Contento y feliz, como pleonásticamente dice Chente (Fernández, no Fox) en “Hermoso cariño”, así me siento con el fallo del Trife que da por buenas las elecciones y nombra, ya oficialmente y sin posibilidad de apelación, a Felipe de Jesús Calderón Hinojosa como presidente electo de los Estados Unidos Mexicanos.
Digo que me alegra la noticia porque más allá de las insidias y los problemas que tuvo el IFE para cuadrar cifras, Calderón Hinojosa fue siempre para mí, y para los que, como yo, tienen sensibilidad política y visión de país, un candidato ejemplar, digno, inmejorable. Sus dotes de orador, su carismática sonrisa, sus tablas intelectuales, sus chistoretes siempre oportunos lo exhibieron durante toda la campaña, e incluso desde antes, como el adalid que la patria necesita para continuar con el espléndido trabajo de nuestro mandatario Vicente Fox Quesada.
Cierto que sus enemigos —carentes de imaginación y sólo en ardida respuesta a la propaganda que atinadamente vapuleó a López Obrador— quisieron macular la trayectoria de Calderón con anuncios mendaces, pero no lograron su infame propósito. El michoacano nunca ha tenido sucias las manos y es el único que puede salir a la calle con la frente, con su amplia frente, en alto. Nada de Hildebrandos, nada de operaciones extrañas en Banobras, sólo infundios que le hicieron hilarantes cosquillas y lejos de fundirlo terminaron por acerarlo más.
El ganador, pues, se sobrepuso a todo. Se sobrepuso para empezar al presidente, que no lo tenía considerado para la fiesta grande. Por eso, por todo eso y más, Felipe es ya una esperanza hecha realidad, la concreción de nuestros sueños, el jinete que sabe mejor que nadie de cabalgaduras y no perderá el rumbo por más que las fuerzas revoltosas de la nación pretendan desorientarlo con exabruptos políticos condenados al desfiladero de la historia.
Llegó la hora de cerrar filas: Felipón es ya nuestro presidente y no debemos llamarnos a engaño ni a sorpresa. Se veía venir, lo presentíamos quienes no ignoramos el pulso de las encuestas y la pulcritud de los medios electrónicos que en este país se han caracterizado por ser brújula informativa.
Viva Felipe Calderón. Vivan nuestras instituciones. Viva el IFE. Viva Luis Carlos Ugalde. Viva el Trife. Viva Elba Esther Godillo. Viva el sindicalismo charro. Viva Chespirito. Viva Diego Hildebrando Zavala. Viva Marta Sahagún. Viva Vicente Fox. Viva Manuel Espino. Vivan los grupos que desde la clandestinidad impulsaron este triunfo. Viva el doctor Simi y viva también por último, principalmente, la paz ahora que comenzaron a escucharse los primeros susurros de la represión.