miércoles, abril 12, 2023

Su reacción cuando le dije











El celular tiene, nadie lo ignora, un cuaderno de notas. Como no uso diario, en esas páginas digitales he aprendido a tomar apuntes y he logrado urdir borradores de textos más o menos breves. A veces se acumulan tantos que se “traspapelan” (es un decir) y quedan olvidados entre los más de 200 garabatos allí guardados. El fin de semana hice una purga y encontré una serie de microtextos que no supe cuándo escribí ni para qué iban a servir. Pronto recordé que fueron ejercicios realizados en una sala de espera y basaban su efecto dizque cómico en un meme que me gustó: el de un mono con cara de sorprendido al que abajo se le cuelga un mensaje complementario.

El meme, lo sabemos, es hoy todo un género icónico-literario, quizá el más innovador de nuestro tiempo porque cualquiera puede hacerlo y difundirlo gratis. Toda la realidad es su temática, y sobra decir que en su simplona burla puede llevar implícita una crítica. Imaginemos pues al chango sorprendido y abajo de la imagen estos pies que nunca usé:

Su reacción cuando le dije que en mi adolescencia usé unos zapatos Exorcista.

Su relación cuando le dije que yo le voy a Putin en la guerra.

Su reacción cuando le dije que suspenderemos el Spotify familiar porque tengo una colección de casetes que todavía sirven.

Su reacción cuando le dije que no se pensionará con la ley de 1973.

Su reacción cuando le dije que André Marín es el mejor comentarista deportivo de México.

Su reacción cuando le dije que los bancos inventaron el nauseabundo verbo “aperturar”.

Su reacción cuando le dije que ya no le permitiría leer ni un libro más de César Lozano.

Su reacción cuando le dije que al llegar al cielo ni Dios lo reconocerá si sigue usando tantos filtros.

Su reacción cuando le dije que los likes no sirven para nada.

Su reacción cuando le dije que la toga y el birrete de las graduaciones son una copia chafa de la cultura gringa.

El meme, claro, no es lo mismo sin imagen, y de hecho casi tiene una relación 50/50 con la parte escrita. Su superabundancia ya no nos permite apreciar, leer correctamente, la sintética armazón que supone. Hay muchos muy buenos, y otro de sus rasgos, quizá el más común, es que podemos encontrarlos donde sea.