Publicaré íntegras en este blog todas las entregas anteriores de la columna Ruta Norte. Van divididas en 16 bloques que cubren desde el 6 de marzo de 2005 hasta el 16 de junio de 2006. Luego de esta fecha trataré de subirlas conforme las voy escribiendo y publicando. Todas han aparecido en la sección editorial del diario La Opinión Milenio de Torreón, Coahuila. El índice de las que aparecen abajo es el siguiente:
Bloque 16
(desde el 24 de mayo hasta el 16 de junio de 2006)
Ídolos llaneros (V) 16/6/06
Ídolos llaneros (IV) 15/6/06
Ídolos llaneros (III) 14/6/06
Ídolos llaneros (II) 11/6/06
Ídolos llaneros (I) 10/6/06
Futbol en Gómez 9/6/06
Primeras impresiones 8/6/06
Debate y luego fut 7/6/06
El fantasma calvo 4/6/06
La guerra hueca 3/6/06
Con dinero o sin dinero 2/6/06
Puro yonke 1/6/06
Aquel Iscytac, aquel sexenio 31/5/06
Adiós al genio 28/5/06
Cross a la mandíbula 27/5/06
La era de los júniors 26/5/06
Poder colombiano 25/5/06
Calamidades de asfalto 24/5/06
Bloque 15
(desde el 26 de abril hasta el 21 de mayo de 2006)
El voto de Saúl 21/5/06
Valladolid, 20, mayo, 1506 20/5/06
El modelo brasileño 19/5/06
Vuela vuela 18/5/06
Futbol urgente 17/5/06
Cibernético para presidente 14/5/06
Soñando por un hueso 13/5/06
Idolatrías del antier 12/5/06
Fanáticos electorales 11/5/06
Aquel cine raspa 10/5/06
Imago: altruismo educativo 7/6/06
Guioncito para un espot 6/6/06
El código Changoleón 5/5/06
Eso es amor, Osiel 4/5/06
Conagua, otro ecocidio 3/5/06
Tres anécdotas 30/4/06
Feria de vanidades 29/4/06
De fintas y regalos 28/4/06
Orejas de burro 27/4/06
Debate y lastres 26/4/06
Bloque 14
(desde el 5 hasta el 23 de abril de 2006)
Éstos son los imprescindibles 23/4/06
Fábula del lobito 22/4/06
Seven acapulqueño 21/4/06
Nostalgia del acarreo 20/4/06
Hallar entre la escoria 19/4/06
Este reino 16/4/06
Los inmaculados 15/4/06
Revueltas: a treinta de su muerte 14/4/06
El estilo nazi 13/4/06
Brillar por ausencia 12/4/06
El hacedor de colas 9/4/06
Torreón: 149 años y pico 8/4/06
Scherer, ochenta 7/4/06
El regreso de Chiquidrácula 6/4/06
Se mira relampaguear 5/4/06
Bloque 13
(desde el 26 de febrero hasta el 2 de abril de 2006)
Bateo libre 2/4/06
Cómo creerles 1/4/06
Elizondo, el grafógrafo 31/3/06
Editorialismo y anexas 30/3/06
Periodismo de altura 29/3/06
Archivo y voluntad 26/3/06
El entrampamiento 25/3/06
Reescrituras de Édgar Valencia 24/3/06
La baja intensidad 23/3/06
Etapa material 22/3/06
Salario mínimo y robo de marcha 19/3/06
Mundillo tapete 17/3/06
Lo mejor del centenario 15/3/06
Chivo en cristalería 12/3/06
A treinta de Cosío Villegas 10/3/06
Música y palabra de Carlos Prieto 8/3/06
En la sima 5/3/06
Como en el ciclismo 3/3/06
Galería de malandros 1/3/06
México en una mina 26/2/06
Bloque 12
(desde el 27 de enero al 24 de febrero de 2006)
Una mirada a la mirada de Hugo Hiriart 24/2/06
Si los hijos de puta volaran, no se vería el cielo 22/2/06
De qué sirvió esperar 19/2//06
Corruptotes 17/2/06
El estado histrión y sus compinches 15/2/06
900 mililitros 12/2/06
Quién es quién beisbolero 10/2/06
Arlt y la gasolina 8/2/06
Irremediable tercero 5/2/06
Arte de ser triste 1/2/06
Pachuca 2, Madrazo 0 29/1/06
Expediente Mataviejitas 27/1/06
Bloque 11
(desde el 28 de diciembre de 2005 al 25 de enero de 2006)
Caras y gestos de famosos 25/1/06
A la caza de indecisos 22/1/06
Bloque de palindromas pratenses 20/1/06
Sensación de robo 18/1/06
Aguas negras 15/1/06
Andanza de Claudia Máynez 13/1/06
Enero de proyectos 11/1/06
Gangsterismo de cuello blanco 9/1/06
Rulfo otra vez 6/1/06
Páginas de Nomádica 4/1/06
Respuestas a la carta 30/12/05
Una carta 28/12/05
Bloque 10
(desde el 30 de noviembre de 2005 al 25 de diciembre de 2005)
Dinamita de Rogelio Guedea 25/12/05
Cerca de Menton 23/12/05
En Colima y en China 21/12/05
Damas de la cultura 18/12/05
El arte de tirar dinero ajeno 16/12/05
Buen aval de Buenaval 14/12/05
Admirable Lemebel 11/12/05
Lennon según Raymundo Tuda 9/12/05
Platillos históricos 7/12/05
Habla Pitol, Premio Cervantes 4/12/05
Amor a México por el amor de Pedro Infante 2/12/05
Gritos y murmullos en torno a Rulfo 30/11/05
Bloque 9
(desde el 2 de noviembre de 2005 al 27 de noviembre de 2005)
Una respuesta desde la FIL 27/11/05
Nuevo menú de ensayos sobre La Laguna 25/11/05
Los caminos de la muerte (secuela y restregamiento) 23/11/05
Los caminos de la muerte 20/11/05
Renuevo de fuentes primarias sobre Santiago Lavín 18/11/05
Diplomacia de peltre 16/11/05
Seis años después 13/11/05
Rogelio Villarreal y su Replicante 11/11/05
Roberto contra Roberto 9/11/05
La UNAM es la UNAM 6/11/05
Cortos de Santoyo 4/11/05
Calaveras sin pelos en la lengua 2/11/05
Bloque 8
(desde el 5 de octubre de 2005 al 30 de octubre de 2005)
Inolvidables olvidos 30/10/05
Noveleta de la insolencia 28/10/05
Producción de Quijotes 26/10/05
Monitor de triunfos y derrotas 23/10/05
Madrazos de Madrazo 21/10/05
Mecanismos del Nobel 19/10/05
Espaldarazos de Saúl 16/10/05
Preguntas sobre literatura y escritores 14/10/05
Cuantas pistas y nomás dos ojos 12/10/05
Euforia de sanguijuelas 9/10/05
Gimnasia de palabras 7/10/05
Promociones mexicanas 5/10/05
Bloque 7
(desde el 7 de septiembre de 2005 al 2 de octubre de 2005)
Tres entierros 2/10/05
Actualidad de Vicente Rodríguez 30/9/05
Proceso sucio, domingo sin sobresaltos 28/9/05
El voto del abstencionismo 25/9/05
Sombras del pasado y nueva crisis de credibilidad 23/9/05
Puyazos desde Saltillo 21/9/05
Decálogo de un cuentista impenitente 18/9/05
El sismo y dos años sin Rockdrigo 16/9/05
Cueva de elogios 14/9/05
Rounds de sombra, no debates 11/9/05
Gordo eres o en gordo te convertirás 9/9/05
Cuentos de Alfonso López 7/9/05
Bloque 6
(desde el 10 de agosto de 2005 al 4 de septiembre de 2005)
El perro de Bush 4/9/05
Carlos Valdés y los indios nómadas 2/9/05
El retorno de las máscaras 31/8/05
Agravios del despilfarro 28/8/05
Bloque de rorras 26/8/05
Pianomán, film a ocho columnas 24/8/05
De logos y centenarios 21/8/05
Don Ata 19/8/05
Libelistas vía mail 17/8/05
Que mueran los padres de familia 14/8/05
Pablo Arredondo, de Torreón a Madrid 12/8/05
Criticar en este rancho 10/8/05
Bloque 5
(desde el 27 de julio de 2005 al 7 de agosto de 2005)
Aciertos del Archivo 7/8/05
Y soy rebelde 5/8/05
Debate sin cafeína y preludio de caída 3/8/05
Escribir aquí 29/7/05
Dos columnas suspicaces 27/7/05
Bloque 4
(desde el 13 de julio de 2005 al 24 de julio de 2005)
