Para
seguir cerca de los memes habituales en este mes, recuerdo que Julio Iglesias
hizo famosa la canción del estribillo “Tropecé de nuevo y con la misma piedra”.
No se me ocurre mejor frase para enunciar de manera sintética lo que ha pasado
con la selección mexicana en la Copa América 2024. Una vez más, ya por enésima,
el equipo de nuestro país se queda en el camino mucho antes de lo que se
esperaba, lo que nos produce una sensación de déjà vu que ya se está
convirtiendo en el pan de cada torneo en el que participa.
Soy
de los que, por razones que la razón no entiende, ven los partidos oficiales de
la selección con algo muy parecido a la fe religiosa. Por supuesto que no llego
al desgarramiento de mis vestiduras, pero siempre que hay algo de por medio,
cuando los partidos no son de los que llaman “amistosos”, me aíslo frente al
televisor anhelante de triunfos tricolores. Ha pasado incluso que despierto en
la madrugada para ver los encuentros que se juegan del otro lado de planeta. Se
trata entonces de una extraña tendencia al masoquismo.
Así
la realidad, y si recapitulo lo sucedido, me doy cuenta de que nuevamente nos
faltó un pelo para seguir adelante. Como en otras ocasiones, un gol en contra,
un gol que no cae a favor, un penal de Robben, un leve descuido atrás, es
decir, un detalle relativamente nimio nos fulmina. Por ejemplo, ahora nos faltó
cualquiera de estos diminutos logros, no hazañas: un gol más ante Jamaica; no
errar el penal frente a Venezuela; un gol ante Ecuador.
Pese
a que México no jugó bien y casi todo dependió del riñón más que del cráneo, en
general se vio mejor (no mucho mejor) que sus rivales. Debió pasar en primer
lugar de su grupo, pero se quedó corto de presupuesto por monedas, por casi
nada, y esto es lo que más amarga.
Hoy
se buscan culpables del fracaso y al primero que hallamos es a Lozano. Soy de
esta idea: la selección estará mejor cuando veamos una Liga digna del dinero
que genera. Tiene todo: estadios, publicidad, público, buenos jugadores, pero
deben echarse abajo aberraciones como la eliminación del descenso. También,
obligar a la formación de jóvenes y reducir el número de fuereños.
En fin. El enojo me mueve a pensar en lo que quizá no tiene remedio.