Dos o tres veces lo escuché: “Voy a votar por Felipe porque a mí me ha ido muy bien en este sexenio”. Con estas o parecidas palabras, mis interlocutores dejaban claro que, independientemente de lo que les pasara a otros, a ellos “les había ido muy bien”. Detrás de esas palabras vi más, mucho más que una pequeña visión de la realidad: ignoro si era una actitud generalizada, pero no dejo de creer que en expresiones como ésa se agazapa la diferencia entre quienes piensan en términos individuales y los que consideraron que su decisión tendría efectos colectivos.
Así, en corto, se ponía ante mí de manifiesto la percepción que durante el proceso electoral creció en torno a los simpatizantes de AMLO: son los nacos, esos mismos que luego del 2 de julio no quedaron conformes y hoy, a las 11 de la mañana, marcharán con toda su jodidez a cuestas desde el Museo de Antropología hasta el Zócalo.
A propósito de esto, el jueves pasado, en Reforma, Lorenzo Meyer publicó un brillante artículo donde toma como punto de partida una frase lapidaria contra los pobres del país, considerados por una diputada panista como “huevones”. La frase intenta destruir a la que sirvió de eslogan en la campaña de AMLO: “Primero los pobres”. Según Meyer, la diputada, triunfal ante el sonado triunfo de la dupla Calderón/Ugalde, sentenció: “Se acabó el ‘Primero los huevones’”.
El artículo de Meyer lleva precisamente ese título, y en mi blog, cuya dirección anexo al final de esta entrega, lo reproduzco íntegro. Para resaltar su pertinencia coyuntural, Meyer hace el sumario histórico de la actitud de los pudientes mexicanos ante la chusma, ante la bola de huevones cabrones que como parásitos nomás quieren vivir de gorra. Cito, como anzuelo, algunas ideas del historiador:
“La anónima diputada (…) dijo lo que bien pudiera ser un resumen de la posición y del sentimiento de superioridad moral de quienes conforman la derecha mexicana: ignorancia o renuencia a reconocer la naturaleza del problema social mexicano más insensibilidad y dureza hacia aquellos que ya consideran, una vez más, los vencidos. (…) La afirmación de la diputada panista significa, en primer lugar, que los pobres son naturalmente reacios a trabajar (de aquí en adelante se usará este término u otros similares en vez del empleado por la legisladora: ‘huevones’). Y el argumento implícito es claro: la causa de la pobreza es el gusto de los pobres por la holganza. Por tanto, si los panistas y sus simpatizantes se concentran en las zonas de los ingresos medios y altos —y así lo confirman los datos de las encuestas de salida tras la última jornada electoral (Reforma, 3 de julio)—, tales ingresos están económica y moralmente justificados por ser precisamente ellos, los sectores medios y altos, el mejor ejemplo de ‘la cultura del esfuerzo’; nadie tiene derecho a suponer que los intereses de una masa de indolentes pueda estar por encima de los de ellos, los realmente productivos”.
Hasta aquí Meyer. Invito a leerlo completo en mi blog mientras a estas horas los huevones, por miles y con todo derecho, exigen claridad. Sólo eso: claridad donde no la hubo.