Una regla de oro de la antidemocracia es sembrar hondas inconformidades y luego aplastarlas a punta de macanazo. Por eso escribí el domingo en mi blog: “Mientras el fuego y el garrote hacen de las suyas en Oaxaca, para el presidente Fox sólo hay buenas noticias. Este es el último fin de semana que tendrá como presidente. Que se largue ya. Lo malo es que tal vez lo extrañaremos cuando se deje ver la mano verdaderamente dura del sucesor impuesto”. Esa mano dura, la mano peluda que mecerá la cuna de la represión, es ahora el secretario de Gobernación en cuyo currículum refulge una feroz y jamás castigada embestida contra altermundistas en mayo de 2004.
No pinta hermoso pues el panorama político del país, sobre todo para aquello que apeste a oposición, pues sabido es que el nuevo titular de Gobernación llega con órdenes que fascinado acatará. El uso de guerras sucias que van más allá del espot televiscoso es lo que tal vez no ha sido valorado suficientemente ni por los sinceros y pacíficos simpatizantes del usurpadorismo, que los hay, ni por sus detractores. Un candidato que llegó al poder mediante la campaña más asquerosa que se recuerde en México no garantiza que su manera de relacionarse con los opositores vaya a ser precisamente cordial y apegada a derecho. Al revés: la inescrupulosidad del panismo durante el proceso que llevamos hasta el momento es la mejor garantía de que, para aplacar los ánimos sociales, al presidente y sus huestes no les temblará la mano y cometerán vilezas como apresar appos y llevarlos a cárceles remotas donde ni familiares ni prensa puedan enterarse bien a bien de los vejámenes.
¿Sabemos lo que es eso? Trasladar presos a un penal lejano e inaccesible es una de las pruebas más concretas de la criminalidad política. Cuando vi la noticia recordé no sólo el caso emblemático de Guantánamo, cárcel donde sólo Bush sabe cómo les va a quienes, culpables o no, han desaparecido, pues no hay poder legal que pueda franquear esos cercos creados precisamente para que los torturadores suministren todos las variantes posibles del ensañamiento.
Con el traslado a Nayarit de los oaxaqueños, pensé en el Campo Militar Número Uno, espacio donde a la sombra del anonimato liquidaron a muchos jóvenes sesentayocheros; pensé en la Escuela de Mecánica de la Armada, sitio donde los militares argentinos torturaban y mataban mientras reían a carcajadas; pensé en la horrenda Villa Grimaldi, lugar donde los esbirros de Pinochet destripaban incluso a embarazadas.
¿No suena parecido eso de llevar oaxaqueños a una penitenciaría nayarita? Aguas, simpatizantes del usurpadorismo. Los nazis no bromean.