Una de las virtudes de la buena literatura, y por extensión de todo buen producto narrativo incluso audiovisual, es la de trabajar con las pasiones humanas sin incurrir en maniqueísmos. En la medida de lo posible, y lo posible en este caso siempre es muy posible, los personajes deben estar atravesados, como en la vida real, por sentimientos contradictorios, confusos. Habrá personas que en la realidad ocupan los extremos del bien o el mal, pero son raras. Lo común es que la mayoría se mueva —nos movamos— en escalas donde se torna ambigua nuestra condición: hoy podemos ser cobardes, pero luego tener un rapto de valentía; hoy podemos ser generosos, mañana mezquinos.
Recién
el sábado compartí a mis alumnos los datos generales del libro Aforismos, de Tolstoi. Lo tradujo del
ruso y lo prologó Selma Ancira, y fue allí donde apareció la oportunidad para
recodar que ella es hija de Carlos Ancira, actor que seguramente conocían sólo
los participantes de mayor edad en el grupo. Y así fue. Añadí que fue un
tremendo actor, y de golpe me llegó el recuerdo de Los salvajes, película mexicana del 58 dirigida por Rafael Baledón. Les dije que la vieran,
pues en ella era muy visible que casi ningún personaje es unidimensional.
La
sinopsis no es necesaria, pues la cinta está disponible gratis y con buena
calidad en YouTube. Baste señalar que es obvia la dureza y el maltrato
dispensado por Pedro Matías (Pedro Armendáriz) a todos los que lo rodean. Doña
Ana (Anita Blanch), la madre, es una mujer seca, amargada, devota y cruel a la
hora de ver por los intereses de su familia. Jaime (Carlos Baena), hermano de
Pedro, es alegre, tiene mejor actitud, pero es fácil víctima de sus impulsos
hedonistas. Yadira (María Esquivel), esposa forzada de Pedro, es dulce,
ingenua, pero en el infierno de insatisfacción donde vive no es difícil que
sucumba a la tentación carnal con el mismísimo hermano de su esposo. Pepeto
(Carlos Ancira) tiene retraso y no es consciente de lo que hace, pero sea como
sea soborna a una criada para que le conceda sus favores.
No hay en el reparto de roles ni un solo personaje al que no podamos comprender en su caída. Centremos la mirada en Yadira: es verdad que ella engaña, que busca el encuentro con Jaime, es decir, que falla, pero no es menos verdad que había quedado sin opciones luego de que su padre pone precio a su destino casándola con un sujeto rico y bestial. En el arte, los personajes deben ser complejos, ambiguos, no héroes ni villanos a secas.