La política, además de ser el difícil arte de chingar al que se deje, bien puede ser considerada en México una inagotable agencia de colocaciones. Parientes, compadres, amigos de los amigos de los amigos de los amigos, todos se cuelgan de la nómina con tarzánica alegría, sin reparar al menos un segundo en el daño que el nepotismo y sus adláteres le hacen al erario popular. Cabeceada “Tienen los diputados 400 aviadores” (La Opinión de ayer), la nota firmada por Mauricio Juárez y Fernando Damián exhibe uno de los males más arraigados de la cultura política nacional, algo que me atrevería a llamar el “Síndrome de Incitatus”, eso para homenajear al caballo que fue nombrado cónsul por Calígula.
Como horda de Incitatus pránganas, cientos de parientes y amigos de legisladores mexicanos tienen su moche quincenal (¡en nómina!) y a cambio lo único que hacen es rascarse las verijas, para decirlo de la manera más elegante posible en este caso. Si ya de por sí nuestros diputados son expertos en derroche y con frecuencia votan para autorizarse todo tipo de prerrogativas pantagruélicas, parece más que una aberración enterarnos que de las 4 mil 500 personas adscritas a la administración de la Cámara, una tercera parte, 1400, sólo se apersona el día de pago gracias a que son cercanos de tal o cual cochino diputéibol.
“…esa práctica se inició cuando el PRI tenía la mayoría absoluta, porque los diputados recomendaban a quienes llegaban a la siguiente Legislatura a sus cercanos, y eso marcó el comienzo de esa ‘herencia negra’. El órgano encargado de realizar los trabajos de investigación para detectar a los aviadores será la Auditoría Superior de la Federación, y las labores arrancarán en julio próximo”, amplía la nota, lo que nos da una idea más clara del hoyo negro que representa el máximo órgano de la legislación mexicana.
Se requiere entonces una puntillosa, profunda, radical fiscalización de quienes “trabajan” en San Lázaro, ello para tapar un poco aquel barril sin fondo. Si los puros diputados le cuestan al país una cantidad que nunca ha correspondido, y al parecer nunca corresponderá, con su trabajo real (grillar y levantar la mano para mayoritear cuando se requiere), al menos hay que adelgazar la nómina y acabar con las rémoras de los tiburones.
Sin embargo, “muchos de los aviadores están sindicalizados, lo que hace más complicado el proceso de liquidación y despido, porque están amparados en un gremio que se opone a la separación del supuesto trabajo de esas personas”. Lo que faltaba: un sindicato de aviadores en la Cámara, un sindicato de Incitatus. ¡Kafka, socórrenos!