Con frecuencia leo
dictámenes catastrofistas en los que se nos revela una verdad que en tales
juicios suena a dogma: la literatura mexicana está muerta, todo lo que se
publica es basura o casi eso. Es innegable que el riesgo de publicar mucho
desde el trampolín de sellos públicos y privados, y peor de autoplublicar,
conlleva el riesgo de poner en contaminante circulación libros efímeros, pero
también es un hecho que no todo es desastre; a veces, entre la turbamulta
editorial, aparecen libros cuyo mérito no debe pasar inadvertido. Traigo un
ejemplo: Fisiología del olvido (Fondo
Editorial del Estado de México, Toluca, 2018, 138 pp.), de Omar Nieto.
Seguramente exagero,
pero si este solo libro representara al cuento mexicano en 2018, no haría mal
papel. Su autor ha logrado en él páginas memorables, ingeniosas y bellamente
escritas, todas cruzadas por el encanto del juego con la verdad y la ficción.
Al leerlas sentimos asistir a un tipo de cuento poco ortodoxo, más cercano a la
semblanza o la biografía que a la narración fantástica. Si pensamos en
antecedentes de esta especie de relato, para mí es inevitable pensar, en
términos de tono y procedimiento, en el Schwob de Vidas imaginarias, y de allí en su epígono más famoso, el Borges de
Historia universal de la infamia;
también, y sé que esta referencia es más distante, en el Juan Forn de Los viernes, las contratapas de Página 12 luego arracimadas en tres
preciosos tomos publicados por Emecé. En México, los relatos de Nieto en algo
podrían andar cerca de las estampas acuñadas por Gilberto Prado Galán en el Mapa del libro humano.
Lo que digo no lo digo
para definir alguna influencia directa, sino para vislumbrar el territorio en
el que podemos ubicar Fisiología del
olvido. A caballo entonces entre el relato y el ensayo engañoso, Omar Nieto
trabaja piezas con un estilo impecable, adecuado a sus temas: sobrio y poético
a un tiempo, ajeno al patetismo pese a que sus historias muchas veces lo
reclaman. Ahora bien, Fisiología...
deja sentir dos zonas importantes en cuanto a la índole de sus relatos: la
primera es ocupada por piezas del ya mencionado tono biográfico (“Fisiología de
la epilepsia”, “Mary Shelley”, “John Faust”...) y la otra de rostro más
fantasioso (“Romeo en Mantua”, “Thelesis”, “Aracne”, “El libro”...) y propicio
para trabajar con alegorías sobre la belleza, el destino, la guerra, la
fatalidad y otros.
Conservaré y recomiendo
este libro singular, una prueba concreta de que la literatura mexicana sigue
produciendo material harto estimable.