jueves, enero 11, 2007

De la FIL

Tarde pero sin sueño: un agudo comento de mi cuate y paisano lagunero Rogelio Villarreal sobre la FIL. Se lo pedí y generosamente me autorizó a colgarlo en este blog. Se podrá estar o no de acuerdo con mi Roger en algunos puntos, pero de que es agudo es agudo. Viene de ahi:

La FIL Guadalajara: política, espectáculos y... cultura

Rogelio Villarreal

[...] los universitarios no leen, como lo documentó la encuesta La cultura en México de la Universidad de Colima (1996) y lo confirma la Encuesta nacional de lectura de Conaculta (2006).
Gabriel Zaid, Letras Libres, diciembre de 2006

En este país ningún escritor podrá ser más famoso que Carlos Monsiváis, premio ex Rulfo homenajeado en la atestada Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Súbita gloria nacional —con esperpéntico busto en bronce que se le asemeja poco—, interlocutor de plebeyos y poderosos —senadores incluidos—, más visto que leído por los habitantes de la Nación Televisa (¿No es el que sale con López Dóriga? ¿El que adula y presenta a Juan Gabriel en la tele?), del narcoestado y de la fantasía política, y hasta “un género en sí mismo” (Paz dixit), Monsiváis concita encendidas pasiones y aversiones monocromáticas aun entre los que desconocen su vasta obra. Sin embargo, pocos lectores hoy saben del horrorizado Monsiváis que arremetió contra los 150 mil jóvenes que colmaron el festival de Avándaro en septiembre de 1971, a los que bautizó como “la primera generación de gringos nacida en México”. En cambio, muchos habrán celebrado la arenga del escritor en el zócalo el domingo 16 de julio denunciando el fantasioso “fraude hormiga” contra López Obrador.
Era imposible que no llegara a la FIL la resaca del resentimiento obradorista de la mano de Rius, El Fisgón, Federico Arreola y hasta de Saramago. En el II Encuentro Internacional de Periodismo (organizado por la Universidad de Guadalajara) Ciro Gómez Leyva fue acallado por una exaltada señora que le espetaba, con modales de diputada perredista, su “complicidad con Televisa”. Arreola no perdió la oportunidad de descalificar el libro de Óscar Camacho y Alejandro Almazán, autores de La victoria que no fue, en el que se afirma que la soberbia del ex candidato de la izquierda perdida fue una de las principales causas de su derrota. Desde luego, todas las presentaciones de libros serán siempre polémicas. (Lo que es absurdo en una feria como ésta es encontrarse libros de Gedisa más caros que en las librerías Gandhi.)
Pocas veces se ve tal desfile de luminarias, incluidos cuatro premios Nobel y un príncipe español. Aunque en realidad se trató de dos ferias: la de José Saramago, Gabriel García Márquez, Nadine Gordimer, José Emilio Pacheco, Emmanuel Carballo, Carlos Fuentes, Fernando del Paso, Jorge Volpi, Xavier Velasco, Juan Villoro y los moneros Jis y Trino, por una parte, y otra la de J.J. Benítez (el de la saga del Caballo de Troya), Paty Chapoy, Brozo, Yordi Rosado, Gaby Vargas, Guadalupe Loaeza, Lupita Jones, Chespirito y de Gael García Bernal, al que cientos de adolescentes iletrados acosaron hasta que el núbil actor fue rescatado por una escuadra de guardianes —muchos agradecimos que Marcos haya decidido no asistir. Jolette, la ReBelDe ex académica de TV Azteca, perseguía a Alejandro González Iñárritu para implorar un papel en su próxima película y un par de guardias hostigaba a dos jóvenes “sospechosos” por vestir con anacrónicas prendas anarcopunks.
La FIL, aun con su necesaria existencia, se ha convertido también en una enorme caja de resonancia de los medios, un circo monstruoso para las estrellas que exhiben sin pudor sus dudosas dotes literarias, como la glamorosa militante zapatista Ana Colchero y su novelita de intrigas políticas. No escasean tampoco los autores egresados de las viscosas filas del esoterismo, la dianética, el misticismo en varias envolturas y la superación personal; por el contrario, cada vez son más numerosos y acaparan la atención de las mayorías... Los organizadores deberían pensar acaso en la conveniencia de tal promiscuidad: ¿una megaFIL para todos ellos y otra menos estridente para los escasos y raros mexicanos de todo el país —uno sin librerías— que aún se solazan con la lectura de auténticas inteligencias literarias? A casi veinte años de fundada, la FIL de Guadalajara debería de preocuparse también por las razones por las cuales los universitarios, contraviniendo su esencia originaria, se resisten a leer y, en consecuencia, pensar en medidas más efectivas que el reiterativo encumbramiento de grandes autores en marmóreos pedestales.