Presenté el jueves otro poemario de Julio César Félix Lerma; va:
Exuberante blues
Las pocas páginas de Desierto blues, título del más reciente poemario de Julio César Félix (Navolato, 1975), son una maliciosa finta, pues aunque las dimensiones físicas del libro lo ubican en lo que solemos definir como “de bolsillo”, se trata de un volumen amplio en sentidos, profundo en visiones, rico en imágenes, exuberante en suma.
Lo recibí apenas el lunes 20 de noviembre y en dos sentadas he tenido ya la suerte de conversar, nuevamente, con la delicada, con la casi etérea poesía de Julio. Autor de por los menos otros cuatro poemarios como éste, siento que su pluma va (gradualmente, con la paciencia del verdadero creador) encontrando una expresión distintiva, fresca y original, para todo lo que ocurre en su interior, para la densa tormenta de emociones que lo recorren y que sólo pueden, en su privilegiado caso, ser planteadas en esos objetos verbales intangibles y a la vez palpables con el alma que llamamos poemas. En efecto, las piezas literarias que caracterizan a este poeta tienen la rara virtud de parecer inasibles y al mismo tiempo se dejan tocar; sin embargo, no son las manos ni las pupilas, ni el oído siquiera, los sentidos que palpan: es el alma del lector, el alma que extiende su mano y roza levemente la textura de versos en verdad sutiles, tan bien delineados que parecen concebidos a la hora del insomnio.
Cito un caso; es el poema que más me cuadra de Desierto blues, aunque en honor a la sinceridad son muchos los que le hacen competencia; leo “Escultura”, un trazo perfecto de palabras, una verdadera obra esculpida con la materia prima del sonido: “Mi corazón es un pedernal / que emite relámpagos al contacto / con el acero del mundo / con el metal sagrado / de tu cuerpo épico / por donde descienden mis manos / que se extravían de placer / al esculpirte / a flor y fuego”.
Desierto blues (Icocult, 2006) ha sido compuesto en cinco estancias; cada una cuenta con un breve lote de poemas donde rige un barrunto de unidad también apenas insinuada, como todo lo que hace Julio. La capacidad de este poeta para sugerir es notable; sin barroquismos hueros, sin retorcimientos retóricos de ninguna índole, busca siempre dos o tres imágenes precisas, metáforas cegadoras, para escudriñar un estado de ánimo y condensarlo en una hoja. La exuberancia de su voz, paradójicamente, está en el sentido, nunca en la forma, y con esto quiero recalcar que Julio es capaz, como muy pocos autores, de atrapar realidades interiores como quien atrapa, sin aspavientos, mariposas. Así sea brevemente, celebro con estas líneas la presencia poética de Julio César Félix. Su blues en el desierto es una fiesta.