sábado, abril 20, 2024

Notas para el himno del IMSS

 








Contra mi costumbre, pues soy un hombre de palabras y no de cifras, comienzo este saludo con algunos números. El primero es un dato que suelo compartir a mis alumnos para tratar de que su orgullo por nuestra lengua se vea robustecido, más ahora frente a los embates del inglés, idioma que en todos lados mete su cuchara. Pues bien, les comento que el país con más hispanohablantes del planeta es México. Esto es obvio, pero mis alumnos suelen no saberlo. Nuestro país ocupa ese primer lugar sencillamente porque es el país hispanohablante más poblado, esto con 130 millones de habitantes. Otras naciones están muy lejos de nosotros: Colombia tiene 52 millones de hispanohablantes; Argentina, 45 millones; Cuba, 12; Nicaragua, 6; Uruguay, 4, por citar sólo algunos ejemplos con cifras redondeadas. Incluso España, el país donde nació nuestra lengua hace poco más de mil años, tiene apenas 47 millones, y algunos en conflicto porque prefieren hablar y escribir en gallego, vasco o catalán, no en español.

¿Por qué traigo los datos ya citados a la ocasión que nos convoca esta mañana? Sólo para enfatizar que en algunos rubros nuestro país es un país inmenso, casi inalcanzable por la mayoría de las naciones del mundo, no se diga de Latinoamérica. Dados el tamaño de nuestro territorio y de nuestra población, no debería resultarnos extraño —y sí enorgullecernos— la calidad de nuestra cultura y el valor de muchas de nuestras instituciones. Una de ellas, no la menos importante, es precisamente el Instituto Mexicano del Seguro Social.

Supongo que todos sabemos de qué hablamos cuando hablamos del IMSS; miles más, miles menos, el Instituto tiene un padrón de más de 50 millones de derechohabientes, cifra muchas veces mayor, como ya vimos, a la cantidad de habitantes de varios países latinoamericanos juntos. Para atender a tal universo de ciudadanos, el IMSS cuenta con más de medio millón de trabajadores y se multiplica en todo el suelo nacional en una infraestructura de miles de edificios entre hospitales, clínicas, consultorios y espacios administrativos. Esta es la razón por la que nuestro Seguro Social es el más grande de América Latina, y por mucho.

Luego entonces, cómo no voy a sentirme honrado, y todavía muy sorprendido, de haber escrito hace casi un cuarto de siglo la letra de su himno, una pieza literaria que es la síntesis de su labor, el santo y seña poético del bienestar que a diario derrama sobre México. Esto me lleva a recordar, así sea brevemente, cómo nació el himno, por qué escribí lo que escribí.

Ha pasado un cuarto de siglo desde que un sábado por la noche me senté a urdir las estrofas del himno. Semanas antes, creo que de casualidad, me encontré con Ricardo Serna y él me comentó que el IMSS había convocado a un concurso nacional para crear la letra y la música de un himno. Me comentó que, si me interesaba, yo podía escribir una letra a la que él añadiría la música. Pasaron los días y, entre mis actividades de aquellos años (dar clases, escribir para la prensa, editar libros, es decir, lo mismo que hago hoy) traté de incluir la escritura del himno. Le di vueltas en la cabeza y no localizaba la idea justa, así que pospuse la escritura de los versos. Sólo me rondaba una intuición, cierta corazonada sobre el uso del lenguaje que se requería para cuajar la letra. Los días transcurrieron y llegó un fin de semana en el que, gracias al todavía razonable tamaño de nuestra ciudad, me topé otra vez de casualidad con Ricardo Serna. En la plaza de la colonia Margaritas, lo recuerdo, él paseaba a su hija y yo a la mía. Coincidimos en el área de los columpios, y fue allí, mientras ambos mecíamos a nuestras respectivas hijas, donde Ricardo me comentó que la convocatoria del IMSS estaba por cerrar. Sin saber por qué, le respondí que no tardaría más, que en unos días o en unas horas le daría la letra. Ya con prisa, pensé en lo que llevaba pensado, en la corazonada de la que hablé hace diez renglones: el lenguaje de la letra no podía ceñirse al argot administrativo o técnico, a las palabras que son inevitables en la comunicación institucional pero que no son pertinentes en la confección poética de un himno. Es decir, no sabía qué palabras iba a usar, pero sí sabía qué palabras no iba a usar, palabras como eficiencia, desarrollo, servicio, tecnología, organización y otras que acaso son ineludibles en informes y documentos de carácter administrativo o técnico, como ya señalé, pero no en el arte. Ese era mi punto de partida, y no tenía más, no tenía el tema o asunto que vertebraría la composición. Busqué algunos datos, exploré en la historia del Instituto, pero no me fue fácil dar con la idea definitiva. Así pues, como en el cuento “La carta robada” de Edgar Alan Poe, no encontraba la idea precisamente porque la tenía frente a mí, era obvia: vi el logo, el símbolo del IMSS, y en ese momento sentí un inmenso eureka en mi corazón. Dije: aquí está el himno, en los hermosos trazos del águila, la madre y su retoño que son el insuperable emblema creado por Federico Cantú, artista regiomontano.