Sobrentendidos chuecos 24/7/05
Carlos Velázquez blues 22/7/05
Arnold Black & Decker 20/7/05
Debajo de la alfombra 17/7/05
Ríos Galeana, superstar ochentero 15/7/05
Gómez Palacio según Bolaño 13/7/05
Bloque 3
(desde el 26 de junio de 2005 al 10 de julio de 2005)
Si yo fuera candidato 10/7/05
Los caciques de Rulfo 8/7/05
Promesa de Carlos Castañón 6/7/05
Cuentas pendientes 3/7/05
Memín Pingüín contra Darth Vader 1/7/05
Un nuevo cronista para Torreón 29/6/05
De lectores y electores 26/6/05
Bloque 2
(domingos del 1 de mayo al 19 de junio de 2005)
Ráfagas de narrativa 19/6/05
“Anteprecampañas” pornográficas 12/6/05
Una alegoría 5/6/05
Nuestra plata en el muladar 29/5/05
Pensamiento Fox 22/5/05
De madruguetes 15/5/05
Instrucciones para no sucumbir en La Laguna 9/5/05
Ni muertos ni de parranda 1/5/05
Bloque 1
(domingos del 6 de marzo al 24 de abril de 2005)
Gerardo García, PhD 24/4/05
Pasarela hacia el 2006 17/4/05
Tiempo cerdo 10/4/05
Otro eructo de la historia 3/4/05
Genealogía de los verdes 2773/05
Batallas contra el centralismo 20/3/05
Este colofón inmortal 13/3/05
De qué escribir 6/3/05
Ídolos llaneros (V)
Hay anécdotas de todo tipo en la Municipal. Una de ellas, no la menos recordada, es la que hizo célebre a Lauro El Trucutrú Meza. Cuentan los memoriosos que en diez temporadas (del 66 al 77) nunca hizo un gol, y que por tanto su sueño dorado fue ése: anotar un pepino, ganar un partido con su aporte en el marcador final. Pero no, sus condiciones de defensa sin técnica, con modales futbolísticos un tanto cavernícolas, fueron los que precisamente le habían hecho merecer el troglodítico sobrenombre que lo impulsó a la fama.
Se dice que cierto sábado de 1978 un tío de Estados Unidos, o que trabajaba allá, más bien, le dejó unos dólares antes de retornar al llamado “sueño americano”. Humilde como era, El Trucutrú se alegró tanto que esa noche invitó amigos para desvalagarse en los peores sitios de Gómez. Sus amigos sostienen que la juerga no tuvo nombre: El Trucutrú bebió todo lo que pudo y cenó en tres sitios distintos, como cerdo. Bailó, fumó decenas de cigarrillos, vomitó dos veces e incluso fue a parar con una ramera que cobró su servicio sin hacer nada frente al guiñapo alcoholizado.
El Trucutrú no recordó que tenía partido decisivo el domingo a las diez de la mañana, y como su descanso comenzó a las seis apenas pudo tener un sueño ínfimo. Lo despertaron los chiflidos de sus compañeros, todos integrantes de Forrajería San Esteban. Meza se levantó de mal genio, hecho mole por la resaca, sin fuerza en los músculos y con una erección de asno. Con agua en el rostro se espabiló, mordió una galleta con salsa Búfalo, bebió un poco de Coca y al fin salió, ya uniformado para el cotejo.
Lo que vino después es inverosímil. Era un partido importante, pues se acercaba el final del torneo. Forrajería iba contra Empaques Chuy Sotelo S.A. y se pronosticaba un encuentro reñido. Así fue; en la primera parte del cotejo no se hicieron daño, pero en la segunda, como por epifanía, se hizo presente la figura de El Trucutrú. Con uno de cabeza y dos de zurda, los de Forrajería ganaron 3-0. Meza no sólo anotó uno, sino tres, lo cual estaba más allá de su ilusión.
A partir de entonces El Trucutrú, quien había sido un excelente deportista, comenzó una extraña dinámica. Atribuyó los goles a la desvelada, al alcohol, al cigarrillo, al baile, a las mujeres, y antes de cada cotejo buscaba repetir la rutina que lo acondicionó para clavar tres goles. Repitió incluso las tres horas de sueño, la galleta salada de la mañana, la Coca. Pero nada, ya no pudo anotar jamás un gol.
Vivió así diez años. Terminó de catarrín. Lo encontraron muerto de frío en un aparador. Todos recuerdan sus tres únicos goles.
16/6/06
Ídolos llaneros (IV)
Salvo sus actores, nadie vio aquel partido que en Gómez ya es parte de la leyenda. Fue un encuentro de la Municipal 67-68. Era la jornada 7 y ambos habían desempeñado un papel infame en lo que iba del campeonato, así que los costados de la cancha se vieron soberbiamente desdeñados por la afición. Al margen del terreno estaban los de la banca, pero sólo ellos, pues por la mediocridad del cotejo se jugaba sin abanderados y las escuadras carecían de entrenador. Era un choque sin vida, un encuentro que en vez de expectativas despertaba bostezos.
¿Qué fue entonces lo que le dio fama a ese choque entre Comercial Zamudio contra Güicho Ferreteros? La respuesta es simple: una bronca, la más sangrienta batalla campal que se recuerde en la historia de la liga. La mejor versión de aquella riña, obvio, la tuvo siempre don Ismael Vaquera, árbitro. Es la mejor versión sencillamente porque fue el único testigo y cuando vio que ya no había remedio se mantuvo al margen, sólo como observador, sólo como responsable de escribir el reporte para la junta disciplinaria. ¿Qué vio don Ismael aquella mañana? Esto:
En los campos de la colonia 5 de Mayo, el árbitro silbó el inicio del encuentro a las 11 am en punto. Un minuto después, a las 11.01 am, El Buitre Ocaña, central de Ferreteros, disputó un balón elevado contra El Ratón Fonseca, delantero de Comercial; en vez de ir por la pelota, El Buitre buscó ferozmente el pecho de su rival, enseñándole los tacos. El Ratón recibió esa patada de karate en el mero cuello y cayó como si fuera un mono de trapo, inconciente, como muerto. De inmediato, y antes de reclamar nada al de negro, los compañeros del agredido se dejaron ir a puñetazos y patadas contra El Buitre, quien se defendió como lo que era: un extraordinario peleador callejero; pero no iba a durar mucho ante la embestida de tantos enemigos, así que todos sus coequiperos se sumaron a la defensa. De inmediato ya no se distinguió quién era quién y aquello se convirtió de golpe en una rebambaramba muy parecida a las peleas de chacales. Aunque con pocos hombres, las bancas se vaciaron y la rencilla devino así bochinche con más de 22 hombres en pugna. Sangre, mocos, fracturas, todo eso generó el amplio rato que duró la lucha libre. De pie, sereno, a varios metros del desaguisado, el árbitro tomó nota de todo hasta que los rivales quedaron abatidos. Los dos equipos fueron botados de la Municipal. Hubo 14 lesionados graves, dos muertos, cuatro presos y una amputación de pulgar. Y lo más sorprendente: según el cronómetro, la bronca duró 89 minutos, todo un partido.
