En 1988 era para ellos un renegado del PRI al que luego le birlaron la presidencia de la república; en 1994, una intensa campaña de miedo con todo y buenas dosis de sangre lo dejó al margen para que Zedillo ganara de rebote; en 2000, el maremagno de Fox y sus amigos lo anularon por tercera vez. Desde que salió del PRI, el hijo de Tata Lázaro fue para sus opositores algo así como la máxima figura de un partido detestable, un partido que bendito sea dios ya no podía llegar al poder gracias a las tres puñaladas que en la espalda le asestaron al ingeniero incómodo.
Casi veinte años después de la caída del sistema, sus enemigos, muchos de los que operaron aquel fraude o muchos que no dijeron nada al respecto, ahora se refieren a él como “lider moral”, como emblema de la democracia, como presidente despojado.
Con asco creciente, oí ayer a Pedro Ferriz de Con. Qué programa de radio, damas y caballeros, lo más parecido a los tapetes felpudos del baño, esos que sirven para ponerse en el piso y secar patas recién mojadas. Oficialista como pocos, Ferriz ahora es canoro chencho del foxismo como antes lo fue de los dos anteriores huéspedes de Los Pinos. Sin vergüenza (sinvergüenza), el locutor apapachó al ingeniero y nunca lo bajó de figurón. No se equivoca el locutor, pero en él esas palabras suenan a hipocresía pura. Fox, Madrazo, Ferriz y muchos más saben que aplaudir al antes odiado no deja de ser útil para contrastar la trayectoria del prócer viviente con la peligrosidad de quien presuntamente se apoderó del PRD y le usurpó la cuarta candidatura a la presidencia. Saben bien que las relaciones entre Cárdenas y López Obrador se han mantenido tirantes y en una especie de guerra fría donde ninguno ataca aunque le rechinen los dientes. Los enemigos de ambos capitalizan esa situación y, con la ambigua venia del ingeniero, hablan de él con los mayores respetos y lo comisionan para presidir festejos que ni siquiera suenan a premio de consolación, sino a oportunidad para presentarlo como demócrata emblemático y genuino fundador del perredismo.
Miles de mexicanos respetan al ingeniero desde hace años. Juntos fueron con él a la creación del PRD y a las tres campañas por la presidencia. Yo mismo me sumé (por escrito) a ese respeto prácticamente desde 1988, y lo mantengo firme, lo que no me impide ver que éste ya no es su tiempo ni su proceso electoral. Lo otro, que sus enemigos de siempre ahora lo veneren, me parece una vulgaridad. De seguro El Jefe Diego, quien avaló felizote la quema de boletas en el 88, ahora también “respeta” al ingeniero.