Lo que siguió fue avanzar de lo general a lo particular, sugerir que el águila, centro de nuestra bandera, simboliza al país; que la madre es el Instituto y que el o la bebé somos nosotros, los ciudadanos protegidos por las alas del águila y los brazos y el regazo de lo mejor que tiene nuestro país: la madre.

Al escribir recordé lo mucho que me impresionaba la escultura de piedra del IMSS ubicado al lado del bulevar Miguel Alemán, junto al hospital del Seguro en Gómez Palacio. Yo era niño, mi madre me llevaba a las consultas con el tarjetón rosa a la mano, y poco más adelante, cuando ya adolescente iba a jugar futbol y a nadar en la alberca del IMSS, servicio que también disfruté, salía de allí y la escultura me intrigaba, era un símbolo muy poderoso delante de mi percepción de niño azorado ante el arte monumental.

Terminé de escribir las tres estrofas y el coro, lo que indicaba la convocatoria; después los pulí y al final envié la letra a Ricardo, quien le añadió una melodía perfecta, dulce y enérgica a la vez, viva y estimulante. Él podrá contarnos cómo procedió para vestir el desarrollo de los versos, qué hizo para realzarla con el trazo musical que fluye de la suavidad a un in crescendo heroico.

Lo demás es parte de otra historia. El resultado nos llegó un domingo, nuestro himno se había impuesto ante más de 150 participantes, y poco después viajamos a la Ciudad de México, donde en el Auditorio del IMSS nos premiaron y la orquesta filarmónica del Estado de México, dirigida por el maestro Fernando Lozano, interpretó el himno para hacer allí mismo, en vivo, la grabación oficial.

Hace 24 años ocurrió lo que he narrado aquí. Y sigo asombrado: nací en un hospital del IMSS, mi madre me llevaba a consulta con los médicos del IMSS, hice deporte en las instalaciones del IMSS, muchas veces de niño vi con delectación la escultura del símbolo en el IMSS gomezpalatino y al comienzo de este siglo escribí el himno del IMSS, la instancia de salud pública más grande del mundo hispánico. No puedo no estar agradecido con todo esto, y por supuesto lo siento como un privilegio que me desborda, como uno de los mejores frutos de mi indeclinable amor al castellano.

No hace tanto, la Clínica de Especialidades del IMSS en Torreón me obsequió un reconocimiento gracias a la iniciativa del licenciado Edson Calderón, abogado del IMSS y hombre sensible al arte, a quien aquí reitero un agradecimiento dado su permanente esfuerzo por visibilizar la coautoría lagunera del himno. Muchas gracias ahora, por último, al IMSS por ser el corazón de México, su pilar más importante, y mi gratitud para ustedes por la amabilidad de su presencia en esta ceremonia.

Comarca Lagunera, 10, abril, 2024