La embestida mediática de ayer no tuvo vergüenza. Diane Pérez y Sergio Vike, locutores del duopolio televisivo, cubrían la sonriente versión oficial que en tres minutos exhibió con una toma estratégicamente cerrada la consumación del ultraje a la democracia. Por si alguien todavía tenía dudas sobre el impune manejo de la información, la protesta “republicana” del presidente espúreo demostró ayer que la verdad se construye a partir de la ficción electrónica y no a partir de la limpieza moral o el genuino triunfo.
Con un Fox desencajado, con un Calderón empequeñecido y con los panistas de Torreón (Zermeño, De León y Gutiérrez) como takles haciendo burbuja, tres minutos bastaron pues para que a las carreras se cerrara otro capítulo de horror, acaso uno de los más lamentables, en la ya larga tradición autoritaria de nuestro país. Si con Salinas se cayó el sistema y luego se quemaron las boletas, en 2006 se perdieron todos los recatos y a la reacción no le quedó más remedio que maquinar una larga y monstruosa pantomima consistente en permitir todos los escenarios, menos uno: perder la presidencia de la república, corazón de donde fluye aun la sangre que mantiene vivos en México los privilegios de una casta.
Lo dijo Diego Petersen ayer a las 11 de la mañana en una mesa sobre periodismo responsable en la FIL: vimos la toma de protesta, pero no vimos las protestas en la Cámara y menos la concentración en el Zócalo, lo cual demuestra el control monopólico de la información. La estulta Adela Micha, cínica como muchos colegas suyos, decía al final de la transmisión, ya instalada en el Auditorio Nacional, que allí había sólo gritos de apoyo para el michoacano y no protestas como las vistas (y suprimidas) en San Lázaro. Olvidó que el acto del Auditorio Nacional había sido, como todo lo que viene para el flamante mandamás de la patria, organizado para lograr el lucimiento del tlatoani usurpador.
¿Qué queda luego de ver la asquerosidad de esta toma de protesta? Queda la certeza de que México ha sido arrebatado por las fuerzas más siniestras de la reacción, de que la lucha se prolongará por mucho tiempo y de que el camino de la resignación y del quietismo no son los más recomendables en estos tiempos de emergencia para México.
Pese a la farsa creo que quedó en evidencia lo contrario a lo que se quería lograr. Fueron tan burdas la transmisión de poderes y la transmisión televisiva que el primero de diciembre amanecimos con un México bien definido, un México en el que la impostura luchará todos los días por borrar el pecado original de su concepción, su mentira esencial.