritor-periodista? No. Generalmente es
periodismo sólo por la periodicidad, no por el contenido. En su libro La buena compañía, Bárbara Jacobs habla
de la columna de Virginia Woolf y señala que son “ensayos”, textos de carácter
crítico, no material estrictamente periodístico.
Ocho.
La prueba de que el escritor-periodista no trabaja con la coyuntura, sino con
la atemporalidad y cierta voluntad de estilo, es el libro. Los temas y el tono
de las colaboraciones, o el tono y los temas, favorecen la atemporalidad que
luego abre la posibilidad de verterlos en un recipiente: el libro.
Nueve.
Unos más, otros quizá menos, muchos escritores que colaboran para la prensa en
realidad trabajan para el libro. El compromiso de publicar y los plazos de
publicación determinan la viabilidad de los libros que se construyen a
cuentagotas, semana tras semana, mes tras mes. Desde hace una buena cantidad de
años este tipo de libros abulta la bibliografía de los escritores, aunque sin
ocupar el centro de su producción ni, mucho menos, atraer tanto la atención de la
crítica especializada. Suelen ser libros de mercado, un poco apéndices bibliográficos de la fama ganada por el escritor. Algunos casos: Jorge Luis Borges,
Alfonso Reyes, Octavio Paz, Umberto Eco, Mario Vargas Llosa, Elena Poniatowska,
José Joaquín Blanco, Rafael Pérez Gay, José Emilio Pacheco, Vicente Alfonso…
Diez. Un ejemplo entre muchos: Inventario, libro de Juan José Arreola. Contiene textos publicados en la columna “De sol a sol”, de El Sol de México, del sábado 8 de febrero de 1975 al viernes 10 de diciembre de 1976; muy poco después, en 1977, fueron impresos en libro por Grijalbo y siguen legibles.