El tráfago informativo apenas ha permitido apreciar en su justa dimensión el peligro de la mano dura con la que, desde Oaxaca para todo México, ha comenzado a golpear el nuevo gobierno facho encabezado por FCH. Si bien ha sido Flavio Sosa el icono más socorrido para ilustrar la nota, ni en su caso ni en el de muchos como suyo es intrascendente la forma en la que lo apresaron y posteriormente lo metieron a un tambo remoto. Sosa puede ser un saltimbanqui político, ser tan obeso y desgarbado que algunos articulistas celebrarán el encarcelamiento de ese “cavernícola”, pero el método gubernamental no deja dudas sobre el peligro que tenemos en la jeta: frente a la polarización y al empobrecimiento causado por ellos mismos, los dueños del país no tienen más respuesta que la brutalidad.
El líder de la APPO es apenas, por ello, la crestita saliente de una proyecto mayor, el mismo que ya mandó presos oaxaqueños a una cárcel nayarita, el mismo que militarizó hasta el coño los alrededores y el interior de San Lázaro para hacer posible la pantomima del primero de diciembre, el mismo que ya inició sus amagos a la prensa incómoda, el mismo que no parece tener, y que seguramente no tendrá, mejor argumento que el garrote bien asido en las manos de Ramírez Acuña.
Recuerdo que hace poco, durante la etapa más efervescente de las elecciones, muchos analistas señalaron que era hiperbólico llamar “guerra sucia” al bombardeo de los puercos espots con los que nuestro docto empresariado sumó candela a favor de FCH. Para guerras sucias, dijeron algunos, la de Echeverría en los setenta; aquélla sí fue una verdadera cacería de opositores. Tenían razón, y al mismo tiempo no la tenían. Los espots no fueron una guerra sucia comparable a la perpetrada durante el echeverriato contra la izquierda más radical, pero sí eran ya un conato, el preludio amenazante de lo que hoy estamos viendo con mayor crudeza. Militarizar la Cámara, detener a alguien y embuchacarlo a dos mil kilómetros, pactar para el diálogo y luego apresar, insinuar a ciertos periodistas que se callen o les irá mal, eso ya es guerra sucia sin eufemismos, es guerra sucia químicamente pura, de ahí la alarma con la que traduzco los primeros mensajes emitidos por el nuevo gobierno.
Así arrancó ayer la Plaza pública de Granados Chapa: “La destrucción de varios inmuebles (…) que los dirigentes de la Asamblea popular de los pueblos de Oaxaca niegan haber realizado parece haber sido cuidadosamente planeada para asestar el golpe final a esa organización, y con eso consolidar al gobernador Ulises Ruiz”. Aguas pues con esos compas. No están jugando.