En su más célebre cuento, Borges visita la casa de Carlos Argentino Daneri, un poeta decididamente menor y harto ridículo. El personaje narrador aprovecha el acceso a la casona para recordar a la ya muerta Beatriz Elena Viterbo, mujer a la que amó durante su juventud. En cierta ocasión, Daneri le informa la posesión del Aleph, un punto luminoso del universo en donde convergen todos los puntos de manera simultánea.
Ese relato archifamoso hospeda muchas metáforas. Una de ellas, lo sabemos, es la que sugiere el ideal del “pensamiento compacto”. Mientras la mente humana se puede ocupar de un solo pensamiento o idea en un mismo instante, el Aleph los abraza a todos simultáneamente. Nada se le escapa, todo está allí, perfecto y deslumbrante.
Parto de la literatura, de la pobre literatura, para comentar que cuando examinamos las elecciones del 2 de julio solemos analizar sólo las elecciones del 2 de julio, como si ese hecho estuviera desprendido del tiempo y del espacio, como si no tuviera antecedentes que lo peculiarizan y que ayudan a entender el anómalo desempeño que tuvo el IFE.
Antes y después de la jornada electoral hay indicios suficientes para desaprobar el resultado o, cuando menos, para sospechar que allí no hay precisamente manos limpias. Si tuviéramos un Aleph electoral que nos ayudara a ver, al unísono, toda la actuación del presidente Fox, veríamos que ofrece dos comportamientos recurrentes, infalibles: a) nuestro mandatario ha querido descuartizar a AMLO; b) el Estado participó ilegalmente, y participa todavía, en el proceso electoral.
¿Por qué creer en un vaciado de números tan sospechoso tanto en el PREP como en el cómputo distrital, si ya antes hubo ostensibles deseos de aniquilar al mismo contendiente al que hoy, no sin heroísmo, “vencen” por una nariz? ¿Sirve de algo recordar que el mismo sujeto que hoy llama “renegados” a quienes sólo organizan la exigencia de un derecho, también emprendió un grosero plan de desafuero, una campaña de declaraciones sobre la continuidad del modelo, un uso clientelista de los programas y del padrón de Sedesol, una improvisada retahíla de conferencias mañaneras para untar alcohol y, de remate, una campaña electoral contigua a la del candidato michoacano? Ver en conjunto el proceder de Fox, observarlo como en un Aleph borgesiano, mirarlo desde que comenzó su rencor caníbal hasta la desvergonzada declaración de ayer en Guanajuato, nos ayudará a entender por qué el “estrecho margen” es cuestionable. Todavía, incluso en el marciano caso de que ese “estrecho margen” sea real, no sé de qué pueden enorgullecerse los falangistas mexicanos.