15/6/06
Ídolos llaneros (III)
En todo Gómez lo conocieron como Metralleta Pantoja. Se llamaba Zoilo, y tuvo una temporada de leyenda en la Municipal. Si su proeza hubiera sido realizada en Primera División, sin duda sería hoy el máximo goleador en la historia del planeta durante un solo campeonato. Fue un año maravilloso. Jugaba para Tortillería La Chinita , y era centro delantero, 1,75 de estatura, compacto, ágil, de miembros cortos, cabezón, pelo de púa y dueño de una fe inquebrantable, al menos durante esa temporada, en sus facultades de rematador.
La cosa empezó demasiado bien. Metralleta venía de varios torneos en donde cosechó buena cuota de anotaciones, pero nada para considerarlo excepcional. Su mejor año en materia de goles había sido el 68; en veinte partidos hizo 14 tantos, la mayoría de cabeza. Pero 1971 fue un año insólito para Pantoja. En el primer partido convirtió cuatro testazos y un penal, cinco goles en el arranque del torneo, lo que muy pocos pueden presumir. En el segundo choque hizo dos, uno de cabeza y otro de tijera. En el tercero volvió a la cosecha grande: cuatro. Y por esos racimos continuó. En el cuarto, tres pepinos más; en el quinto, dos; en el sexto, tres…
En la jornada trece su producción había alcanzado los 31 tantos, es decir, un promedio asesino de casi 2.5 goles por encuentro. Era tan absurda esa cosecha que en Gómez se corrió pronto la voz y las tribunas del llano, generalmente desoladas, acogieron a partir de la sexta jornada a muchos curiosos que esperaban ver más hombradas de Pantoja. Metralleta estaba indetenible, y la prueba de su pacto con el diablo la dio en la fecha 15: en un solo partido se despachó con seis pepinos de todas las facturas posibles. Esa circunstancia, por supuesto, garantizó que Tortillería La Chinita llegara con toda facilidad a la final. En la última jornada hizo dos goles, por lo que en el torneo regular cerró su cuenta con números irrepetibles: 20 juegos, 48 goles, 25 de ellos anotados con la cabeza, ocho de penal.
Tortillería llegó pues al choque de campeonato y tuvo que encarar a Talleres Briceño S.A., un conjunto que hizo buen papel en el torneo, pero nada espectacular. Y lo más importante: su máximo artillero, Cuco El Cebollón Romero (canoso prematuro) apenas sumó 16 tantos.
En 90 minutos, pese a las innumerables llegadas, no se hicieron daño. Luego, en tiempo extra, Talleres se adelantó con lindo derechazo de El Cebollón. A punto de terminar el partido, el árbitro marcó un penal a favor de Tortillería. Metralleta tenía pues el empate en su botín. Se encarreró, soltó el zurdazo. En total hizo 48 goles en 21 partidos. Fue su mejor temporada. Quedó subcampeón.
14/6/06
Ídolos llaneros (II)
Palomillas de distintos perímetros se dejaron ver el día en el que Roque Batres se despidió del mundo. La noticia de su deceso corrió como bomba en todo Gómez, y de inmediato más de uno quiso despedir al único sujeto que había visto completas, desde 1964, todas las finales de la Municipal. Ese era La Saeta Batres. Vio no decenas ni cientos, sino miles de partidos en los llanos de la comunidad, y jamás se le oyó queja ni del sol ni de la lluvia ni de los balonazos ni de nada. Era un cabrón hecho de madera buena, resistente como árbol. Lo suyo no estaba en la cancha, sino afuera, en su papel de aficionado. Vendía semillas, aunque por una extraña razón solía preferir una posición rara para ver los cotejos: se acomodaba con su canastita al costado de alguna portería, casi con la perspectiva de un guardameta.
Dada su condición de vendedor no podía inclinarse por ningún equipo, aunque era bien conocido que apoyaba en secreto a Vulkanizadoras Goliat. La razón era simple: tradicionalmente esa escuadra ocupaba el último lugar y el negocio patrocinador se había fundado en el barrio donde nació La Saeta. Pues bien, ocurrió un milagro: contra todos los pronósticos, en el 71-72 los de Goliat pasaron a la liguilla gracias a su porcentaje de goleo. Todos (todos menos La Saeta , quizá) pensaron que hasta allí iban a llegar, pero hicieron tres buenos partidos defensivos y con mínimas diferencias despacharon a sus rivales en octavos y cuartos de final. Pasó así a la finalísima; era ya más que un milagro.
Vulkanizadoras enfrentaría a la poderosa Cervecera Peniche, trabuco que había ganado los dos últimos torneos. Nadie daba un cacahuate por los de la vulka, pero en ese choque se portaron como hombres. 0-0 iba el marcador en el minuto 85, y era casi evidente que los dos equipos se habían conformado con la igualada para esperar que el gol cayera en los extras. Pero no: Cervecera atacó muy duro en los últimos segundos, arremetió con muchas unidades y a no ser por El Chango Montes, portero, el gol hubiera victimado a los de la vulka. Arreció entonces la ofensiva de Cervecera, pero en un contragolpe de Vulkanizadoras se fugó por la banda El Aguacate Méndez. Ya en terreno enemigo, sin levantar la cabeza, lanzó un centrote sin forma. El balón techó al portero, a dos defensas y al único posible rematador. El pelotazo casi se iba, irremediablemente, cuando los espectadores vieron un hecho insólito: era sin duda el último balón en juego antes de los tiempos extras. El árbitro incluso tenía ya su silbato en los labios e infló el pecho para pitar apenas se fuera el esférico por la orilla del terreno; ocurriría eso, pero La Saeta , cuyo apodo era una cariñosa ironía, se encontraba a un costado de la portería defendida por los cerveceros. Velozmente La Saeta se adelantó cinco pasos (o tres metros, para ser más precisos) y ya dentro de la cancha alcanzó a rematar el balón de un cabezazo un tanto descompuesto pero bastante efectivo, pues la bola sin remedio fue a lamer el fondo de las piolas. El árbitro pitó, y hubo trifulca. El gol era, obvio, inválido, pero todos los fanáticos (incluidos los de Cervecera) vitoreaban con frenesí a La Saeta. Dos horas después, cuando los 22 jugadores lograron convencer al árbitro de que el gol era bueno, el campeonato del torneo fue otorgado a Vulkanizadoras.
Roque La Saeta Batres logró el tanto definitivo con aquel testazo ejecutado desde su silla de ruedas. Nadie le podía anular aquel pepino.
11/6/06
Ídolos llaneros (I)
Efraín Quiñones fue bautizado con el sobrenombre de El Mula cuando en un solo partido de la Municipal fracturó las tibias y los peronés de dos rivales. La leyenda cuenta que fue un juego reñido, pero sin mucha relevancia. Se disputaban sólo dos puntos, pero ese día Quiñones saltó a la cancha con excesiva adrenalina. Se dice que nuestro personaje, a la sazón recio central de Marmoleros Salazar, hizo su primera travesura al minuto 10 del primer periodo. Lorenzo Díaz, veloz extremo de Refrescos Canguro, tomó una banda y desbordó al lateral de Marmoleros. En el relevo, Quiñones alcanzó a deslizar una oportuna barrida pero se pasó de tueste: sacó el balón y con la inercia de la acción hizo añicos la zurda del extremo. El silbante consideró que, aunque dura, fue una jugada limpia, y Quiñones se quedó en la cancha sólo con un cartón amarillo.
