Carlos Montemayor es narrador, poeta, traductor, periodista y estudioso de los movimientos guerrilleros e indigenistas mexicanos. Su arco de intereses, además de rico, es en todo caso perspicaz. Hace un par de años estuvo en Torreón para presentar Las armas del alba, su más reciente novela. Serio e inquisitivo en la conversación de sobremesa, su talante se afila al máximo cuando en sus artículos analiza el momento que vivimos. Es de esos tipos que no bromean.
El 15 de julio, en La Jornada, Montemayor publicó un texto que ya no tuve tiempo de citar. Hoy, a unas horas de que empiece la tercera asamblea informativa encabezada por el Peje, vuelvo a los oportunos párrafos de Montemayor para resaltar su idea eje. “Aprender a ganar” es el encabezado del artículo y he allí la idea nodal del comentario:
A) Se ha insistido en que uno de los contendientes de la contienda electoral no ha sabido (no ha aprendido a) perder. Montemayor, con malicia, le da vuelta a la misma tortilla: “Cuando el poder exige que los otros aprendan a perder pero no se somete a la transparencia para ganar, no está dando ejemplo de virtudes democráticas, sino de actitudes fraudulentas. Tal vez los largos años del priísmo nacionalista (…) podrían, quizá, explicar que en México la posible alternancia de partidos tenga como único modelo el control a cualquier costo de los procesos electorales. La escuela política de ese viejo poder priísta posiblemente late en todas direcciones: en grupos que se niegan a desaparecer, en cúpulas que se resisten a no tener puestos, en grupos económicos que ven el poder político como una extensión de sus intereses. Este lastre histórico está afectando al actual proceso electoral…”.
B) Luego, sobre la criticada manifestación pública de la inconformidad, dice: “Pero la expresión ‘presiones políticas en las calles’ también tiene muchos sentidos. Para que el país acepte los resultados electorales en favor del todavía, en términos estrictamente legales, candidato panista Felipe Calderón, ‘han salido a la calle’ presiones diversas y graves: dependencias de la administración foxista, medios electrónicos, algunas organizaciones empresariales, ciertos grupos económicos nacionales e internacionales y la estructura misma del IFE. Contra esta presión de grupos de poder, no sé si la ‘toma’ perredista de las calles pueda ser más persuasiva o más efectiva. Lo que ambas presiones políticas están demostrando es que uno de los partidos contendientes, el PRD, no está preparado aún para perder sin transparencia y certidumbre, y que el otro, el PAN, tampoco está preparado aún para ganar con transparencia y certidumbre”.