Con las patas, así comenzó el gobierno del FCH. A cuatro días de su solemnemente humorística toma de posesión, ha hecho suya una de las banderas lopezobradoristas, la de la austeridad, sin que por ello sus vocingleros defensores se hayan apresurado a recordar todo lo que se pitorrearon de la medianía juarista que se supone era credo del tabasqueño fastidioso. El recorte de salarios y la necesidad de apretar el cinturón a la nómina federal son pues risibles y populistas cuando los enarbola el enemigo, pero atinados y modernos cuando el ex secretario de energía los pone en práctica. Aunque parezca pequeña, esa es una de las deformaciones a las que son adictos los extremistas de la derecha: las buenas ideas de los opositores serán buenas siempre y cuando ya hayan pasado las elecciones. Antes no: antes son vulgar populismo, palabra hueca, deseo de engañar al ciudadano.
Pero ese micro-quinazo que “garantiza” frente al pueblo un ahorro presupuestal palidece como disparate frente a la manera de acabar con el problema de Oaxaca. Acabar entre comillas, por supuesto, ya que la detención de Flavio Sosa y de casi toda su familia lo único que dizque logra es podar la copa del árbol, pero no atacar el fondo del problema, que es, que ha sido y será la permanencia criminal de Ulises Ruiz en el gobierno de aquella entidad.
Pero no, el gobierno federal ha emitido desde hace algunos días mensajes claros de endurecimiento, y tras la llegada de FCH la realidad parece empeorar, como si se tratara de un desquite contra todo aquel que haya osado desafiar las leyes todavía no escritas pero ya muy adivinables del nuevo mandarín: prebendas, canonjías, protección, huesos para todo aliado (Yunes en el Issste es uno de los tantos premios a la pútrida señora Gordillo, Luis Téllez es el regalo con moño rosa para Televisa…) y palo para quienes sistemáticamente se hayan opuesto y sigan oponiéndose al recién encaramado en el poder Ejecutivo y su depredadora cohorte.
Es muy delicado el apresamiento de Sosa y sus familiares por dos razones simples: porque eso no soluciona ningún malestar (antes lo exacerba) y porque exhibe el verdadero rostro de una derecha que no está dispuesta a mellar los intereses de la casta dominante: si Fox no tocó al siniestro Ulises Ruiz para no perder el apoyo priísta en la Cámara, FCH parece que menos lo hará y ha optado por la vía del choque contra el movimiento social antiulilsista. El linchamiento mediático a Flavio Sosa y sus cercanos detenidos no es más que la expresión de un mismo nauseabundo plan: acabar con la protesta popular, tenga o no razón, antes que pisar callos al poder envilecido.