miércoles, agosto 02, 2023

Cajita de saldiuvas










El jueves escribí este post: En la Casa Juárez vi este hermoso adorno (una caja antigua de sal de uvas Picot) que detonó en mí, proustianamente, un recuerdo de la infancia. A la sal de uvas Picot la mencionábamos en masculino: “Tómate un sal de uvas”, y ya no decíamos “Picot”, pues se suponía que la única sal de uvas era la de esa marca. También recuerdo que no se oía “sal de uvas”, sino como una sola palabra: “saldiuvas”. Esa empresa produjo durante muchos años unos cancioneros con los éxitos musicales del momento, pero fueron famosos antes de que yo naciera. Lo que sí recuerdo, y conservo, es el cancionero Bimbo que circuló en los setenta, con prólogo y notas de Sergio Romano, un locutor con peluquín que luego saldría en programas de Imevisión. El librito me impresionaba, y por eso lo conservo: me parecía increíble poder leer las canciones famosas del repertorio mexicano, como si el sonido se materializara allí en papel y tinta. En un mundo ágrafo y sin publicaciones a la mano, ese cancionero fue para mí una forma de acceder a la literatura que se defiende sola, sin la muleta de la música. Todo lector comienza de algún modo: yo comencé con el periódico La Opinión (hoy Milenio Laguna), revistas de futbol y el cancionero Bimbo.

Las respuestas a este comentario fueron inmediatas.

Claudia Tellaeche, desde Chihuahua, señala que tiene una cajita idéntica: “Yo lo veo a diario en mi cocina, me encanta, es un tesoro obtenido de la tienda de mi bisabuelo”.

Juanjo Rodríguez, escritor mazatleco, agregó: “Sergio Romano acabó en la tele local de Hermosillo, ya sin peluquín, con un programa propio… y creo que lo anunciaba Lily Téllez. Por cierto, la empresa de sal de uvas Picot era un tejaban con unas señoras en la ciudad de México que revolvían las sales y pegaban ahí mismo las etiquetas. El dueño se hizo rico gracias un comercial de los inicios de la radio que lo invento Cri Cri, que era locutor y productor a ratos: ‘Cuando aprieta el ardor, y el calor es agobiante, tome algo refrescante, con sal de uvas Picot’. Se volvió un éxito ese anuncio y también el producto. Lo leí en las memorias de don Gabilondo Soler, que son muy divertidas”.

Zita Barragán, escritora de Durango, apuntó: “Debí conservar mis cancioneros Picot, no sé qué hice con ellos. ‘La mandíbula batiente, llaman a Chencho Mejía, porque come todo el día y luego se siente mal, atacado por agudo malestar estomacal. Oh, y ahora ¿quién me lo quita? Te lo quita Burbujita, de la sal de uvas Picot”.

Toda esta memoria colectiva por culpa de un adorno y la palabra “Picot”.