La más perversa iniquidad del poder televisivo se evidencia para empezar en la peculiar manera de discutir, no discutiéndola, una ley fundamental para el futuro de México. Mientras los opositores esgrimen argumentos que buscan resaltar su verdadero sesgo (es decir, el control económico y político de unos cuántos sobre la más poderosa forma de la comunicación electrónica), los medios que han sido beneficiarios del poder televiscoso emiten una versión baja en calorías y nunca, absolutamente nunca, abren foro al debate abierto sobre el tema.
Nuevamente se hace notar aquí el énfasis sartoriano sobre la capacidad de la televisión para “crear” la realidad, para inventarla a partir de lo que conviene a muy pocos intereses, a saber, en este caso, los de Azcárraga Jean, Salinas Pliego y Slim Helú. Tal es la verdad: la ley Televisa no existe en la televisión simplemente porque ella, la tv, no la ha difundido, porque no entra en la programación ningún debate plural y profundo sobre la materia. He allí, pues, la mejor evidencia de lo que está en discusión: hasta dónde permitir que unos cuantos —tres o cuatro sujetos a lo mucho— decidan sobre los contenidos de un medio que, casi no es necesario resaltarlo, influye más que ningún otro en la conciencia de millones, tanto que es el nuevo filtro por el que debe pasar cualquier realidad para de veras “existir”, para cobrar consistencia ante la ciudadanía adicta al influjo de la pantalla chica.
Quizá más que los productos y las marcas, son los políticos quienes necesitan del impacto televisivo no sólo para “existir”, sino, principalmente, para no desmoronarse e incluso para amasar más poder. No en otra plataforma se basó el sostenimiento de Fox como presidente y la llegada espuria de Calderón a Los Pinos. Impensable hubiera sido, para ellos, su condición de presidentes sin el aval de noticieros, programas de comedia y espots que con descaro o embozadamente los mantuvo en pie pese a las evidencias de incompetencia plena en un caso y de fraudulencia electoral en el otro.
Pero el poder de la tv mexicana es tanto que nadie, ni siquiera el vapuleado PRD, se puso los guantes ante el eje Azcárraga/Salinas. Porque bien mirado, todo lo que critique, por ejemplo, Televisa, puede ser usado en su contra: si habla de antidemocracia, ningún medio lo es más que el de Azcárraga. Si habla de mala educación, ningún medio ha dañado tanto al país en esa materia. Si habla de fanatismo religioso, ninguno se ha aprovechado tanto del catolicismo mayoritario y con exclusión de todos los demás credos. En fin. Si la ley Televisa no se discute a fondo y pluralmente en la tv, es por algo, lo peor.