No tengo nada en contra de los premios, menos cuando su otorgamiento busca reconocer algún esfuerzo cultural o científico. Esa es la razón por la que nunca he mostrado alguna discrepancia en torno a los premios entregados por el gobierno estatal. Sin embargo, no deja de parecerme oportuno hacer dos o tres planteos para mejorar, al menos en teoría, el mecanismo mediante el cual se obtienen los trabajos ganadores.
En primer término, y habida cuenta de que el periodista es por lo común poco reconocido, está bien que él busque deliberadamente, con la inscripción de su trabajo en un concurso, el diploma que lo acredite como sobresaliente en el oficio; lo que me parece excesivo es que hay algunos casos en los que, ya obtenido el galardón, vuelvan a participar en convocatorias ulteriores; convierten, así, la justa necesidad/aspiración de un premio en un abaratado ingresito anual. En este mismo sentido, hay una ley explícita en los concursos literarios: quien ya haya ganado equis certamen, no puede participar en sus siguientes convocatorias. Y hay, además, otra ley no escrita entre los escritores: nunca participar en un concurso de menor importancia que los ya obtenidos. Quien no sigue esta segunda regla se expone a recibir una mención “honorífica” en un certamen de menor valía que los ya conseguidos por su pluma, lo cual es bochornoso. En un ejemplo burdo, es como si Lupita Jones participara en el certamen Miss Comarca Lagunera y quedara en cuarto lugar, mencionada sólo como Señorita Fotogenia.
Otro detalle importante tiene que ver con el anonimato. Quiero suponer, y creo que supongo bien, que la determinación de los ganadores del premio estatal de periodismo se da en un clima de imparcialidad, entre jurados honestos y especializados. Pese a ello, dada la arraigada desconfianza en la que vivimos, no sería mala idea reforzar la imparcialidad mediante el anonimato tanto de los participantes como de los jurados, tal y como ocurre en los concursos literarios. Con esto se evitarían suspicacias innecesarias y el premio se entregaría al trabajo en sí, no a quien firma ni menos al medio que lo arropa. Sé que en términos operativos esto es difícil de llevar a cabo en el caso de los trabajos periodísticos, pues ellos han sido difundidos antes de ingresar al concurso. Lo ideal sería, entonces, y tal vez con el sacrificio de ciertos géneros, convocar a un concurso estatal de trabajos periodísticos inéditos (reportajes, crónicas, entrevistas, artículos…) y firmados con seudónimo. Es difícil, lo sé, pero eso le daría mayor altura a los reconocimientos que sin duda merece el gremio periodístico.