Me da gusto ver que dos laguneros a los que conozco y respeto competirán por la alcaldía de Gómez Palacio. De antemano, ojalá su lucha sea leal y como dicen los cronistas con creatividad ya erosionada: que gane el mejor. En términos personales, ambos tienen trayectorias que los acreditan suficientemente para aspirar a la presidencia municipal y sospecho que arrancan muy parejos. Me estoy refiriendo, por supuesto, a Rocío Rebollo y a Augusto Ávalos, los nuevos nombres en los que será depositada la esperanza de ver, por fin, un Gómez Palacio más o menos colocado en las vías del progreso.
Digo que arrancan parejos por una razón clara: Rebollo cuenta con la maquinaria y los recursos; Augusto, con la alianza que probablemente le sumará más fuerza a su proyecto. Los momios, como se dice en el argot de los apostadores, están nivelados, y todo dependerá pues del trabajo en las campañas, de su penetración en el electorado gomezpalatino.
Los activos de ambos candidatos son también muy visibles: los dos son jóvenes y reflejan entusiasmo, se expresan con propiedad y conocen de frente los problemas del municipio. En el caso de Rocío, su condición de mujer dedicada a la política es un rasgo muy apreciado en el presente. Por su lado, Augusto tiene imagen de (y de hecho es) empresario exitoso. Por eso, insisto, la que viene es una parejera electoral.
Los pasivos también cuentan, por supuesto. Pese al optimismo que la Coalición ha despertado, su buen funcionamiento es un enigma. En el camino se podrá apreciar mejor qué tanto avanza o qué tanto se detiene, una disyuntiva que sólo se verá clara a medida que camine la campaña y llegue el momento de la elección. Augusto carga además el lastre de una derrota, aunque es cierto que se dio en condiciones muy desventajosas.
Rocío debe capear un temporal más duro. Su pasivo no es propiamente suyo, sino de las administraciones recién pasadas que en los hechos no hicieron gran cosa por Gómez Palacio. Ni Octaviano Rendón, ni Ricardo Rebollo, ni Mario Alberto Calderón lograron asentar un proyecto que le diera al municipio aires de bienestar. Lejos de eso, Gómez acusa carencias lamentabilísimas en todos los renglones, lo que llegó al colmo cuando Ricardo Rebollo abandonó su responsabilidad para atender un proyecto personal que todavía hace algunos meses mantuvo viva la llama de su aspiración a la gubernatura. Rocío, por tanto, deberá remar en el río de errores y de escepticismo generado sobre todo por su apellido y, hay que agregarlo, por los pobres resultados del actual gobernador que también colaboró denodadamente para que Gómez casi colapsara.
¿Y qué falta en Gómez Palacio? Pecaríamos de exagerados si dijéramos que todo, que falta todo, pero casi. Para empezar, una labor de remozamiento urbano, para que Gómez Palacio deje de parecer una caótica ranchería y empiece a ser, ahora sí, una ciudad sujeta al orden. En materia de seguridad, ni qué decir. En cultura, y aunque fue destacada la labor de Patricia Hernández, falta mucha más infraestructura, principalmente en la inmensa zona del norte, donde por cierto jamás se ha puesto un ladrillo para fomentar la actividad artística.
Ofrecer no empobrece, ya sabemos. Los candidatos lo harán, y aunque es precaria la confianza que en general despiertan en los ciudadanos, Augusto y Rocío merecen la oportunidad de ser escuchados. Ellos, por su parte, deben ser creativos y, fundamentalmente, dirigirse al electorado con la verdad por delante, sin promesas disparatadas y con la firme idea de concluir, si ganan, la administración, pues ya es un hábito ruin que los ganadores dejen tareas inacabadas conforme engordan sus aspiraciones.
Digo que arrancan parejos por una razón clara: Rebollo cuenta con la maquinaria y los recursos; Augusto, con la alianza que probablemente le sumará más fuerza a su proyecto. Los momios, como se dice en el argot de los apostadores, están nivelados, y todo dependerá pues del trabajo en las campañas, de su penetración en el electorado gomezpalatino.
Los activos de ambos candidatos son también muy visibles: los dos son jóvenes y reflejan entusiasmo, se expresan con propiedad y conocen de frente los problemas del municipio. En el caso de Rocío, su condición de mujer dedicada a la política es un rasgo muy apreciado en el presente. Por su lado, Augusto tiene imagen de (y de hecho es) empresario exitoso. Por eso, insisto, la que viene es una parejera electoral.
Los pasivos también cuentan, por supuesto. Pese al optimismo que la Coalición ha despertado, su buen funcionamiento es un enigma. En el camino se podrá apreciar mejor qué tanto avanza o qué tanto se detiene, una disyuntiva que sólo se verá clara a medida que camine la campaña y llegue el momento de la elección. Augusto carga además el lastre de una derrota, aunque es cierto que se dio en condiciones muy desventajosas.
Rocío debe capear un temporal más duro. Su pasivo no es propiamente suyo, sino de las administraciones recién pasadas que en los hechos no hicieron gran cosa por Gómez Palacio. Ni Octaviano Rendón, ni Ricardo Rebollo, ni Mario Alberto Calderón lograron asentar un proyecto que le diera al municipio aires de bienestar. Lejos de eso, Gómez acusa carencias lamentabilísimas en todos los renglones, lo que llegó al colmo cuando Ricardo Rebollo abandonó su responsabilidad para atender un proyecto personal que todavía hace algunos meses mantuvo viva la llama de su aspiración a la gubernatura. Rocío, por tanto, deberá remar en el río de errores y de escepticismo generado sobre todo por su apellido y, hay que agregarlo, por los pobres resultados del actual gobernador que también colaboró denodadamente para que Gómez casi colapsara.
¿Y qué falta en Gómez Palacio? Pecaríamos de exagerados si dijéramos que todo, que falta todo, pero casi. Para empezar, una labor de remozamiento urbano, para que Gómez Palacio deje de parecer una caótica ranchería y empiece a ser, ahora sí, una ciudad sujeta al orden. En materia de seguridad, ni qué decir. En cultura, y aunque fue destacada la labor de Patricia Hernández, falta mucha más infraestructura, principalmente en la inmensa zona del norte, donde por cierto jamás se ha puesto un ladrillo para fomentar la actividad artística.
Ofrecer no empobrece, ya sabemos. Los candidatos lo harán, y aunque es precaria la confianza que en general despiertan en los ciudadanos, Augusto y Rocío merecen la oportunidad de ser escuchados. Ellos, por su parte, deben ser creativos y, fundamentalmente, dirigirse al electorado con la verdad por delante, sin promesas disparatadas y con la firme idea de concluir, si ganan, la administración, pues ya es un hábito ruin que los ganadores dejen tareas inacabadas conforme engordan sus aspiraciones.