Enemigo de los bisturís, el presidente Fox y la cohorte que lo rodea sólo sabe operar, como en escena de cine mudo, con serrucho. Después de darle largas a Oaxaca, luego de esperar a que se apaciguara un poco la incandescencia del lío poselectoral al que todavía le quedan episodios, el presidente ha optado por la opción que se veía venir desde hace meses, cuando todos entendimos que la caída del repudiado Ulises no dependía del estricto apego a la ley, sino de las conveniencias políticas, de la raja que se le pudiera sacar a ese conflicto.
Una vez más, los intereses de una comunidad (en este caso la oaxaqueña que ha sido, como sabemos, históricamente vejada) quedan a merced de los politicastros que hacen frías sumas y restas en vez de llevar a cabo una operación política que en realidad atienda el bienestar de las comunidades agraviadas. Lo más vaciado de todo, con un humor negro que encaja muy bien en estos días jalogüineros, es que el lunes 30 los noticieros mostraron a un presidente desencajado, molesto o confundido, pero obligadamente empecinado en seguir el guión de Producciones Foxilandia: hay saldo blanco en Oaxaca, recuperamos la paz social, se acabó el problema.
¿En qué cabeza puede chacualotear ese resumen de los hechos si la película que hemos visto, de tan fea, sólo prefigura un desenlace todavía más traumático? Claro, en la cabeza ya delirante de un mandatario que no conoce el bisturí y que ni siquiera ha sabido convocar asistentes a la altura de los problemas nacionales, como fue el caso de Creel y ahora de Abascal, es decir, Chano y Chon en la secretaría de Gobernación (para que rime como calavera).
No creo exagerar si concluyo que el caso Oaxaca es una clara derivación del proceso electoral. Aunque tuvo su origen en el accionar delincuente y vengativo de Ruiz, la demora federal en atender ese problema y el impasse en el que se vio sumido hace algunas semanas se debieron sin duda al brete poselectoral. Por un error de cálculo, se pensó que Oaxaca era un problema menor en el contexto nacional, y se le dio prioridad a la desactivación mediática de los reclamos contra el fraude. Lo que no se imaginaban las elites mendaces que controlan la política y la información en México es que, de cara al cambio de poderes y dado el contubernio PRI-PAN en las cámaras, la inaplazable salida de URO ponía sobre el tablado un escenario pugnaz múltiple: PAN contra PRI, Calderón contra Fox, Ulises contra la Federación, PRD contra todos ellos.
La Arcadia que describe el presidente en sus saldos es, pues, una fantasía más. En esa fantasía incluyo el “triunfo” del presidente electo, sin duda.