Si algo tiene la mercadotecnia mexicana es una capacidad casi priísta para defraudar. Aunque ha calcado los usos y las costumbres del modelo norteamericano (inevitable es el caso de las franquicias), no ha imitado jamás el buen trato al cliente que, como ocurre en los países desarrollados que imponen hábitos al planeta entero, es una de las reglas básicas del éxito en las ventas. En México son un boom las promociones, los mugrosos regalitos por corcholatas, la cuponería de descuento, pero de la promesa a la realidad suele haber un trecho a veces insalvable. Lo terrible es que la machacona publicidad ofrece y ofrece sin parar, y engatusa sobre todo a los niños, y cuando se consuma la frustración de no poder hacer válidos los cupones o las corcholatas, nadie está allí para decirle a las empresas una que otra verdad, la obligación que tienen de, al menos, organizar sus promociones con un poco más de cuidado.
Bueno, sé que un ejemplo concreto es poca cosa en lo individual pero tal vez sea importante si reproduce un hecho repetido contra la comunidad. Lo narro aquí por la torpeza mercadotécnica que evidencia, por la capacidad que tiene de enseñarnos el desaseado comportamiento de la publicidad, más en esta época particularmente propicia para tirar anzuelos mentirosos. Va.
Cargo gasolina en una estación de la calle 12. Voy con mis tres hijas y la mayor lee el apetitoso anuncio: “Llena los dos tanques [se refiere, obvio, al del coche y al ‘tanque’ o estómago del cliente]. Por cada 100 pesos de Compra de gasolina te entregamos un cupón de WENDY’S para que adquieras una Jr. Bacon Cheeseburger Completamente gratis. Válido en nuestras dos sucursales (Saulo y HEB). Válido hasta 31 enero 2007. Máximo 2 Hamburguesas por ticket. No válido con otras promociones. Se aplican restricciones”. Mis pequeñas, infantilmente ansiosas de ganarse ese “premio”, me piden que solicite los boletos y así lo hago. Todo bien hasta aquí, aunque debo decir que el boleto desnuda no sólo la torpeza de su redacción, sino una crasa mentira: si sólo dan “2 Hamburguesas por ticket” y yo surto 300 pesos de gasolina, entonces no es cierto lo que afirma al principio, que “Por cada 100 pesos de Compra de gasolina te entregamos un cupón de WENDY’S”. Hay desde allí, pues, una trampa, pero no nos vamos a poner roñosos tan temprano.
Pasan algunos días, y las niñas no dejan de fastidiar con la fabulosa incursión a Wendy’s. En general, aborrezco las promociones chichimecas porque sé que de ordinario salen con trabas estultas, pero me dejo vencer por mis pequeñas. Y allá vamos. Al llegar a la caja, el jovencito dice que no puede surtir la promoción, pues hacen falta los tickets de la gasolinera. Le pido que traiga al gerente, y es una joven seca la que me explica: “En la gasolinera debieron graparle los tickets”. Le respondo: “Señorita, ¿en qué parte de los boletos dice que debo traer grapados los tickets? ¿Es mi culpa? ¿Debo adivinar yo ese requisito si no es explícito?”. Contesta, más seca todavía: “Eso deben resolverlo en la gasolinera, no yo”. Contrataco: “Señorita, el convenio lo hicieron la gasolinera y Wendy’s, no la gasolinera y yo”. Remata: “No, esa es promoción de ellos”. Me doy por derrotado, no sin pensar que todo es una basura, pues tranquilamente ella pudo hacer válida la promoción y de inmediato llamar a su superior para atender el error de la gasolinera. Pero no, me jodió a mí, un cliente ordinario, otro pobre ciudadano pendejo y sin voz que se fue en la finta de las promociones.
Con la idea de que tenga dos segundos de fama entre mis cinco lectores, le pedí su nombre a esa gerente de Wendy’s sucursal HEB: “C… Q...”, dispara, rencorosa, tal vez feliz. Pese a su jeta, le obsequio este regalo combonavideño: omitir aquí su nombre.