En septiembre de 2018 me entrevistó Christian
García, del periódico el Zócalo, sobre Grava
suelta.
1. Grava suelta se conforma de cien relatos de un solo párrafo. Me
gustaría saber por qué utilizar la historia breve en este libro? ¿Cuál fue su
motivación.
En 2016 me propuse trabajar con un proyecto algo distinto,
mezclar lo periodístico y lo literario en un solo producto. Para consumarlo usé
la columna que publico dos veces a la semana en un diario de La Laguna, y la
idea fue alimentar ese espacio con ficciones, con relatos breves, todos de una
extensión similar, es decir, la extensión fija de la que dispongo en ese
espacio. El reto abrazaba los dos propósitos que me impuse: que los textos
fueran literarios en su contenido, ficciones, y periodísticos por la puntualidad
de las entregas. La literatura generalmente no es publicada de esa forma. Uno
escribe un cuento o una novela y alimenta la inquietud de publicarla algún vago
día del futuro. Con los relatos de Grava
suelta no pasó eso. Los escribí a sabiendas de que cada uno iba a llenar mi
espacio tal o cual día de tal semana, casi con total precisión. Es un proyecto
que en el camino me hizo dudar, y varias veces pensé en no continuarlo pues
sentía que los personajes y las tramas se me habían agotado, pero al final pude
llegar a los cien y después todo eso, con alguna pulimentación ulterior,
configuró un libro cuando en la UANL se abrió la oportunidad de publicar. La
brevedad de los relatos se debe entonces al tamaño del espacio que tengo en mi
columna y la cantidad de cien se debe a que publico dos veces a la semana y eso
da casi la centena exacta de mis apariciones en el año.
2. ¿Para usted cuáles son los retos y
virtudes de la narrativa breve?
Felizmente he podido escribir muchos cuentos de extensión
convencional, de diez a quince cuartillas en promedio. Es una extensión que me
gusta, la extensión ideal del cuento clásico, la extensión en la que me siento
más cómodo y en la que, creo, es posible desarrollar el mejor cuento posible.
Sin embargo, no veo con aversión las formas breves e incluso las brevísimas,
desde un párrafo a una cuartilla o cuartilla y media. En estos pequeños moldes
es dable vaciar una historia completa con todos los ingredientes del relato
mayor, sólo que de manera ultracompacta, sintética, sin rodeos de ninguna
índole. La intención es sorprender al lector en un palmo de terreno,
gambetearlo en una baldosa, como dicen en el futbol sudamericano. Por supuesto,
y como pasa con todos los libros articulados en forma de bufet, no hay un sabor
parejo y en ese sentido el lector podrá disfrutar, si bien le va a mi libro,
unos textos más que otros, pero todos los relatos fueron escritos con la noble
voluntad de que fueran eficaces.
3. Algo interesante de los cuentos
que contiene Grava suelta es el hecho
de que son textos realistas, anécdotas que podrían pasarle a cualquier persona,
pero aún así, los giros que se dan en los finales son muchas veces
desconcertantes. El género de la microficción en cierto sentido trastoca la
realidad del lector, ¿para usted qué tanto de fantasioso hay en la realidad que
vivimos y cómo es posible que la narrativa breve retuerza lo real y la lleve
hacia el camino de lo fantástico?
En efecto, salvo cuatro o cinco, todos son relatos realistas,
pero no autobiográficos o calcados de una realidad determinada. La apariencia
de realidad los atraviesa, pero son ficciones. Lo que pasa es que a mí me
agrada contar historias de lo inmediato, esos pequeños conflictos en los que a
todos se nos diluye la existencia. Mis personajes tienden entonces a ser tipos
frustrados, tristes, siempre en apuros, ajenos por completo a la idea de
felicidad cabal, que de todos modos no existe. Para mí, por ello, la realidad
inmediata es asombrosa y con ella trabajo, con ella reinvento, con ella hago
una especie de modelado de alfarería hasta lograr que del barro original
(cualquier historia, cualquier anécdota, cualquier vivencia, cualquier sueño)
surja un relato con rasgos literarios. En este sentido, obvio, no creo que la
historia en bruto sea lo principal, sino que la mezcla de historia, estilo,
estructura y tratamiento apuntan en una sola dirección: la eficacia del relato.