El partido se puso 1- 0 a favor de Refrescos, que replegó a toda su gente. Marmoleros, en busca de la igualada, agredió con más unidades y dejó atrás sólo al portero y a Quiñones. Un contragolpe de los Refresqueros tomó mal parados a los del mármol, Quiñones se vio solo frente a dos atacantes y cuando tuvo una mínima oportunidad cortó la jugada con un barridón salvaje, de tacos por delante. El medio creativo Patricio Medinilla salió a rastras, destruida su pierna derecha. Esta vez el árbitro no perdonó a Quiñones, y lo botó de la cancha. Gracias a eso Efraín se ganó el mote de El Mula. Más orgulloso que ofendido, hizo valer el apodo y en otros dos partidos fracturó a sendos contendientes. Con esto sumó cuatro en ese torneo, y aunque lo expulsaban no dejó de gozar el respeto de sus compañeros. Era un gran elemento, pues los enemigos ingresaban a la cancha horrorizados con la pura idea de toparse contra El Mula.
Los Marmoleros llegaron a la final. Era el año 76. En el choque definitivo se encontraron con Loncherías Orozco, y fue un partido feroz. Iban 0-0 en el 80 cuando Lagartija Pérez, el rival más habilidoso, se quitó a tres marmoleros; dribló luego al guardameta, se le adelantó un poco el balón, estaba a medio metro de la meta cuando El Mula lanzó un hachazo criminal para evitar el gol. Nadie sabe cómo, Lagartija Pérez llegó primero a la pelota, la empujó a la red y brincó para evitar el patadón. El Mula Quiñones, en cambio, no pudo detenerse y toda su pierna estalló en el poste con un ruido de rama rota. El golpe fue tan duro que, tras la pésima atención médica a la que estaba condenado, quedó cojo y tuvo que retirarse del futbol.
Pese a eso, todos lo recuerdan por sus víctimas, no tanto por su desgracia.
10/6/06
Futbol en Gómez
El futbol me gusta sobre todo por su carácter popular. Más allá de la danza de millones puesta en marcha debido a los apetitos bestiales de la FIFA, el fut es un deporte que nace, crece, se desarrolla y vive en las esquinas del barrio, en los callejones de la colonia, en los campos de tierra. Sería absurdo o tonto negar que Zidane o Ronaldo no embrujan con su calidad total, pero ellos carecen de algo, algo que nunca ha perdido ni perderá el balompié amateur: la pureza de su relación con este deporte.
Sin dólares, sin prensa, sin fanáticos, sin nada, hordas de futbolistas pueblan el mundo y allí se juegan sólo el placer de ganar y la molestia de perder, no más. Allí también, pese a las carencias, surgen mitologías, minúsculos héroes, fracasos casi íntimos y triunfos que sólo son celebrados en el entorno de una cuadra. Ese futbol omnipresente y sin gloria siempre me ha seducido, y lo ha hecho acaso porque soy uno más de los miles que, como en un comercial argentino, nunca tuvimos más talento que el necesario para jugar con garra la cascarita asfáltica o el choque dominical en los cacarizos llanos de la localidad.
Debo mi afición al fut a la infancia callejera de Gómez. Años y años recorrí espacios (el parque Morelos, la cancha del IMSS, la arboleda adjunta a la primaria López Mateos en la colonia Santa Rosa…), pero esas correrías se acabaron no sé cuándo y al final sólo quedó el televisor. Luego vino una sorpresa. Gracias a la literatura argentina, amante de los grandes temas pero también de los pequeños, como el fut, supe que este deporte puede tener un timbre épico cuando descendemos a los barrios y narramos las hazañas que allí suceden cada fin de semana. Por eso ahora quiero, aprovechando la coyuntura del mundial, ofrecer un racimo de veinte historias futboleras construidas cada una como breve cuento.
Anticipo que tal vez veinte historias son muchas en una columna que, presuponemos, debe hilar en otros telares. He pensado que me puedo permitir esta digresión temática sin descuidar totalmente la circunstancia que vive México. Así pues, haré tres pausas de aquí al 9 de julio, fecha en la que se dará la final de Alemania 2006. Publicaré entonces mis estampas futboleras y, además del 2 de julio, día de la jornada electoral, usaré otro par de fechas para ver cómo anda la situación política en el país.
Será sólo un rato, la etapa que cubre el mundial. Con esto voy a descansar haciendo adobes. Es simplemente otro homenajito que le debía al fut rupestre: el de la gente, el desinteresado, el de vena callejera, el que todavía no padece ninguna adulteración.
9/6/06
Primeras impresiones
Las encuestas posdebate fueron ayer el pan de muchos medios, y la pregunta de rigor era obvia: ¿quién ganó? Hay respuestas de varios colores, y por supuesto a ninguna se le puede conceder la verdad íntegra, puesto que tales sondeos dependen en principio de las preferencias dominantes. Esto significa que Mercado o Campa sólo podrían aparecer como ganadores si la encuesta se llevara a cabo entre militantes de Alternativa y Nueva Alianza, respectivamente. Asimismo, un sondeo de opinión callejero previsiblemente dejaría ver que Calderón y AMLO quedaron más o menos empatados y detrás, con un levísimo repunte, los siguió Madrazo, es decir, no se vería nada que no hayan mostrado las encuestas de los días recientes.
Gracias a tales consideraciones no deja de parecer extraña la noticia de que Calderón ganó el debate y lo hizo con el 74% de un determinado universo. Allí también, Madrazo obtuvo el 13%; AMLO, el 11%; Mercado, el 2% y Campa, el 0%. Digo que al menos parece extraña esa distribución porque en nada coincide con las rebanadas de simpatía que delimitan las encuestas. No cuestiono la legitimidad de ese sondeo, pero es evidente que su universo tuvo una anticipable inclinación.
Ayer mismo, Víctor Trujillo hizo un par de sondeos rápidos, uno de ellos al público abierto (el “Calambre 2006” ) por medio de llamadas telefónicas a una línea gratuita. Allí el resultado de los punteros fue también anómalo: AMLO ganó según el 71% de los telefonemas y Calderón ocupó el segundo sitio con un 21%.
Poco antes, Trujillo hizo la pregunta a la lujosa mesa de análisis invitada al programa. Enrique Krauze (quien asombrosamente, por cierto, vio bien a AMLO, “sereno”), dijo que el debate fue ganado, con una ventaja muy pequeña, por Calderón. Lorenzo Méyer coincidió con Krauze, pero al revés: para él, AMLO ganó por una nariz. Jesús Silva-Herzog Márquez señaló que no hubo damnificados y que Calderón se impuso por milímetros. Rolando Cordera, en el mismo tenor de los demás, le dio un reñido triunfo al Peje. Los politólogos dejaron, pues, tablas el encontronazo, y esa misma sensación quedó en analistas como Ciro Gómez Leyva, quien de plano vio un aburrido 0-0, un nada para nadie en la cresta de la tabla general. Igual, Radio Francia Internacional declaró en sus noticieros la igualada.
En suma, entonces, el debate no movió las fichas significativamente. Todo quedó casi como estaba el lunes y ahora sigue el cierre de campañas a contracorriente del mundial. Yo vi a un Peje muy solvente y a un colmilludo Calderón. Sólo un milagro los podría distanciar antes del 2 de julio.
8/6/06
Debate y luego fut
Como es imposible adivinar qué pasará luego del segundo debate, este apunte será casi un cartucho quemado al momento de salir. Pese a ello, me pongo la bata de zahorí, enciendo la bola mágica y procuro ver el posdebate como la última oportunidad para que los candidatos encuentren orejas atentas entre el electorado. Fuera del mundial, nada o muy poco le importará al ciudadano indeciso, ese que participa en política exclusivamente a la hora de votar. Por otro lado, con o sin debate, con o sin Alemania 2006, nada hace pensar que cambie notablemente el voto duro, el sufragio que ya está decidido desde hace meses e incluso desde hace años.
