Es aceptable, y hasta de lo más común, que un diputado mexicano sea tarado, pero hay límites. Más que por fechorías evidentes, en casos de estupidez supina valdría la pena que los diputontos perdieran el fuero constitucional, pues de los rufianes uno se puede defender, pero no de los tarambanas insalvables. Un ejemplo reciente, un ejemplo que merece estar en el rincón del aula, sentado en un banquillo y con unas orejas de burro que lleguen hasta el techo, es el panista Raúl Padilla Orozco, presidente de la Comisión de Presupuesto de la Cámara de Diputados, quien se aventó la nota finisemanal con sus declaraciones acerca de la UNAM.
Interrogado por periodistas luego de que se difundió un bajón al presupuesto para la máxima casa de estudios del país, Padilla mostró que no sólo ignoraba que debía presentar su declaración patrimonial, sino que no lee ni periódicos y se pasa por calva sea la parte el prestigio ganado por nuestra más importante institución académica. Padilla se puso muy contento con el recorte presupuestal para 2007, y tras las interrogantes de los reporteros se portó como todo un Cantinflas: “Creo que no podemos seguir inyectando dinero a la educación si no tenemos resultados académicos de los estudiantes que sean loables; debemos tener una evaluación”; “yo digo que todas las universidades merecen más de acuerdo con un índice de calidad en cuanto a resultados académicos”; “Yo no creo que esto sea nada en contra de la UNAM; el tema es que tenemos un tema en el cual tenemos (sic) que buscar eficiencia en la educación”; “si usted saca cero le ponen cinco, y el promedio mejora muchísimo con ese tema (sic). Repito, la educación es un tema muy valioso, muy importante, de veras, chéquelo”.
De estas respuestas me inquieta sobremanera la segunda: “yo digo que todas las universidades merecen más de acuerdo con un índice de calidad en cuanto a resultados académicos”. En esa lógica eficientista, de contador centavero, Padilla dejó ver el inmenso tamaño de su vaciedad intelectual; si de lo que se trata es de apoyar con más recursos a las escuelas con mayores “índices de calidad”, ¿por qué pues le cercenaron esa tajada de dinero a la UNAM? ¿Sabe Padilla qué lugar ocupa en el mundo esta universidad si la evaluamos con los criterios académicos más rigurosos?
Para responderle y embarrarle en la cara sus mequetrefes aseveraciones bastaría describirle el pabellón de la UNAM en la FIL de Guadalajara. ¿Tiene idea de lo que es? Si partimos de que la FIL es un monstruo, en ella no hay universidad que compita con la UNAM en términos de cantidad y calidad de publicaciones. Más: me atrevo a decir que el pabellón ocupado por la UNAM en la Feria es el más grande de todos, incluidas las editoriales comerciales más poderosas. Los libros que ahí ofrece la UNAM forman un catálogo aplastante, tan rico que nada le pide a ningún otro catálogo de publicaciones en el mundo. Eso y más, muchísimo más, coloca a la UNAM en el lugar 74 entre todas las universidades del planeta. Para Padilla eso no es motivo de respeto; antes bien, la cuestiona, la patea. Es el típico burrote del salón, y lo peor: con iniciativa.