Hago adobes en el verano vacacional. Estoy en Chihuahua, de paseo, y con laptop a la mano edito dos libros a destajo y transcurro mis horas en un escritorio cercano, a diez o quince metros apenas, de un comité distrital del IFE, el instalado en la colonia San Felipe. Frente a ese domicilio viven y duermen, con casas de campaña, los renegados de la coalición que vigilan a los militares que a su vez vigilan esa sede del IFE. Como en todo el país, las banderas amarillas de reclamo se han fijado con respeto a la legalidad pero no dejan de ser percibidas como levantiscas, como promotoras de violencia.
Apoyada por los medios nacionales, la lucha contra los perredistas también encuentra resonancia en ámbitos locales. En la capital de Chihuahua, por ejemplo, la Sección 42 del SNTE se sumó gordillistamente a la cargada en favor del respeto a las instituciones democráticas del país y añadió su enorme fuerza al llamamiento de Calderón en pro de la blancura. Los sentistas de Chihuahua mandaron colocar 500 mantas blancas en diversas oficinas y planteles escolares, todas con la leyenda “Alumnos y maestros queremos justicia, legalidad y paz”, y no parecen otra cosa que una confirmación de las negociaciones cupulares que hizo con el blanquiazul su abeja reina.
A decir del secretario general de la Sección 42, los maestros, “en coordinación con padres de familia y alumnos”, demandan “respeto a las instituciones por encima de intereses personales o de grupo, evitando poner en riesgo la paz y la estabilidad de nuestro país”. La tribu profesoral, marcada al rojo por el marrullero estilo de su cabecilla, empieza pues a rendir cuentas en esta “primera etapa” de su apoyo a Calderón.
Esta pequeña muestra de discurso “pacifista” se está imponiendo en todas las trincheras posibles, y ya surte algún efecto. La coalición que reclama con derecho es percibida en muchos casos como desestabilizadora. Sin embargo, aunque los maestros (con línea desde arriba) colocan mantas en las que se dicen promotores de la paz, tuercen la equidad al usar para fines muy parciales las edificios públicos que, se supone, son y simbolizan la mayor pluralidad, ya que allí estudian niños y jóvenes que a su vez son hijos de priístas, panistas, perredistas, apartidistas y todo lo que queramos agregar.
Pasa algo parecido con el plantón apostado frente al IFE. ¿Tienen derecho a estar allí los de amarillo? Todo el derecho. No obstante, son ellos los transgresores, los renegados, y a claxonazo vil uno de cada diez coches que transitan a su lado les reclama con feroces mentadas de madre. De nuevo me pregunto: ¿dónde están los pacíficos?