Antonio García Villarán es un pintor y profesor de arte
español dedicado también a la crítica. No sé mucho sobre él, pero conozco sus
opiniones y lo digo si demora: estoy casi totalmente de acuerdo con lo que afirma.
El espacio que usa para divulgar sus pareceres es, sobre todo, YouTube, y como
sus videos suelen tener muchas visitas, creo que es viable considerarlo, en la
terminología hoy de moda, “youtuber”. Hasta donde sé, García Villarán acuñó un
neologismo feliz: “hamparte” —formado por las palabras “hampa” y “arte”—, con
el cual designa a los hampones del arte, a los filibusteros que con un talento
minúsculo (o sin él) se cuelan a las galerías y triunfan en el mercado gracias
a la depravación de los parámetros estéticos.
Los videos de García Villarán tienen, como es común en
los productos de este tipo, un acabado rústico pero sumamente eficaz. Él, con un
estilo algo excéntrico, aparece a cuadro en su estudio y propone hablar sobre
tal o cual artista plástico. Con una edición vertiginosa de imágenes e
intercortes sin continuidad exacta, pespuntea de lo que afirma en primer plano
a ejemplos de la obra y del artista examinados. En el fluido discursivo suma
imágenes burlonas y uno que otro efecto especial también deliberadamente
rupestre, pues sabe que el mérito de su trabajo en YouTube no está en la forma
de las cápsulas, sino en la sensatez y el humor de los análisis.
En México su equivalente más cercano es Avelina Lesper,
con quien ha dialogado, pues ambos apuntan hacia la misma denuncia del arte engañabobos
que en la actualidad ataca como lepra al arte digno de este nombre o al menos
meritorio. Con ambos podemos estar en desacuerdo en la valoración de una obra u
otra, pero creo que estaremos muy en sintonía con ellos cuando analizan
mamarrachos pictóricos, escultóricos, instalaciones, intervenciones,
performances y otros engendros con menos arte que un escupitajo pero
justificados con teorías que no por su gravedad expositiva dejan de ser
cómicas. Ciertamente, las virtudes que es posible atribuir a tales obras siempre
son “posteriores”, como dice Borges en “El Aleph” cuando Daneri pondera la
excelsitud de su cojitranco poema.
Queda claro que el crítico español (andaluz) no la
emprende contra los artistas amataurs que quizá con fines terapéuticos, poco talento y gran
esfuerzo intentan plasmar algo sin la pretensión de recalar en una galería y además
obtener gordos dividendos en metálico, sino contra aquellos que, sin talento ni preparación,
eyectan cualquier inmundicia, luego inventan una paparrucha seudoacadémica y al
final depositan toda su fe en el altar de la mercadotecnia. Así, los
“hampartistas” presentan proyectos estrafalarios en galerías y museos donde se
da cita, vino tinto en mano y gesto adusto, la complicidad de críticos,
curadores, empresarios, publicistas y demás delincuencia organizada organizada
para engañar a un público ansioso de novedad y “ruptura”.
Hay numerosos ejemplos del trabajo en video acometido por Antonio García Villarán. Insisto en señalar que adhiero a muchas de sus posiciones, y sólo por destacar alguna de las piezas, cito la referida a un artista (llamémosle tentativamente así) brasileño de apellido Romero Britto. Podemos acceder al comentario en el post “Sobrevalorado e infantiloide. La obra millonaria de Romero Britto. Miami. ¿Arte?” Comprobaremos allí que —pese a la obvia pésima calidad de un cabezón que apenas puede manejar las pinturas Vinci— no está de más explicar el inexplicable alto precio alcanzado por cierta mierda en los aguantaderos del hamparte.