He dicho en varios
lugares —tantos cómo he podido— que la literatura lagunera goza de excelentes
cultores pese a sus pocas circunstancias favorables, es decir, pese a que no
tiene editoriales, escuelas de letras, suplementos literarios en los periódicos
e incluso lo básico: suficientes librerías. Por eso celebro, insisto, que
nuestra estepa haya sido y siga siendo tierra fértil de escritores que aquí y
allá han producido una obra diversa y por suerte, ya, asaz reconocida.
Esto que afirmo lo comprobé el pasado 26 de
diciembre. Como quizá algunos saben, mis amigos Fernando Fabio Sánchez y
Gerardo García Muñoz, ambos laguneros, trabajan en universidades de EUA y
vienen cada que pueden a su tierra. Siempre nos vemos para conversar, pero
ahora planeamos presentar un libro en fecha anómala sólo para ver si
funcionaba, casi como un experimento. Decidimos presentar el libro Latinoir (Nitro-Press/UANL,
2018) en un bar, dado que los centros culturales vacacionan, y hacer ruido en
las redes sociales. La sorpresa que nos llevamos en lo relativo a la asistencia
fue mayúscula: además de amables lectores conocidos y desconocidos, se
apersonaron amigos escritores y académicos que son testimonio vivo de lo que
afirmé hace algunos renglones. Entre los escritores asistentes, sumados los de
quienes presentamos, fácilmente había una producción de cerca de cien libros de
ensayo, poesía, cuento, novela, periodismo, teatro y varia invención.
Asimismo, aproximadamente treinta premios nacionales e internacionales de
literatura, varios doctorados y maestrías en letras y un académico de la
lengua. Se trató entonces de un público apabullante y enorgullecedor.
Estuvieron allí Saúl Rosales, Gilberto Prado
Galán, Frino, Vicente Alfonso, Édgar Valencia, Nazul Aramayo, Lucila Navarrete
Turrent, Talía Romero, Chantal Aguilar y no lagunera, pero igualmente escritora
y académica, Iliana Olmedo, esposa de Vicente; modestia al margen, estaba
también mi hija mayor, cuasi egresada de letras inglesas por la UNAM.
Lo que Fernando Fabio Sánchez, Gerardo García y
yo emprendimos como un divertimento se convirtió pues en una reunión espontánea
de laguneros que aquí y allá, cómo ya dije, han encontrado sus destinos en la
vida literaria y seguramente tienen todavía muchísimos libros y premios en sus
respectivos carcajes. Bienvenidos sean.