Leo en El Diario de Chihuahua un cable de El Universal: “La Comisión de Seguridad Pública de la Cámara de Diputados reportó que de 2000 a 2006 se registraron casi 9 mil narcoejecuciones en México”. Ni siquiera es necesario comparar esa marca con otras para saber que el sexenio recién ido batió todos los récords mexicanos en la materia, lo que a trasmano evidencia una más de las derrotas foxistas, aparte de la electoral: que el programa denominado gritonamente “Mexico Seguro” fue la delgada capa de barniz que apenas si disimuló la verdad, esas 9 mil narcoejecuciones que casi le darían cuerpo a la cifra de caídos en una guerra de bastante buen tiroteo.
Esto sería un dato para el anecdotario sexenal si no fuera por la certeza de que el mal está enquistado y no hará caso a la buena voluntad del nuevo gobierno. Muy al contrario, los mecanismos de relojería narca no dejarán así de fácil que el felipato le saque las tuercas y desarticule un negocio que, por cierto, tiene ya tanto de político como de económico, pues no son pocas las voces que han denunciado presencia de infinito dinero ilegal en candidaturas y campañas.
La nota sobre el saldo de narcomuertes en el sexenio anterior da una idea del problemón que representa habilitar operativos como el de Michoacán. Según el diputado federal Francisco Santos, la mayor parte de las ejecuciones se dieron en Tijuana (coto emblemático de estos hechos), Monterrey, Guadalajara, el DF, Acapulco y por supuesto Michoacán, estado donde, se dice, hay ciudades sin autoridad civil debido al peligro que representa dialogar con interlocutores que en vez de palabras usan mejor sus elocuentes cuernos de chivo.
Tal vez el diputado Santos, del PRD, exagera al comparar la situación de México con los momentos más acalorados de la violencia colombiana o con ciertos países en guerra, pero en parte no desfavorece a la verdad cuando afirma que “Hay un escenario peor que en Colombia con guerrilla y narcotráfico. Incluso más grave que en países en guerra, ya que en México durante los seis años del foxismo se registraron en promedio cuatro ejecuciones al día, es decir, más de 120 al mes”. Aunada a la cantidad, la calidad de tales ejecuciones no permite avizorar un futuro cómodo para el Estado frente al poder narco. Con saña que está más allá de lo inhumano, de golpe se hizo más o menos común decapitar a los enemigos y escribir mensajes aleccionadores a las autoridades y a las bandas rivales.
Tan recurrente fue la información de esta índole que en seis años nos acostumbramos a recibir noticias sobre narcoejecuciones como quien se habitúa a escuchar el pronóstico del tiempo. “Los ajusticiamientos ya no son sorpresa y los secuestros simplemente son cotidianos. Por citar algunas cifras, documentadas en Michoacán en el 2006 se registraron 500 asesinatos por ajuste de cuentas y de ellas, 17 decapitados. En Guerrero, más de 60 ajusticiados y tres decapitados”.
Muchos ítems tiene que paleomear el nuevo gobierno luego del remanso vacacional. Nomás que no comience con estrategias como “México Seguro”, pues eso será, como ya vimos, la mejor garantía de fracaso y ya no hay mucho tiempo para más derrotas frente a la delincuencia y sus ferocidades.