Por eso creo que el segundo debate fue la última oportunidad real de endurecer algunos votos. Los mexicanos que se queden sin ser convencidos recibirán tal sobredosis de futbol que muy difícilmente repararán en la jornada electoral como un imperativo de su conducta cívica para el 2 de julio. Estarán más entretenidos que nunca, con la final del campeonato a la vuelta de una semana. Hay, dicen los expertos futpolitólogos (adictos a una nueva ciencia inventada ayer) que ese riesgo, el aletargamiento de las masas merced al soccer, sólo puede ser evitado si nuestra selección se queda en el camino. Sin ser un conocedor, me atrevo a decir que si la selección avanza, muchos no irán a votar; si hace el papelón que ya tantos avizoran, lo mismo ocurrirá: por decepción engordará la cifra del abstencionismo.
Pase lo que pase, lo cierto es que la vista de millones dejará de mirar hacia el tablado político y fijará sus pupilas en el futbolero. En México, tanto Televisa como TV Azteca prácticamente no dejarán ni una hora de sus transmisiones sin mencionar o aludir el tema del mundial, y en ese contexto pocos serán los que abran el periódico para ver cómo siguen las campañas.
Es interesante entonces asomarnos al estado de las posiciones que, según las encuestas, ocupan los candidatos al final de esta semana, o el jueves 8, último día sin mundial. Si es cierto que hay una carrera parejera entre el PAN y el PRD, seguidos no muy de cerca por el PRI, la probabilidad hace pensar que no variará mucho tal situación, pues en el mes que sigue será ínfima la cosecha de votantes. Esa es la idea que sostienen quienes han comentado que el debate de ayer será casi el volado definitivo, la pesa que inclinará, así sea levemente, un plato de la muy equilibrada balanza.
Hay poco tiempo entonces para decidir. El fut comienza y, seamos sinceros, eso para muchos es más apasionante que la política, que la tragicómica política nuestra de cada día.
7/6/06
El fantasma calvo
Han pasado 25 años y ese hombre no ha dejado de aparecer en los periódicos. Lo vi por primera vez en 1980-81. Usaba unos lentes de marco grueso, de cristal gris, creo del llamado varicrom, el que oscurece por sí mismo cuando es expuesto a la luz. El cráneo de aquel hombre todavía contaba con algunas hebras de pelo y con ellas hacía el milagro de atravesar, de sien a sien, el océano de su calva. Se le veía discreto, vivaz, inteligente, pequeño pero siniestro. Era, si mi memoria no es infiel, brazo derecho de Miguel de la Madrid en la campaña que instaló, como era lógico, al colimense en la residencia de Los Pinos. Cuando eso ocurrió, en 1982, el pequeño sujeto calvo alcanzó, como su antecesor, la Secretaría de Programación y Presupuesto, y allí dio inicio su sprint final hacia la presidencia de la república.
En el tortuoso sexenio delamadridista el minúsculo calvo ajustó, más que las tuercas y los tornillos de la Secretaría que le encomendaron, su propio destape. Para entonces ya se hacía notar como el hombre fuerte, implacable, que después sería. Con escisión de líderes como Porfirio Muñoz Ledo y Cuauhtémoc Cárdenas, la guerra al interior del PRI destapó, frente a candidatos como Alfredo del Mazo y Sergio García Ramírez, a Carlos Salinas de Gortari. Era 1987, yo acaba de egresar de mi carrera y comencé con los pinitos del periodismo. Vi a Salinas en campaña un par de veces: la primera en Torreón, en un mitin sobre la calle Blanco, al lado del mercado Juárez; poco después, en un acto multitudinario, lo vi bajar de un camión frente al edificio del PRI en Monterrey.
Recuerdo lo que siguió muy manzaneramente, como si hubiera sido ayer: las elecciones del 88 y el fraude contra el Cuau de la política, el sexenio artificialmente exitoso, las privatizaciones a todo trapo, el sangriento ocaso del sexenio hacia 1994. A esas alturas ya tenía quince años, sin parar, su presencia en los periódicos. Coqueteó incluso con la posibilidad de modificar la Carta Magna para ver si era posible repetir la vianda, pero no se pudo. Con la sucesión tuvo problemas; “le mataron” al ungido y, luego de una batahola que sumió al país en la neblina de la incertidumbre, de carambola le tocó ser presidente, no sin voto de miedo, a uno de sus giñoles.
En esos años, ya estoy hablando como del 95, cundió en todo el país la moda de las máscaras calvas y orejonas. Fue tan popular que no hubo crucero donde no las comercializaran y confieso, no sé si con pena o con cuestionable gloria, que yo calcé una de esas máscaras para bailar cierta cumbia la chihuahuense noche de mi boda. Era, obvio, una muestra nacional de repudio, la manifestación más concreta del odio que profesábamos al hombre que se dijo salvador de la patria y que en realidad fue su principal rematador.
Para mantenerlo a raya, Zedillo tuvo que romper lanzas contra el ex presidente. Encarceló a su hermano y obligó un prolongado exilio dublinense del antiguo jefe. Pese a ello, la presencia y la influencia de Salinas no dejaron de sentirse en el país. Sabido fue, y es ahora, que muchos funcionarios de todos los niveles siguen siendo, incluso con Fox, parte de su equipo, casi como si fuera la cosa nostra salinista, una organización secreta y de la cual es imposible escapar.
25 años después de que lo vi por primera vez, el fantasma calvo sigue vivo, entero, y goza de cabal salud. Ayer, por ejemplo, Calderón acusó al Peje de tener un proyecto económico “salinista”. AMLO, por otra parte, los tiene a todos por putativos del Innombrable. Sea lo que fuere, Salinas parece indestructible y ubicuo. Supongo que si lo bañan con kriptonita tampoco le harán nada.
4/6/06
La guerra hueca
Antes de la jornada electoral, las batallas más importantes se libran en los canales de la televisión nacional. Más allá de cualquier foro o de cualquier mitin, los candidatos colocan todas sus fichas en el tablero de los espots y le dan a esa ridícula forma de la comunicación política un peso que subestima totalmente la inteligencia colectiva; el espotismo ilustrado cae pues con facilidad en la simplonería ofrecetodo o en el porrazo verbal gratuito.
Ahí está el circo para comprobarlo. A un disparo de Calderón le corresponde otro de AMLO, y a uno del PRD le sigue otro del PAN, y entretanto Madrazo saca también los suyos como para que nadie olvide que el dinosaurio todavía sigue allí. En todos los casos se sacan a relucir trapitos tan hiperbólicamente sucios que nadie, a menos que ande briago, podría creer en tanta negritud. Los del PAN, que insistían en el peligro que representa AMLO para México, no eran más que un fascistizado grito de alerta; para la campaña blanquiazul AMLO es “un peligro”, así que mejor no optar por él, desaparecerlo. Luego vino el no tan infundado señalamiento perredista sobre las manos sucias de Calderón; mañosamente lo hacen culpable entero del Fobaproa, cuando todos sabemos que no fue un asunto individual; fue, o es, tan tosco ese espot que Calderón estampa “su” firma de mano derecha (paradójicamente es de izquierda) y luego aparece con un papel tamaño carta que puede ser lo que sea, menos la sentencia del Fobaproa. Todo fallido, salvo el hecho de que Calderón sí anduvo en medio del rescate bancario.
