Casi sin darnos cuenta, como un río que fluye por debajo del desierto, Estepa del Nazas, la revista literaria del Teatro Isauro Martínez ha llegado a su edición número 49 y está a punto pues de alcanzar un medio centenar celebratorio. Ese ejemplar venidero, el 50, puede coincidir por ello con la septembrina fecha del centenario, lo cual le añade un valor simbólico a esta publicación que es, en su tipo, el mejor y más sostenido emprendimiento que instancia cultural alguna haya auspiciado hasta la fecha en la comarca lagunera.
Dirigida por Saúl Rosales Carrillo, Estepa del Nazas ha sido foro plural para la expresión literaria de, sobre todo, numerosos jóvenes escritores laguneros. En sus páginas, autores que todavía tienen una carrera incipiente o en proceso de plena maduración, han convivido con otros ya cargados de experiencia, y eso ha hecho que sus contenidos siempre den una impresión de miscelánea sorpresa, de hallazgo y/o constatación del talento.
Doy un ejemplo: gracias a Estepa del Nazas tuve la suerte de leer los primeros cuentos de Vicente Alfonso Rodríguez, hecho que puedo datar hacia 1999, más o menos. Pasados unos años, la constancia de este todavía joven escritor ha permitido que en la misma revista podamos hoy admirar su precoz madurez, el asentamiento de su calidad artística. Y no es, por supuesto, el único caso digno de subrayar con marcador fosforescente: con diferentes temáticas, estilos, géneros y calidades, en esta cancha de papel han jugado (escribir es jugar, jugar medio en serio y medio en broma) otros tantos escritores como Carlos Velázquez, Carlos Reyes, Alejandro Alvarado (un chico lleno de talento al que lamentablemente le perdí la pista), Iván Hernández, Daniel Maldonado, Cristina Lozano y otros muchos igualmente bien armados de capacidad, quienes han compartido espacio con escritores ya cuajados como el mismo Saúl, Mauricio Beuchot, Pablo Arredondo, Édgar Valencia y Magda Madero.
Podremos simpatizar o no con algún colaborador, lo que resulta innegable es la necesidad que siempre tendrá nuestra región, o cualquiera, de contar con un espacio que dé cabida a la organización de palabras literarias. Esa falta de espacios ya la he criticado alguna vez en el caso de Gómez y de Lerdo, ciudades que jamás, hasta donde sé, han contado con publicaciones de esta índole.
El número 49 es un bufet rico en ofrecimientos: lo mejor, sin duda, el anticipo de la novela Partitura para mujer muerta, de Vicente Alfonso Rodríguez, quien recién ganó con esa obra un premio nacional de novela policiaca. Excelente. Y Estepa… tiene un plus: es gratis. Vaya y pídala al TIM.