Representante de “los de arriba”, el ministro Mariano Azuela dio cátedra de cantinflismo cuando el lunes pasado algunos periodistas lo interrogaron sobre una supuesta reunión del presidente Blanco Nieves con los siete enanos del Trife. Obviamente, si ese cónclave en verdad se dio fue para que el mandatario de los cuentos de hadas, amo y señor de un reino llamado Foxilandia, tuviera la oportunidad de hacer manita de puerco a quienes unos días después emitirían el fallo sobre las elecciones del 2 de julio. Cierta o no, la especie filtrada por Muñoz Ledo tiene un antecedente, la reunión de Azuela con Fox en la época del desafuero, y no hay ahora motivos para no sospechar que, por segunda vez, el ejecutivo se haya pasado de lanza con los representantes del mirmidónico judicial. La explicación de Azuela, más enredada que una pieza oratoria de don Mario Moreno, lejos de despejar dudas, sirvió como siempre para sembrarlas más en este país habituado a la borrascosidad en todos sus haceres políticos y judiciales.
Nótese lo que dijo Azuela; se advertirá que su claridad expositiva no es la de un hombre que gana más de 500 mil pesos al mes: “Afortunadamente a las personas nos conocen quienes nos han tratado, y son ellas quienes finalmente permitirán que lo que es calumnia y lo que es mentira finalmente no tenga ninguna importancia, precisamente porque no hay ningún elemento de prueba que pudiera corroborarlas, y esto quien primero lo sabe es quien está incurriendo en la mentira o en la calumnia; en cambio, la verdad, que corresponde a la realidad respecto de la cual se hace una afirmación, es lo que finalmente tendrá que llegar a establecerse”. Cantinflas dixit.
Más adelante, una joya del cinismo, una “perla”, para decirlo a la manera de don Raúl Prieto Riodelaloza: “Los partidos de futbol duran 90 minutos, y una vez que han terminado los partidos, los goles que se metan ya no cuentan”. En buen romance, esa metáfora futbolera significa que, así se compruebe que hubo una reunión Fox-Trife, tal gol habrá sido ejecutado más allá del tiempo reglamentario, lo que haría imposible cambiar el resultado del partido, es decir, el triunfo del equipo azul contra el amarillo, pues “de acuerdo con nuestro sistema constitucional, es cosa juzgada”.
Azuela Güitrón, un verdadero buitrón del legalismo, olvida que no es la ley, hoy tratada como mesalina, sino la percepción política de los ciudadanos lo que permitirá abrir márgenes de gobernabilidad al pestilente electo. Si al fin queda probada la reunión de Vicente y los siete enanos, Calderón quedará todavía más deslegitimado y su toma de timón será, valga el dislate, más que aberrante.