Ciro Gómez Leyva tiene derecho a pedir que AMLO pida perdón a los encuestadores. Finalmente, dice el columnista, casi todas las casas especializadas en demoscopía adelantaron la caída del Peje obsesionado en decir que siempre estuvo arriba en los momios. En la misma columna deja ver que los encuestadores son cuidadosos y suelen no revelar resultados cuando no favorecen a sus clientes. Si esto hicieron los contratados por la Coalición, ¿qué confianza podemos tener ya en los tratos establecidos por otras empresas con otros grupos políticos? En fin: la guerra de las encuestas, que es lo más parecido a una guerra de lodo, fue determinante en las pasadas elecciones, y lo único que faltaría por ver es quién encuestará a los encuestadores para saber, acaso borrosamente, qué grado de confianza todavía tiene en ellas el ciudadano de a pie.
Cierto o falso el fantástico rebase del michoacano al tabasqueño, y dado que ahora se le exige al Peje una disculpa a los encuestadores, no sé por qué no se le solicita algo similar a FCH. El michoacano que hoy despacha en Los Pinos, recordemos, articuló con los suyos la campaña más aviesa que registre la histórica política de México. Por muchas razones fue vomitiva, más incluso que aquellas campañas legendarias en las que el PRI iba solo a la competencia y en las que todos sabían que el grado de antidemocracia padecido por México hacía del proceso electoral un simple cuento chino.
Del PAN que alcanzó el poder en 2000, del PAN que siempre ha fanfarroneado de demócrata, se esperaba una pelea leal, ceñida al proceder de sus líderes históricos como Manuel Gómez Morín, Pablo Emilio Madero, Manuel Clouthier y Carlos Castillo Peraza. Pero no, la lealtad en el combate no fue la estrategia seguida por el blanquiazul al que tomaron por asalto los oscureros más tenebrosos de la reacción. En vez de luchar con aseo, se dedicaron a dar codazos y patadas en los tanates, se dedicaron a mentir y a tergiversar, se dedicaron a ofender y a confundir, y al final se hicieron de la presidencia como Ríos Galeana se hacía de sus botines en los bancos.
Hoy, pese a eso, nadie le pide a FCH que pida perdón, que al menos recuerde tantitito la escoria de campaña que sostuvo sin empacho. Claro, es, según muchos, el presidente de la república, el ganador, y como goza de tal condición es imposible refrescarle la memoria, hacerle ver que la suya, seamos generosos, es una presidencia manchada. Pero pida o no disculpas, el daño está hecho, de ahí que los agraviados no lo quieran tomar como interlocutor. No entablar ningún diálogo con él me parece lo más congruente, él único camino que dejó la protervia de sangre azul.