Pero los de Alazraki son los que se vuelan la barda de la erratilidad. Ya ni la burla nos ahorran. En uno de sus espots más recientes, Madrazo, en off, habla sobre la delincuencia. En blanco y negro, la imagen muestra a un actor que tiene la cara de Noé Murayama (oséase la Maldad Absoluta ); el protervo delincuente ha sido detenido por la autoridad, pero de todos modos exhibe un gesto de cabrón que no le cabe en la jeta. Sonríe, inclina la cabeza, mira de reojo con sus oclayos achinados. Mientras, en off, Madrazo se avienta el choro concientizador, palabras donde afirma que muchos malvados se han salido con la suya (sonrisas del rufián), “pero cuando yo sea presidente”, dice el tabasqueño, se acabará la impunidad, y en eso ocurre lo impensable: nuestro cuate Murayama pierde la sonrisa, en su rostro se dibuja un rictus de apanicada sorpresa y una toma le hace close up a la bragueta donde se ve que comienza a mearse (literal) con el pantalón puesto. La toma remata en el líquido urinal cayendo por la bastilla del pantalón. Un desastre.
En fin, la guerra hueca de los espots no tiene madre.
3/6/06
Con dinero o sin dinero
El premio estatal de periodismo, que además del diploma ofrece a los triunfadores un monto en efectivo, fue ganado este 2006 por José Alfredo Jiménez en la categoría de columna cultural. Con premio o sin él, con dinero o sin dinero, a mi modesto juicio José Alfredo es entre nosotros el más atento observador joven de la vida cultural no sólo de la región, sino de toda la mundialidad. Obviamente, un arco de intereses tan amplio no puede ser abarcado cabalmente por una sola mirada, pero el propósito de este joven tiene siempre ese apetito de lo total y lo diverso.
Abrir los ojos ante la suma de lo que escribe, dibuja, canta o, en términos sintéticos, crea la sensibilidad humana es lo que interesa a José Alfredo. No lo arredra el tamaño del mundo, y es uno de esos espíritus a los que la red les vino de perillas. Gracias al internet, José Alfredo se comunica con Holanda, con Nueva York, con Buenos Aires. Para él todo diálogo es posible, todo proyecto artístico es susceptible de ser analizado con una voracidad endiabladamente cosmopolita.
Mientras muchos vivimos arrecholados en la tradición local, en lo que la cultura cercana produce y venera (lo cual no me parece ilegítimo ni pecaminoso), José Alfredo anda tanteando territorios por demás vanguardistas con la inquietud siempre pendiente de las producciones frescas.
Esa actitud no ha sido obstáculo para verlo opinar sobre el arte local, o de plano articular expos en donde se nota de inmediato el filo de sus intereses por lo innovador. Sus instalaciones o cómo se llamen podrán gustarnos o no a los que tenemos demasiado cuerpo metido en la tradición y ubicamos nuestros gustos en el piso aparentemente firme del arte ortodoxo, pero es imposible dejar de reconocer que los quehaceres de José Alfredo siempre tienen ese aire provocador que tanto bien le hace a la esclerótica provincia.
Su columna está entonces al servicio de los enfoques más originales en materia artística, aunque también nos ha llevado a mirar desde diferente angulación muchas ideas donde desmenuza el valor de numerosos comportamientos cotidianos, como cuando cuestionó la supuesta inocencia de los que lloran por el pirataje de discos compactos, o como cuando, hace poco, hizo pomada al neograffiti. Precisamente, un texto muy polémico sobre los gays y la familia fue lo que le granjeó la consecución del premio.
Podemos estar de acuerdo con él o podemos rechazarlo, pero es inevitable tomar en cuenta su parecer. No es entonces un crítico que genere una opinión a medios chiles, y por eso, con o sin el premio, José Alfredo es una joven figura de nuestra baraja intelectual. Aguas con él.
2/6/06
Puro yonke
Manuel Bartlett, Genaro Borrego, Diódoro Carrasco y Elba Esther Gordillo, cuatro priístas distinguidos y otros tantos de menor tamaño han sido colocados en la lista negra del CEN tricolor y están a punto de padecer lo que en futbol indica la tarjeta roja. No es una broma. Con una pureza que no se creen ni ellos, los priístas ahora simulan espantarse por el pragmatismo de aquellos correligionarios que abiertamente se han declarado a favor del voto útil. Unos con Calderón y otros con López Obrador, los apóstatas del dinosáurico partido ya no tienen nada qué ganar si se quedan donde mismo. La historia del país los ha llevado al callejón sin salida de la desbandada. Quedarse en morir definitivamente; emigrar es abrirse a la esperanza de ganar renovados espacios para ejercer lo único que los mantiene rozagantes: el poder.
Unos y otros, los que se quedan y los expulsos, venden su decisión con la envoltura de una limpieza ideológica tan fantasiosa como grotesca. Bartlett y Elba Esther, por ejemplo, al notar que en el partido sus espacios se cerraron con el dominio madracista, se van tranquilamente y sin que les importe nada: ni los años, ni el usufructo, ni la ideología, ni las lealtades. Con la mano en la cintura declarativa pueden invocar palabras que, suponen, todavía no han perdido prestigio cuando sus labios las enuncian: soberanía, libertad, honestidad, patriotismo, solidaridad. Mangos.
Víctor Trujillo preguntó El martes en su programa, dentro de la sección “Calambre”, ¿En cuáles priístas confía usted?; daba tres opciones de respuesta: a) Los que se van al PAN; b) Los que se van al PRD y C) Los que se quedan en el PRI. Ganó, por mucho, el inciso “b”; luego siguió el “a” y en último sitio quedó el “c”. En el carnaval del pragmatismo la pregunta de Trujillo debió ofrecer una cuarta opción: d) En ninguno, pues ya va siendo hora de que abandonemos las ingenuidades: no hay nada qué elegir. En otras palabras, entre Bartlett, que inclina su simpatía por AMLO, y Elba Esther, que lo hace por Calderón, no existe alternativa posible. Es como responder, sin inmutarnos, cómo preferimos morir: fusilados, en la horca o en la silla eléctrica.
Desdibujados por sus propios errores, los panistas y los perredistas tienen que lidiar ahora con apresurados besos de la muerte. Por el voto, simplemente por el voto y “la experiencia” que los advenedizos puedan garantizar, le abren las puertas del partido a cualquier yonke.
¿Dónde quedó la ideología, a dónde se fueron los principios si alguna vez los hubo? Hoy es más sensato preguntar sobre la Atlántida. Estoy seguro que tendríamos respuestas menos embusteras.
1/6/06
Aquel Iscytac, aquel sexenio
Acabo de leer El sexenio de Miguel de la Madrid, ensayo divulgativo de Enrique Krauze, documento que sigue en mucho el formato de sus famosas Biografías del poder publicadas en los ochenta. Lo que más me asombró fue la descripción, no minuciosa por el carácter panorámico del texto, de aquel sexenio (82-88) caracterizado por su permanente crisis económica. La inflación, como recordamos, fue brutal, y de hecho allí comenzó el cruel deterioro que derivó en la primera derrota electoral del PRI.
En agosto 1982 inicié, precisamente, los estudios de mi carrera profesional. Si no hubiera sido por ese sexenio atroz, creo que recordaría mis cuatro años de estudiante universitario como algo placentero. Ocurre lo contrario. Cuando traigo a mi memoria aquellos años no dejo de pensar que fue espantoso, pues prácticamente cada semana era lo mismo: todo aumentaba de precio, lo que hacía muy difícil sacar adelante cualquier proyecto personal. Colegiaturas, transporte, comida, libros, todo subía de precio a la menor provocación y si no hubiera sido por la solidaridad de mi madre, no sé cómo hubiera visto yo el final del túnel.
Hoy, hace exactamente veinte años, en la Casa de la Cultura de Gómez Palacio recibí la carta de pasante que me acreditaba como comunicólogo egresado del hoy extinto Iscytac. A nombre de toda la generación, el discurso final fue leído por Saúl Vargas, joven de voz muy entonada. A mí me encargaron redactar ese mensaje, y lo único que recuerdo es la mención de Manuel Buendía, quien hacía dos años había muerto acribillado en la ciudad de México.
