Atizada ahora por la polarización que impuso el PAN como arma de pelea proselitista, la toma de partido por la zurda es, para muchos, una cuestión de principios que proviene de la vieja izquierda mexicana. Así de simple. Primero los alborotaron llamándolos seguidores del peligro para México y ahora quieren que sin chistar depongan la combatividad y la defensa de un proyecto que, con errores y elementos inmediatamente expulsables como Núñez y Bartlett, no deja de contar con simpatizantes de estatura intelectual y política inencontrables en otras organizaciones. Pienso en Monsiváis, en González Casanova, en Drucker, en Pitol, en Poniatowska, en Del Paso, en Pérez Gay y en muchos otros intelectuales, artistas y académicos de valía.
Estar con la causa, pues, de la transparencia electoral que no se dio, oponerse a la viscosidad del conteo, es entonces una forma nada encubierta de colocarse al lado de ciertos excepcionales mexicanos y, en el envés de la moneda, significa también dar la espalda a muchos personajes que durante años no se han distinguido por servir al país, sino por servirse de él para convertirlo en un oximorónico cuerno de la abundancia tanto de riquezas para muy pocos, ellos, como de pobrezas para la mayoría. Si el 60% por ciento de nuestra gente está sumida en condiciones que van desde la pobreza a secas a la miseria extrema, no veo razón para estar, como en el poema de Benedetti, en el lado mezquino del espectro.
Acostumbrados a mandar y no a que los manden, los dueños del país han definido su postura, que es en el fondo una simple defensa de intereses económicos. De algo sirve pues la polarización, ya que ahora no hay ambigüedades ni medias tintas. Estar con quienes se niegan a la revisión plena del proceso electoral es estar con quienes se han caracterizado por ver crecer sus capitales en sentido inversamente proporcional al bien de la mayoría. Es estar, sin más, con los dueños materiales del país llamados Claudio X. González, Roberto Hernández y con todo el CCE y sus congéneres; es estar con los falsos guías espirituales llamados Norberto Rivera, Onésimo Cepeda y Juan Sandoval; es estar con los mandamases mediáticos Emilio Azcárraga y Ricardo Salinas; es estar con los marrulleros políticos llamados Fox, Gordillo y compañía; es estar, simplemente, con Salinas de Gortari.
Tan sencillo como eso: estar con la falta de transparencia del proceso electoral es ponerse del lado gandalla, del lado de figuras nada cercanas a los intereses del ciudadano común y corriente, ése que debería vivir en un país equitativo y que sin embargo habita, cada vez más, en la zozobra.