Nunca se demostró nada simplemente porque no había nada qué demostrar, pero de todos modos era necesario vincular al presidente Hugo Chávez, de Venezuela, con el candidato de la Coalición, Andrés Manuel López Obrador. Muchos medios establecieron esa especie desde que AMLO comenzó a sonar como candidato a la presidencia: soltaron el borrego de que, como el militar sudamericano, el Peje era un populista, un violento, un tiranosaurio rex de la política.
Ocurrió después, si no recuerdo mal en abril de este año, un decomiso de más de cinco toneladas de droga en un avión procedente de Caracas, Venezuela. El asunto le sirvió a Manuel Espino para eyacular algunas conjeturas sobre un maligno plan internacional del eje Chávez-AMLO; la paparrucha sonaba más idiota que un guión de Juan Orol, pero de todos modos el dirigente nacional del PAN no se tomó la molestia de desmentir aquella burrada que ofendía al PRD, a Venezuela y, sobre todo, a la inteligencia.
Luego, ya durante la campaña, los sectores más siniestros del empresariado mexicano se sumaron al ataque y arremetieron con espots tan ilegales como mentirosos, pues con un estilo fílmico spilberguiano de La lista de Schindler los mensajes mostraban a Chávez arengando a sus ejércitos y, en seguida, lo comparaban con el candidato callador de chachalacas. Eran los tiempos que ya parecen remotos “del peligro para México” y, en la tienda de enfrente, “de las manos limpias” (al final ninguno de estos dos mensajes resultó cierto: no había peligro para México ni mucho menos aseo manual).
Pasados los meses, materializado el atraco, el presidente Chávez (famoso en el mundo por ser lo menos parecido a Lady Di) se ha ido encima de Felipe Usurpador y decide que no lo reconocerá como mandatario electo. Aunque no lo necesita, el mandamás del Orinoco argumenta que se dieron demasiados puntos borrosos en el proceso electoral mexicano, y eso lo obliga a no aceptar a Usurpador como su homólogo. Pero en el fondo hay algo más: su desquite ante la propaganda panista que ante México lo mostró como dechado de mandatario despótico.
Podría tomarse como puntada, pero en realidad las palabras de Chávez le han calado a la presidencia, al PAN y hasta a Carlos Fuentes. La cancillería, dependencia que apenas emite tímidos comunicados cuando EUA vomita sobre México, en esta ocasión dio a conocer un viril y enérgico boletín de rechazo a la “intromisión inaceptable” del tirano incómodo. El presidente Fox, desde Nueva York, mostró también su molestia por las inoportunas palabras de Chávez.
El asunto no sólo es anecdótico. Independientemente de las felicitaciones extranjeras a Usurpador, hay todavía muchos países no muy convencidos. Chávez es el más bocón, pero no es el único que piensa lo que piensa.