lunes, julio 10, 2006
El privilegio de mentir
Basura. Menos que basura: mierda. Acaba de terminar "la primera temporada" de El privilegio de mandar, el programa "cómico" que habilitó Televisa para hacer de las suyas durante el proceso electoral. Con el objetivo de no romper con su esquema, todo fue humor chafa en su última emisión, pero en sus minutos finales remató con una mezcla de parodia y freudiano acto fallido. Luego de hilar varios fragmentos sin gracia, el programa desembocó en la entrevista del López Dóriga postizo con "Calderón". En el diálogo, el panista asegura que va a tender la mano a sus contrincantes, y entre broma y broma señala que retomará las ideas vertebrales de Mercado, Campa, Madrazo, AMLO y hasta del doctor Simi (cuando dice esto se supone que debemos reír). Termina esa secuencia y vamos a la casa de AMLO, donde el pobrecito Peje se jala los pelos e iracundo le dice a Jesús Ortega que convoque a un mitin en el zócalo. Tras un corte, AMLO habla para diez o quince gatos (nótese el realismo) y les tira un choro incendiario, quejumbroso, ridículo. En el público está Carlinflas, el personaje que hace ese enano ñetas llamado Carlos Espejel. Alebrestado por el discurso del Peje, Carlinflas le pide el micrófono y se dirige a la "multitud". Es entonces cuando llegamos al clímax de la serie: el peladito pierde su cantinflesca retórica y de golpe su mente se articula para regañar a AMLO y restregarle un mensaje concientizador; la idea eje de este improvisado tribuno es misteriosamente la misma que maneja el PAN: no podemos poner en duda la honorabilidad de los ciudadanos que participaron como funcionarios de casilla durante la elección. Dijo otras linduras, todas con una elocuencia que parece redactada por el auténtico López Dóriga. Y allí terminó esa porquería, la parodia que se parodia a sí misma, la caricatura humorística de una empresa de comunicación depravada, cínica