Era, sin duda, otro México. Muy descompuesto, convulso, emproblemado hasta la mollera, pero no la cosa horrible en la que hoy estamos parados. No sé qué fue de las vidas de mis compañeros, ignoro qué visión del país tienen ahora, pero sé bien que salimos con la idea de ser buenos profesionistas. La única amistad que conservo intacta es la de Adrián Valencia, quien ahora trabaja para el gobierno de Guanajuato.
De los demás sé muy poco, nada o casi nada. Pese a eso, quiero imaginar que siguieron creyendo en la posibilidad de hacer algo, lo que fuera, por hacer valer honestamente su condición de profesionistas. Pero no lo sé. Veinte años han pasado, cuatro sexenios he visto correr desde aquel momento y sigue inconcluso el dolor de parto que, se supone, dará a luz la verdadera democracia. De la Madrid , Salinas, Zedillo, Fox, la ruta del neoliberalismo se ha trazado desde entonces y aun todo es incierto, un perenne águila o sello.
Yo quería ser escritor y periodista. Contra la realidad, que no permite a todos sobrevivir con esas profesiones, sigo obstinado en aquel terco deseo.
31/5/06
Adiós a un genio
Como si hubiera sido el presagio de una mala nueva, en mi Ruta Norte del 18 de mayo escribí, a la vera de otro tema, esto: “Ángel Fernández, el mejor cronista futbolero de todos los tiempos en México, adquirió fama por su agilidad mental, por su timbre inigualable y por su puntería para colocar apodos a los jugadores, virtudes hoy imitadas con espectacular ineptitud por El Perro Bermúdez. Entre muchos otros, Fernández motejó al recio central argentino Miguel Ángel Cornero, un troglodita que vino para el América y después jugó en Cruz Azul. El locutor le colgó al defensa un sobrenombre indeleble: El Confesor.
Días después, el 23 de mayo, el locutor al que menciono murió en la ciudad de México; tenía 80 años y sin átomo de duda fue, como lo confirman las palabras de quienes alguna vez lo oyeron, el mejor narrador de fut en la historia de nuestro país. Tuvo imitadores, todos fallidos, pues nadie podía calcar el timbre de Fernández y, sobre todo, su ojo apache para contar el balompié como si fuera un homérico relato.
La Afición, suplemento deportivo de Milenio, citó en un recuadro algunos de los apodos que don Ángel aplicó y que hoy habitan la memoria de los aficionados que al menos rebasamos la frontera de las cuatro décadas: Supermán Marín, La Cobra Muñante, El Kalimán Guzmán y Patrulla Barbadillo. Yo agregaría otra tanda: El Inspector López Malo, El Chaplin Ceballos, El Jet de Perú (también le decía así a JJ Muñante), El Pimienta Rico, El Popeye Trujillo, El Flaco Quintano, La Pantera Salvaje Ítalo Estupiñán, Míster Joe Goyo Cortés, El Cabo Cabihno, El Niño del Trapecio Hugo Sánchez y muchos más.
Numerosos medios recordaron sus andanzas con el micrófono. Carmen Aristegui, en su programa de CNN, entrevistó a Jorge Che Ventura y a Alí Fernández (hijo del cronista), y no faltó que en ese diálogo saliera a relucir el nombre de Juan Villoro, quien es quizá el escritor mexicano que más ha insistido en la grandeza de Fernández. Citaron anécdotas, como aquélla en la que el locutor tradujo la sigla CCCP que adornaba el jersey de la URSS; según Ángel Fernández, esas iniciales no querían decir, en ruso, Unión de Repúblicas Socialistas y Soviéticas, sino Cucurrucucú Paloma.
Igualmente, era inevitable que citaran la mejor definición que tal vez ha dado alguien del futbol: “El juego del hombre”, o la célebre introducción a cada una de sus narraciones: “A todos los que quieren y aman el futbol”. Fernández creó, en suma, un arte de algo tan simple como el soccer; como mago de la palabra, transformó al jugador más ordinario en un héroe con remoquete indeleble, y al cotejo más insípido en épica sin cuartel. Su genio estaba en la expresión, es cierto, pero más allá de eso lo habitaba, para hacerle honor a su nombre, un ángel, la onza que se trae o no se trae, la rara habilidad de producir felicidad al alma con el solo instrumento de la palabra dicha como si su emisor fuera el jefe de una tribu.
A punto de arrancar el mundial de Alemania 2006 y por mi costumbre de escribir algo sobre esta justa que, aunque vorazmente comercializada por la FIFA , no deja de ser la única oportunidad de ver a los mejores, dedicaré mi columna a publicar, no sé en qué orden, una serie de relatos breves (ya tengo cinco) que dé cuenta de mi pasión por el fut y el sitio de su origen: los llanos. La he titulado, en general, “Ídolos llaneros”, e íntegra se la dedico a don Ángel Fernández ahora que sin duda me leerá.
28/5/06
Cross a la mandíbula
El texto periodístico, se supone, está hecho para morir al día siguiente de su publicación. Suministra el testimonio sobre la hora que corre y como tras una noticia viene otra difícilmente es posible articular palabras impregnadas de intemporalidad. “Y que los eunucos bufen”, de Roberto Arlt (1900-1942), es uno de los artículos inmortales publicados por, quizá, el mejor escritor argentino del XX. A mi modesto y lejano parecer, esto no es un artículo, sino un credo literario que deberíamos aceptar quienes de una forma u otra vivimos o sobrevivimos del teclado. Arlt era capaz de eso y más; de un plumazo podía ver las tripas a la realidad, como aquí, en esta maravilla que nació para un periódico y con el tiempo se vistió con una pátina de eternidad:
“Escribí siempre en redacciones estrepitosas, acosado por la obligación de la columna cotidiana. Digo esto para estimular a los principiantes en la vocación, a quienes siempre les interesa el procedimiento técnico del novelista. Cuando se tiene qué decir, se escribe en cualquier parte. Sobre una bobina de papel o en un cuarto infernal. Dios o el Diablo están junto a uno dictándole inefables palabras.
Orgullosamente afirmo que escribir, para mí, constituye un lujo. No dispongo, como otros escritores, de rentas, tiempo o sedantes empleos nacionales. Ganarse la vida escribiendo es penoso y rudo. Máxime si cuando se trabaja se piensa que existe gente a quien la preocupación de buscarse distracciones le produce surmenage.
Pasando a otra cosa: se dice de mí que escribo mal. Es posible. De cualquier manera, no tendría dificultad en citar a numerosa gente que escribe bien y a quienes únicamente leen correctos miembros de sus familias. Para hacer estilo, son necesarias comodidades, rentas, vida holgada. Pero por lo general, la gente que disfruta de tales beneficios se evita siempre la molestia de la literatura. O la encara como un excelente procedimiento para singularizarse en salones de sociedad.
El futuro es nuestro por prepotencia de trabajo. Crearemos nuestra literatura, no conversando continuamente de literatura, sino escribiendo en orgullosa soledad libros que encierren la violencia de un ‘cross’ a la mandíbula. Sí, un libro tras otro, y ‘que los enucos bufen’.
El porvenir es triunfalmente nuestro. Nos lo hemos ganado con sudor de tinta y rechinar de dientes, frente a la ‘Underwood’, que golpeamos con manos fatigadas, hora tras hora. A veces se le caía a uno la cabeza de fatiga, pero... Mientras escribo estas líneas pienso en mi próxima novela. Se titulará El amor brujo. Y que el futuro diga”.
27/5/06
La era de los júniors
He conversado con gente de izquierda, de derecha, con maestros y empresarios, con amas de casa y con artistas, con obreros y burócratas. En todos he notado, aunque no lo expresen públicamente por falta de foro o por cuidar las formas o por simple indiferencia al reflexionar más lejos, una visible preocupación por el estilo de vida que han elegido, o que se les ha impuesto, a los jóvenes de hoy.
