Copio una entrevista que hoy salió en La Opinión Milenio; la hizo la reportera Adriana Vargas:
Este libro de cuentos, ¿tiene algún hilo conductor temático?
Las manos del tahúr tiene, de hecho, varios hilos conductores. Si lo observamos desde el punto de vista estilístico, los diez cuentos siguen más o menos una misma tonalidad rítmica, sintáctica, adjetival. Otra rasgo que le da unidad al volumen es que en todos los cuentos hay una especie de juego metaliterario, es decir, en la literatura se hace literatura, en estos cuentos muchos personajes protagónicos tienen conciencia de que lo que les ocurre “en la vida real”, es decir, dentro de cada cuento, puede ser contado literariamente. Con esto quiero enfatizar, como escritor realista que soy, que la realidad cotidiana es para mí una materia prima invalorable, el punto de partida desde el cual me impulso para imaginar. Otro elemento unificador es el desafío a la estructura del cuento como género literario, mi deseo de armar relatos no lineales. Un último elemento cohesionador está en el sentido digamos humano de estos relatos; en todos o en casi todos late un conflicto cotidiano, esto para contradecir la idea de que la literatura sólo es un pasatiempo.
2. ¿Tu actividad literaria se centra ahora en la narrativa corta o en qué géneros estás trabajando con más fuerza?
Sin pretenderlo, siempre he trabajado con varios géneros periodísticos y literarios al mismo tiempo. Por ejemplo, además de la columna que publico en La Opinión, escribo artículos, reseñas y crónicas para otros medios. En literatura me pasa algo similar: hoy trabajo con un cuento largo, mañana le avanzo a una novela, luego trato de organizar alguna idea para un ensayo, y en medio de ese trajín he arado cada vez con más seriedad en la micronarrativa, en el cuento brevísimo, de un párrafo a cuartilla y media. La verdad es que no me ciño a ningún molde y dejo que mi estado de ánimo también participe.
3. ¿Cómo encuentras la salud del cuento en México?
El cuento en nuestro país tiene muchos cultores jóvenes y no tan jóvenes. No tantos como en Argentina o en Cuba, pero sí hay una cantidad notable de buenos cuentistas. Es extraño, sin embargo, que este género haya sobrevivido al desprecio de las editoriales comerciales, a la falta de compradores. Los cuentos ahora sólo son publicados por instituciones públicas (universidades, gobiernos…) y padecen de nula mercadotecnia y mala distribución. Es asombroso: los sellos privados importantes (Alfaguara, Mondadori, Planeta…) publican dos o tres libros de cuentos por cada cien novelas. Pese a eso, el cuento ha sobrevivido aquí y en todas partes. Es como la poesía: se refugió en unos cuantos; somos pocos, pero le tenemos infinito respeto.
4. Este libro es producto de un premio literario en Sonora, ¿qué pasa con las oportunidades para publicar libros dentro de la región lagunera y el estado?
Sí, ganó el premio nacional de narrativa Gerardo Cornejo 2005 convocado por el Instituto Sonorense de Cultura y el Conaculta; el premio incluyó la publicación, y esa puerta es de las pocas que uno puede encontrar para sacar adelante la edición de sus cuentos. En este momento tengo cinco libros inéditos de cuento. ¿Qué puedo hacer con ellos? Esperar, esperar, y mientras se abre una rendija seguir corrigiendo. En todos los estados hay colecciones, se edita, pero el problema con los libros oficiales es que circulan muy mal, se quedan perpetuamente estacionados en una bodega.
5. El lenguaje de tu literatura en el cuento, ¿tiene que ver con la región que habitas y la cultura de esta zona?
No hago una calca del habla lagunera, pero aunque yo no lo desee creo que se cuela mucho del espíritu verbal de nuestra región, si es que lo tiene. Lo lagunero en mis cuentos, más bien, no está tanto en el lenguaje o en las anécdotas que narro, sino en la atmósfera, en el ambiente que nos rodea.