En política nada es gratuito. Cuando comenzaron a circular las exigencias del conteo voto por voto, el plan de ataque definitivo contra López Obrador arreció a todo trapo. Con apresuramiento inverecundo, Luis Carlos Ugalde, las autoridades del blanquiazul, el CCE, el clero barrigón, Fox, Bush y sobre todo los medios nacionales comandados por ese quarterback de la mentira llamado Joaquín López Dóriga se dieron a la tarea de propalar la falacia de que Calderón ya ganó, pero con la imaginación puesta en el peor de sus escenarios posibles nunca dejaron de señalar (sobre todo Germán Martínez, del PAN) que la apertura de los paquetes electorales podía motivar “la anulación de los comicios” (ellos son los únicos que han dicho eso). Si tal tragedia llegara a ocurrir, insistieron, la culpa sería de los intransigentes que no aceptan su derrota pese a la nobleza de los funcionarios electorales y pese al civismo de los electores.
A la luz de los hechos, el PAN mantiene inteligentemente viva, aunque en sordina, la patraña de anular las elecciones por una razón simple: en este momento es su única puerta de escape más o menos decorosa. Veamos por qué. La disyuntiva es contar o no contar. Si ocurre lo primero, que es lo que desea el PRD, saldrá a balcón la verdad, el fraude aritmético que el Estado se despachó entre el 2 y el 6 de julio. Eso sería como incrustar una carga de dinamita en el culo no sólo del partido “ganador”, sino también del IFE y del gobierno foxista. Quedarían tan exhibidos que ya no confiarían en ellos ni sus madres, con lo cual sería imposible su triunfo en nuevas elecciones por la presidencia. De ahí que, para el gobierno y para el PAN, contar voto por voto sea un suicidio y su esperanza radique en frenar en seco dicha posibilidad.
Pero hay un problemita: ¿qué se puede hacer en caso de que el PAN en efecto logre impedir el nuevo conteo y con eso atice la hoguera de la inconformidad? Aquí entra en juego la radicalización y la capacidad organizativa de los perredistas. Si los amarillos logran mantener la movilización y fortalecer la duda sobre el resultado, al PAN y al gobierno que lo ampara no les quedará más opción que suplicar la anulación de las elecciones. Para ellos, el quid es no pasar por la apertura de los sobres, dado que la sola anulación les daría hasta esperanzas de triunfo en una jornada electoral extraordinaria.
En suma: lo único que puede deshacer el impasse es la anulación, una brecha que no favorece plenamente a los dos partidos en pugna, pero que tampoco los hunde.
Mientras eso pasa, “los ganadores” confiarán en la desorganización y en el desaliento de la base popular perredista. Por ello es fundamental el discurso triunfalista del PAN en la tv, por un lado, y, por el otro, la frenética insistencia del PRD para que sus simpatizantes no ingresen al túnel de la desmoralización.
Como decía Bob Canel (cronista de box con maravilloso acento cubano) cuando terminaba cada round: “No se vayan, que esto se pone bueno”.