4. Las historias de su libro son hechos que le suceden sobre todo a seres muchas veces perdedores: enamorados que no
alcanzan a dar un beso a la chica que le gusta, escritores que ya no escriben,
extranjeros que son conquistados y derrotados por la gastronomía mexicana. ¿Por
qué escoger a estos sujetos para que habiten sus páginas, cómo nacen y se
desenvuelven?
Ya soy un hombre mayor y se supone que a estas alturas de mi
vida no sólo he vivido muchas situaciones, sino que también las he oído, las he
soñado, las he conjeturado, las he leído. La vida humana es muy compleja, está
llena de caídas grandes y pequeñas, de traumas, de problemas de todos los
colores. Como por naturaleza estoy alerta y el mundo, a mi manera, me duele, no
creo que sea tan difícil acopiar historias, anécdotas. Pero ya dije líneas
arriba: no sólo con historias se nutre la narrativa, sino que a las historias
hay que aplicarles un tratamiento, escribirlas con un determinado tono y
resolverlas en desenlaces congruentes. Mis personajes son perdedores porque
casi todos lo somos, incluso muchos que creen que no lo son.
5. El espacio en el que se
desarrollan y viven los personajes de Grava
suelta es un Torreón o mejor dicho La Laguna, ¿cree que el lenguaje que
se utiliza en el norte de México sea adecuado para escribir narrativa corta?
La literatura puede ser articulada con las palabras de
cualquier lengua. Las peculiaridades del habla norteña mexicana, si las hay,
pueden sumarse bien a cualquier relato simplemente porque ese relato ha sido
previamente escrito en el código mayor del español patrimonial, el español que
compartimos millones de hispanohablantes e hispanoescribientes. Siempre hay que
ser cuidadosos, por ello, de no incurrir en demasiado coloquialismo, en giros
del habla regional, porque luego se corre el peligro de incurrir en el color
local, en un pintoresquismo de aldea. Cada escritor debe ir templando su instrumento
y saber hasta dónde permite que sus textos abunden o no en expresiones
coloquiales.
6. El crítico Lauro Zavala en su
ensayo “De la teoría literaria a la minificción posmoderna” contempla que la
microficción es un género nacido en Latinoamérica y que fue trabajado por
autores como Julio Torri, Juan José Arreola y Augusto Monterroso. ¿Por qué
piensa usted que la narrativa breve sea tan cercana a la literatura
latinoamericana, y —como señala también Zavala— con el pensamiento posmoderno?
Ciertamente, es en América Latina donde se ha catapultado con
mayor fuerza a la microficción. Muchos escritores hay que la han cultivado como
eje de su escritura, y tales son los casos de Torri, Monterroso, Arreola,
Denevi, Filisberto, Shua, Lagmanovich, Muñoz Valenzuela y muchos más. Hay otros
ejemplos de escritores que practicaron la ficción breve con mucho acierto sin
que por ello haya sido el centro de su quehacer literario. Es el caso de
Borges, de Cortázar, de Avilés Fabila y Samperio. La microficción hoy ha corrido
con mucha suerte porque las nuevas tecnologías permiten una difusión amplia de
este tipo de relato, de manera que se trata de un género muy popular en estos
tiempos de escritura y lectura vertiginosas y fragmentarias.
7. Como escritor ¿cómo ve el trabajo
de los escritores en cuanto a la narrativa breve como la de usted? ¿Qué le parece la salud de ésta en el país? ¿Cree que debería
escribirse más?
Creo que se escribe mucha y buena narrativa breve en México.
Hay casos destacados como los de Marcial Fernández y Rogelio Guedea, pero no
son los únicos. Gracias a las redes sociales, casi no pasa día en el que uno no
pesque por allí una buena microficción en los periódicos, las revistas o las
redes. Se dan incluso involuntariamente, y esto me hace ver que el ánimo
literario del microrrelato puede nacer donde menos lo esperamos.