Nadie duda que haya excepciones, como en todo. Pero la excepción es sólo eso, un punto fuera del estándar. La regla ahora es que los jóvenes, la mayoría, vivan un mundo inocuo, tan inocente en apariencia que sólo parece capricho de la edad y después se quita. Es entonces un problema generacional, lo tengo muy claro. No es privativo, por eso, de ninguna institución o grupo. Donde se nota más es entre los jóvenes de 13 a 22 años, aproximadamente. A ellos, en la secundaria, la prepa o la carrera, lo que les interesa hasta el enviciamiento, como prioridades sin las cuales batallarían para seguir viviendo, son el chat, el celular, el “antro”, el trago, la tele, el coche, la/el novia/o, la ropa y los cuates. Fuera de eso no hay vida; dentro de eso se encuentra la nirvánica felicidad.
Tal es la razón, sin duda, por la que en cualquier experimento salgan a relucir taras abismales. A todas las carreras llegan jóvenes que no saben escribir, que no leen y que no saben leer (no es lo mismo), que a pujidos pueden hablar, que no hilan dos ideas, que no saben comparar lo lejano con lo cercano ni lo pasado con lo presente, sin conciencia histórica, desinformados, apolíticos, acríticos, de pensamiento flácido. Sin embargo, eso es parte de su enviciamiento hedónico e individualista, se defienden, se engallan, exigen. A sus padres, a sus maestros, a sus mayores, a quien sea, le salen al paso cuando uno les comenta, por ejemplo, la imbecilidad retórica del chat o el grado cero de la comunicación que se puede establecer en el antro.
Los mayores, todos, se quejan del “juniorismo” y suelen identificarlo con las capas privilegiadas de la sociedad. Creo que el juniorismo, la acitud relajada y la visión banal, ha atravesado ya a todas las capas sociales, pues en esencia hay una misma actitud aunque cambien los objetos que simbolizan el estatus.
Las escuelas suelen no aceptar que esto es así, o más o menos así. El alumno, aunque sea malo, es un cliente o un pretexto presupuestal, y es preferible no cribarlo con planes de estudio verdaderamente severos. Las escuelas hacen como que enseñan; los alumnos, como que aprenden, y no salimos de nuestro caradurismo mientras vemos que el futuro se nos pudre entre las manos.
26/5/06
Poder colombiano
Por el mercado Alianza, al lado de las vías donde serpentea el comercio informal de frutas y legumbres traídos de sepa dónde, cuatro jóvenes avanzan decididos a comerse una jornada más de incertidumbre. Hacen música. Carga cada uno su instrumento: un tambor, un bongó, un güiro y un acordeón. Interrumpo su andanza, les pido una foto con mi digital. Sin dudarlo, aceptan y me piden que la cámara los capture en plena acción. Sí, claro, les digo, pero antes quiero que sólo posen. Están de acuerdo, y de inmediato se acomodan como si fueran a figurar en la portada de su primer CD.
Allí quedan, detenidos por el click: el tambor es el más bajo de estatura y quizá el de menor edad; vestido todo de azul, ase con firmeza las dos baquetas, como listo para comenzar la percusión. El del bongó (cilindro pintado muy a la colombiana de amarillo, azul y rojo) es güero zacatecano, usa camisa hawaiana a la Mágnum y un pantalón rematado en las bastillas con redondeles fosfo; es el de rostro más bonachón. Le sigue el a todas luces jefe del equipo; porta el güiro metálico sin exhibir ninguna timidez; su playera desfajada, amplia, con número de futbol americano, es tan blanca como la gorra de pelotero que le cubre la tatema rapada; unos lentes negros, cholos, enmarcan su fiero rostro mestizo, de boxeador con bigote y piochita apenas insinuados. El del acordeón abre a la mitad el fuelle; es alto, larguirucho, también muy boxeador; usa pantalón corto holgadísimo, como de basquetbolista de la NBA; sonríe levemente. Todos calzan buenos tenis.
Luego de posar solemnes, en silencio, tal vez picados por el escepticismo con el que siempre miran al extraño que los trata amablemente, se arrancan y expulsan una cumbia a todo trapo. Están en su elemento, en la música que les llega, la que pueden organizar sin miedo a las desentonaciones. Bailan incluso, y el líder portador del güiro mágico lo talla sabrosísimo y se menea con gracia, tocado por el dios del ritmo. Derraman en la calle toda una canción desinhibida.
Terminan, les agradezco y de paso les pregunto casi una necedad: si tienen una dirección electrónica. Quisiera regalarles los archivos con sus fotos. No parecen entenderme. El jefe atina a decirme que no, que no tienen eso. Tenemos un teléfono, resuelve el del güiro. Puede contratarnos, tocamos buen repertorio. ¿Fiestas? Sí, fiestas, lo que sea. Tocamos mucha cumbia.
Tomo mi pluma y anoto lo que me dicta el líder de estos cuatro vallenateros de La Laguna , jóvenes que fabrican alegría desde la ausencia de oportunidades: 7168629, somos el Poder Colombiano.
25/5/06
Calamidades de asfalto
¿Opinar sobre el DVR? ¿Sirve de algo? ¿Alguien interrumpirá el golf de Jorge Viesca? ¿Aflorará la verdad sobre este asunto? Tengo la certeza de que el mal de las pésimas vialidades laguneras es un cáncer incurable para nuestras ciudades y el negocio más carnoso para autoridades y constructores amafiados. La realidad no sería espantosa si sólo el DVR fuera el único trecho malogrado, pues un error o un disparate lo perpetra cualquiera. Lo malo es que, si nos atenemos a los hechos concretos, y nada más concreto que un puente o una carretera, toda flamante vialidad local nace, crece y se inaugura con deficiencias, como si la peligrosidad y la falta de estética fueran dos requisitos indispensables de toda nuestra obra civil.
¿Ejemplos? Los hay por kilómetros. Cuando murió atropellado el joven Édgar Jesús Terrazas Rivas, estudiante de la UAAAN , escribí sobre algunos bodrios que la autoridad federal, estatal y municipal han disfrazado como carreteras. Lo mismo diría ahora, lo mismo diría siempre, todo enunciado con ya inherente fatalismo. Quien lo dude, que trepe a su patas de hule y realice el osado experimento de pilotear por nuestros caminos infernales.
Con arreglos o sin ellos, el famoso libramiento que rodea a buena parte de Gómez Palacio y de Torreón es una porquería. Le han agregado jorobas en los cruceros conflictivos, pero siempre quedan mal; subir a ellos, bajar de ellos es un reto que demanda gran pericia al volante y un cierto conocimiento de las maniobras estilo 500 millas de Indianápolis. Quien comete el error de rodar su máquina por ese libramiento (pobres de aquellos suicidas de tiempo completo que lo recorren a diario) debe saber que tal vialidad ha sido perfectamente diseñada para que la vida se fugue en un parpadeo, que mientras navega por allí aumentan notablemente sus posibilidades de llegar no a la escuela, no al trabajo, sí al más allá.
Y no se crea que sólo esta vialidad de gran tamaño es anómala y letal. Los laguneros sabemos que no hay rincón de la comarca sin renglones torcidos de asfalto. La Comonfort, por ejemplo, tiene lomas de dromedario en cada crucero, una calle que más vale recorrer como hippie en su boogie. Los cruceros “inteligentes” de Gómez son un homenaje a la familia Churriguera, creadora del estilo barroco que lleva ese apellido. Y Lerdo, ay Lerdo. Y Matamoros, pobre Matamoros. Y San Pedro, y Madero, y, y, y.
El DVR sólo es, pues, algo así como el león de nuestra desastrosa zoología vial. Es tan grande como peligroso, cierto, pero no veo razón, por lo ya dicho, para sufrir sólo por él. La triste mayoría de las carreteras laguneras es una calamidad.
24/5/06