Generoso como soy, en menos de un año me he obsequiado
esto: leer tres libros de Armando González Torres (Ciudad de México, 1964).
Comencé con Las guerras culturales de
Octavio Paz (El Colegio de México, México, 2014, 191 pp.), seguí con La lectura y la sospecha. Ensayos sobre
creatividad y vida intelectual (Cal y arena, México, 164 pp.) y hace unas
semanas di cierre a La pequeña tradición.
Apuntes sobre literatura mexicana (UNAM/Equilibrista, México, 134 pp.). El
primero es un ensayo académico, el segundo colinda con el ensayo de vida
cotidiana (como diría José Joaquín Blanco) y el tercero podría ser ubicado sin
errar en el ensayo literario próximo al retrato. Sean lo que sean y más allá de
su condición genérica, los tres son libros que me depararon el gusto de leer a
un escritor agudo, erudito y fino al mismo tiempo.
También poeta, González Torres ha seguido durante
varias décadas un itinerario que lo destaca como crítico de nuestra literatura.
Sin aspavientos, sin filias ni fobias de capilla o hígado solitario y kamikaze,
su obra ha venido consignando los rasgos ocultos y sobresalientes de escritores
todavía presentes y otros un tanto olvidados, como puede notarse en La pequeña tradición. Junto con su
delicadeza crítica, me gusta encontrar, y por ello destacar, la pulcritud y
belleza de su prosa, una prosa de ensayista que no condesciende a las
jerigonzas intragables de cierta crítica ni a las anfractuosidades de estilo
que hacen difícil lo sencillo nomás para apantallar incautos.
En La pequeña
tradición asistimos a una mesa con 18 aproximaciones administradas en dos
segmentos: “Sombras fundadoras” e “Inevitablemente modernos”. La primera
contiene, como lo insinúa el adjetivo “fundadoras”, sobrevuelos en torno a
escritores cuyo desarrollo se dio principalmente en la primera mitad del XX. Son
(el prácticamente olvidado) Carlos Díaz Dufoo, Alfonso Reyes, Salvador Novo,
Xavier Villaurrutia, José Gorostiza, Jorge Cuesta, Rubén Salazar Mallén (otro
muy olvidado) y José Revueltas. La segunda parte es más amplia y contiene
autores de la generación de medio siglo en adelante: Juan Vicente Melo,
Alejandro Rossi, Jorge Ibargüengoitia, José de la Colina, Gerardo Deniz,
Eduardo Lizalde, Manuel Ponce (muy desconocido), Francisco Cervantes, Salvador
Elizondo y Ramón Xirau.
El abanico es amplio, y lo mismo convoca a escritores
todoterreno, como Reyes, que a escritores identificados con un solo género e
incluso con una sola obra, como Gorostiza.
Este engarce de retratos procede como alambique: en cada pieza se ha destilado la esencia de los escritores que entran en la mirilla de González Torres. No es un repaso exhaustivo de cada uno (como ocurrió en el libro sobre Paz), sino la focalización de los rasgos que mejor ayudarían a percibir excepcionalidades ora de carácter, ora de orientación estética, ora de libros claves y ora hasta de defectos. No traigo ejemplos por falta de espacio y también porque todo el libro es bueno, claro y puntual en lo que afirma. Lo he leído con sosegado placer y para quienes gustan del ensayo literario está, como dicen los argentinos, para alquilar balcones.