En noviembre de 1987, hace 35 años,
la Universidad Autónoma de Coahuila Unidad Torreón premió a los ganadores de
los concursos de literatura Magdalena Mondragón (cuento y ensayo) y de
caricatura política Eduardo del Río, “Rius”. La ceremonia se celebró en el
edificio del Departamento de Difusión Cultural de la UAdeC, ubicado, en aquel
entonces, sobre la calle 12, entre Juárez y Morelos, Torreón. Entre otras
personalidades, asistieron Ignacio Trejo Fuentes, jurado de ensayo que eligió
como ganador un trabajo de Gilberto Prado Galán, y Salvador Castañeda, escritor
lagunero radicado en el Distrito Federal, quien evaluó a los participantes en
cuento.
Estuve en la ceremonia como reportero
de El Juglar, órgano informativo del
departamento cultural de la Universidad pública de nuestra entidad. Me tocó,
por ello, escribir la nota principal, y en aquella época todavía sumaba mi
segundo nombre, “Eduardo”, en la firma. Uno de los ganadores en caricatura fue
Héctor Becerra Delgado, y fue allí, en aquella ceremonia, donde lo conocí.
Luego nos encontraríamos muchas veces en la Ibero Torreón (de donde egresó y
fue maestro), en actividades culturales diversas o en la radiodifusora en la
que tantos años trabajó y donde se convirtió en un referente lagunero del
comentario sobre rock y cine.
Recién, como sabemos, la radiofonía y
la cultura laguneras han perdido a Héctor Becerra. La noticia de su partida fue
un sacudón entre nosotros, una de esas malas nuevas que no podemos creer a la
primera. Tenía 55 años, y por su actitud y hasta por su modo de vestir siempre
nos daba, creo que a todos, una impresión de frescura juvenil poco o nada próxima
a la idea de la muerte. Por esto no fueron pocas las expresiones de sorpresa
que cundieron sobre todo por las redes sociales, ámbito en el que Héctor
también se manejaba con soltura. Amigas y amigos, incluso personas que lo
conocían sólo como voz detrás de un micrófono, expresaron de inmediato y por
varios días el sentimiento que los/nos embargaba. Ante tantas y tan variadas
manifestaciones de cariño y respeto era imposible no afianzar una certeza:
Héctor había labrado bien la tierra de la amistad, se había dado a querer por
todos los que alguna vez tuvimos la oportunidad de tratarlo en cualquier parte.
La última vez que pude conversar con
él se dio hace poco más de un año. Invitados ambos por nuestra común amiga
Lucila Navarrete a un breve campamento en La Flor de Jimulco, el contingente
viajó en dos autos. No recuerdo por qué, en el regreso yo venía con mayor
disponibilidad de espacio en mi vehículo y le dije a Héctor que me acompañara.
Conversamos durante ese retorno a Torreón y confirmé lo que ya intuía: que a
diferencia de otras personas ante las que mi realidad suele no importar y en
situaciones de ese tipo (un viaje) me obligan a preguntar irremediablemente sobre
sus vidas para no caer en incómodos baches de silencio, Héctor no dejó de mostrar
genuino interés por mis actividades, por mis hijas, por mis amigos de
literatura. Era un entrevistador nato, amable, respetuoso.
Hoy ya no está entre nosotros, pero es seguro que su recuerdo nos acompañará a todos los que alguna vez, poco o mucho, lo tratamos. Descanse en paz Héctor Becerra Delgado, y gracias por su inteligencia y su cordialidad.